una copa de vinagre fuerte mezclado con agua, un trago del cual parecía darle a mi gargantanueva fuerza siempre que se cansaba y que la voz tendía a acabarse. Cuando se me pone un pocorelajada la garganta, ordinariamente pido a la cocinera que me prepare una taza de caldo de res,tan cargado de pimienta cuanto pueda yo soportarla, y hasta ahora este ha sido mi remedioeficaz. Empero, teniendo presente el que no estoy habilitado para funcionar como médico, no mehagáis caso más que a cualquier otro curandero. Tengo la confianza de que la mayor parte de lasdificultades que pertenecen a la voz en los primeros años de nuestro ministerio, desapareceránmás tarde, y el propio uso de ella llegará a ser tan natural como lo es un instinto. Quisiera yoanimar a los que tengan empeño a que perseveraran. Si sienten la Palabra de Dios como si fueraun fuego en sus huesos, aun el defecto de tartamudear se puede vencer, y también la timidezcuyo efecto nos paraliza tanto. Cobra ánimo, hermano, persevera, y Dios, la naturaleza y aun lapráctica, te ayudarán. No quiero deteneros por más tiempo, sólo os expresaré el deseo de quevuestro pecho, pulmón, traquea, laringe y todos vuestros órganos vocales, duren hasta que notengáis más que decir.***PLATICA IXSobre la AtenciónEs raro que se trate de este asunto en un libro sobre homilética, pero eso me parece muy extrañopuesto que la materia es muy interesante y digna de más de un capitulo. Me supongo que lossabios en homilética consideran que sus obras todas están cargadas de este asunto, y que nonecesitan tratarlo aparte por la razón de que como el azúcar en el té, sazona el todo. El tópico queasí se pasa por alto, es este: ¿Cómo se puede conseguir y retener la atención de nuestros oyentes?Si no se gana su atención, no será posible causarles ninguna impresión, y si aquella no se retieneuna vez adquirida, será infructuoso nuestro trabajo por mucho que hablemos.Se pone siempre como encabezamiento de las advertencias militares, la palabra "¡Atención!"escrita con caracteres grandes; y de modo semejante nosotros necesitamos que también lo esté entodos nuestros sermones. Nos es menester una atención fija, despreocupada, despierta y continuade parte de toda la congregación. Si están distraídos los ánimos de los que nos escuchan, nopueden recibir la verdad, y casi lo <strong>mis</strong>mo sucederá si son torpes. No es posible que les seaquitado a los hombres el pecado, de la <strong>mis</strong>ma manera que Eva fue sacada del costado de Adán,es decir, mientras están dormidos. Es preciso que estén despiertos, entendiendo lo que lesdecimos y sintiendo su fuerza; de otro modo, bien podríamos nosotros también entregarnos alsueño. Hay predicadores a quienes les importa muy poco que se les atienda o no, pues quedansatisfechos con haber predicado por media hora, ya sea que sus oyentes hayan o no sacado algúnprovecho. Cuanto más pronto ministros semejantes duerman en el cementerio y prediquen con elepitafio de su monumento sepulcral, tanto mejor será. Ciertos hermanos se dirigen al ventiladorcomo si trataran de atraerse la atención de los ángeles, y otros tienen la vista fija en su librocomo si les hubiera sido arrebatado su ánimo, o como si se tuvieran a sí <strong>mis</strong>mos por oyentes, y seconsideraran honrados con esa distinción. ¿Por qué no predican tales hombres en un llano, dirigiéndosea los astros? Si su predicación no tiene que ver con sus oyentes, bien podrían hacerloasí; si un sermón es un soliloquio, cuanto más solo se halle el que predica, tanto mejor será paraél. A un ministro racional, —y por desgracia no todos lo son, — debe parecer indispensable la98
atención de todos sus oyentes desde el mayor de edad hasta el más joven. Debemos acostumbraraun a los niños a estar atentos. Pero tal vez haya quien me haga la pregunta de ¿quién puedehacerles desatentos? Contesto a eso que la mayoría de los predicadores lo hacen, y cuando losniños no están quietos en un culto, la culpa muchas veces es tanto nuestra como suya. ¿No podéishacer mérito en vuestro sermón de un cuento, o de una parábola, especialmente para el biende los niños? ¿No podéis ganar la atención de aquel niño allá en el coro, y de aquella niña abajo,si se han puesto un poco inquietos y llamarlos así al orden? Muchas veces acostumbro yo hablarfijando los ojos en los huérfanos que se hallan sentados al pie de mi pulpito. Debemos exigir atodos nuestros oyentes que fijen su vista y su oído en nosotros. Para mí es una molestia, si hayalguien, aunque sea ciego, que no esté con la cara vuelta hacia mí. Si veo a alguna personavolteándose en su asiento, o cuchicheando, o cabeceando, o consultando su reloj, concluyo luegoque estoy faltando a mi deber, y me esfuerzo en el acto en ganar su atención. Me acontece talcosa por fortuna muy rara vez; pero cuando me pasa, tengo la costumbre de culparme a mí<strong>mis</strong>mo, y de confesar que no merezco la atención de <strong>mis</strong> oyentes si no sé cómo cautivarla.Empero debe tenerse presente que hay algunas congregaciones cuya atención no se puede atraerfácilmente por la razón de que no quieren interesarse. Sería inútil reñirles en tal caso, pues esoequivaldría a tirar un palo a una ave para agarrarla. Estad seguros de que casi siempre la únicapersona que merece reñirse, es el predicador <strong>mis</strong>mo. Es verdad que los oyentes deben atender,pero no por eso es menos el deber que tenéis de hacerlos atender. Debéis atraer los peces avuestro anzuelo, y si no vienen, debéis acusar al pescador y no a los peces. Compeledles a queestén quietos por algún tiempo para escuchar lo que Dios tenga que decir a su alma. Se lecontestó muy bien a aquel ministro que había recomendado a una anciana que tomara un poco depolvo de tabaco para no dormirse durante el sermón que si él pusiera poquito más polvo detabaco en su sermón, ella estaría bien despierta. Debemos meter en nuestros sermones o máspolvo de tabaco, u otra cosa más excitante, y hacerlo en abundancia Tened presente que paramuchos de nuestros oyentes no es fácil estar atentos, no tienen interés en el asunto de que setrata, y no han sentido ninguna operación de gracia en su corazón, suficiente para hacerlesconfesar que el Evangelio tiene para ellos algún valor especial. Podéis hacerles la siguientepregunta respecto de aquel Salvador a quien predicáis: ¿No tiene ningún interés para vosotros,viajeros, el hecho de que Jesús haya muerto en la cruz? Muchos de los que nos oyen han sidooprimidos toda la semana por el peso de sus negocios. Es verdad que deben echar su carga sobreel Señor; pero ¿siempre hacéis esto vosotros? ¿Podéis fácilmente estar siempre sin ansia?¿Podéis olvidaros de la esposa y de los niños enfermos que dejasteis en la casa? No cabe dudaninguna en que muchos vienen a la casa de Dios sobrecargados de los pensamientos quepertenecen a sus quehaceres diarios. El agricultor recuerda los terrenos que han de ser arados osembrados; o si el domingo está lluvioso, él está pensando en el beneficio que recibirá su trigoque acaba de brotar. El comerciante no puede apartar de su vista aquella libranza protestada, y eltendero está calculando la suma de sus pérdidas. Es muy fácil que los matices de las cintas de lasmujeres presentes, y aun el rechino de las botas de los señores, distraigan a muchos la atención.Sabéis muy bien que hay siempre moscas molestas alrededor de los oyentes Beelzebub, el diosde las moscas, tiene empeño en que los convidados encuentren muchas molestias pequeñas,dondequiera que se verifique un convite evangélico. Sucede con frecuencia que mosquitosmentales pican a un hombre mientras estáis predicándole el Evangelio, de suerte que él estápensando más en estas distracciones pequeñas, que en el sermón. ¿Os parece muy extraño queasí lo haga? Debéis espantarle los mosquitos para que sin distraerse os preste su atención. Debéis99
- Page 1 and 2:
DISCURSOS A MIS ESTUDIANTESPLATICA
- Page 3 and 4:
colegio de los mismos, ha sido viva
- Page 5 and 6:
te curaste a ti mismo? Tú que pret
- Page 7 and 8:
crezcan;" esto que con frecuencia s
- Page 9 and 10:
enemigo os mira con especial atenci
- Page 11 and 12:
Aarón, no deben estar santificadas
- Page 13 and 14:
que debemos huir a todo trance. Est
- Page 15 and 16:
ellos con mis palabras." Ezeq. 3:1-
- Page 17 and 18:
hambre infinita e insaciable por la
- Page 19 and 20:
conocer lleno de sentimiento, dejan
- Page 21 and 22:
una congregación numerosa, y las b
- Page 23 and 24:
llamamiento de esta naturaleza, si
- Page 25 and 26:
De la propia manera, a los que no p
- Page 27 and 28:
haber leído toda clase de literatu
- Page 29 and 30:
cosas como ministros de Dios, en mu
- Page 31 and 32:
en el papel más que las palabras "
- Page 33 and 34:
descanso para nuestro espíritu, si
- Page 35 and 36:
a decir que ora tanto como debe, en
- Page 37 and 38:
unción que usamos no nos viene del
- Page 39 and 40:
***PLATICA IVNuestra Oración Públ
- Page 41 and 42:
disponemos a la práctica de nuestr
- Page 44 and 45:
toda cortesía, pero con igual firm
- Page 46 and 47:
si se quiere, con importunidad." Un
- Page 48 and 49: menos poco expresivo, puesto que no
- Page 50 and 51: "Vosotros que creéis tan firmement
- Page 52 and 53: Por último, os digo esto en confia
- Page 54 and 55: sus razones son como dos granos de
- Page 56 and 57: inmortalizado en su "Dunciad» sol
- Page 58 and 59: pecados de los hombres de negocios,
- Page 60 and 61: pueden escogerse, pero el órgano y
- Page 62 and 63: inspirada que pueda serle más úti
- Page 64 and 65: triste de los pacientes seglares qu
- Page 66 and 67: cualquier caso, un ejercicio provec
- Page 68 and 69: No es sino un chapucero el que al p
- Page 70 and 71: empeño, pero el otro texto rehusó
- Page 72 and 73: Juan Foster sobre el deber de aprov
- Page 74 and 75: consiste en la conformidad de su al
- Page 76 and 77: El primer canon que se debe observa
- Page 78 and 79: oyentes, y humillan al ministro. No
- Page 80 and 81: Cuando el apóstol San Pablo encuen
- Page 82 and 83: menospreciado de lograr la salvaci
- Page 84 and 85: dijo: "Luego, hermanos míos, él e
- Page 86 and 87: disonante de todas. Tan sólo la gr
- Page 88 and 89: oportunos, pero yo nunca he podido
- Page 90 and 91: personas, sacad todos los registros
- Page 92 and 93: concebirse, que el zumbido constant
- Page 94 and 95: estar equivoco. Señores el predica
- Page 96 and 97: posturas graciosas y a propósito a
- Page 100 and 101: hacer desviar los pensamientos de v
- Page 102 and 103: costumbre de dividir mis sermones e
- Page 104 and 105: interesan, y les pide su atención.
- Page 106 and 107: Si necesitarais de otra cosa para c
- Page 108 and 109: aquel despierta luego y exclama: ¿
- Page 110 and 111: excelencias, apenas ha podido sobre
- Page 112 and 113: fastidiosa es la de atender a uno d
- Page 114 and 115: abundantes. Trabajad afanosamente e
- Page 116 and 117: Sin titubear yo en lo más mínimo,
- Page 118 and 119: para un nominativo, o un acusativo
- Page 120 and 121: sabríais qué hacer. Vuestras alte
- Page 122 and 123: Además la mayor parte de nosotros
- Page 124 and 125: soledades. Los hombres de Dios que
- Page 126 and 127: tercer cielo y allí escuchar cosas
- Page 128 and 129: mancha sobre el buen nombre que ten
- Page 130 and 131: probar en si mismos cuán Inútil e
- Page 132 and 133: de modales que en su concepto, les
- Page 134 and 135: Muy conveniente sería que de nuevo
- Page 136 and 137: Nosotros también somos hombres de
- Page 138 and 139: preciso que no incurra en el error
- Page 140 and 141: Además, las personas que los tuvie
- Page 142 and 143: como si siendo calvos os comprarais
- Page 144 and 145: ecurrir al libro impreso, de un mod
- Page 146 and 147: Además, por desprovistas que esté
- Page 148:
i"Al principio lo que más me preoc