con el corazón. Hay algo que puede mejorarse, y en ciertos lugares, hay urgente necesidad deque esto se haga. Permitidme de consiguiente, amados hermanos, que encarecidamente osrecomiende tengáis la precaución de no hacer que desmerezcan vuestros cultos con vuestrasoraciones; haceos la firme resolución de que todo lo que se relacione con el santuario, sea de lamejor calidad.Estad seguros de que la oración libre y, espontánea es la más bíblica, y debe ser la forma másexcelente de las suplicas publicas.Sí perdéis la fe en lo que estáis haciendo, nunca lo haréis bien; fijad en vuestra mente, por lo<strong>mis</strong>mo, que en presencia del Señor estáis tributándole adoración de un modo garantizado por sudivina Palabra y aceptado por -El. La expresión "oraciones leídas" a que estamos tanacostumbrados, no se hallan en las Santas Escrituras, ricas como son en palabras para dardirección a los pensamientos religiosos; y tal frase no se halla en ellas, porque la cosa <strong>mis</strong>ma noexistía. ¿En qué parte de los escritos de los apóstoles podemos encontrarnos con la idea desnudade una liturgia? La oración en las congregaciones de los primitivos cristianos, no estabarestringida a ninguna forma de palabras. Tertuliano escribe: "Oramos sin admonitor, porqueoramos de corazón." ("Denique sine monitore, quia de pectore oramus." -Tertulliani Apologet. c.30). Justino mártir describe al ministro que presidía los cultos, como orando "según suhabilidad." (Justin Martyr, Apol. 1. c. 68, p. 270. Ed. Otto). Sería difícil descubrir cómo y cuándotuvieron principio las liturgias; su introducción fue gradual, y según creemos, coextensiva conla decadencia de la pureza en la Iglesia. La ad<strong>mis</strong>ión de ellas por los No confor<strong>mis</strong>tas, marcaríaclara la era de nuestra decadencia y caída. La naturaleza de este asunto me tienta a extendermemás sobre él, pero no es el punto de que vengo tratando, y por lo <strong>mis</strong>mo lo dejo en tal estado, nosin advertiros que hallaréis el expresado asunto de las liturgias hábilmente tratado por el Dr. JohnOwen, a quien haréis bien en consultar. (Discourse concerning Liturgies and their Imposition.Vol. V. Owen's works, Goolds edition).Tengamos especial cuidado en probar la superioridad de la oración improvisada y espontánea,haciéndola más espiritual y fervorosa que la devoción litúrgica.Es una gran lástima que un oyente se vea obligado a hacer la observación de que su ministropredica mejor de lo que ora. Esto no es tomar por modelo a nuestro Salvador que hablaba comonadie habló e impresionó con sus oraciones de tal manera a sus discípulos, que éstos decíanSeñor, enséñanos a orar." Todas nuestras facultades deben concentrar su energía, y todo nuestroser debe elevarse a un punto más alto de vigor, al hacer la oración pública, y mientras el EspírituSanto bautizará el alma y el espíritu con su sagrada influencia; pero una palabrería desaliñada,incoherente y sin vida, pronunciada a guisa de oración, sólo para llenar cierto espacio de tiempoen el culto, es cosa cansada para el hombre y abominable para Dios. Si la oración libre hubierasido siempre de un modo más elevado, nunca se habría pensado en la liturgia, y las formas deoración que hoy se usan no tienen otra disculpa que la debilidad de la devoción espontánea y delas oraciones improvisadas. Y esto consiste en que no somos tan realmente devotos de corazóncomo deberíamos ser. Debemos tener una comunión habitual con Dios, so pena de que nuestrasoraciones públicas sean insípidas o de rutina. Si no se derritiera el hielo en las cuevas que sehallan en las cimas de las montañas, no bajarían de ellas arroyuelos bulliciosos a dar alegría a losvalles. La oración privada es el medio más a propósito de que debemos valernos para40
disponemos a la práctica de nuestros ejercicios más públicos: no debemos, pues, ser negligentesen ella, si no queremos exponernos a fracasar cuando tengamos que orar ante la gente.Nuestras oraciones nunca deben arrastrarse por la tierra; deben sublimarse y ascender.Necesitamos darle forma a nuestra mente en un molde celestial. Nuestras solicitaciones al tronode la gracia necesitan ser solemnes y humildes, no petulantes y estruendosas, o formales yhechas con dejadez. La forma coloquial del discurso es impropia ante el Señor; debemosinclinárnosle con la más reverente y humilde su<strong>mis</strong>ión. Es cierto que podemos hablarfrancamente con Dios, pero no olvidemos que El está en el cielo y nosotros en la tierra, yevitemos de consiguiente toda presunción. Al orar nos ponemos de un modo especial ante eltrono del infinito; y así como el cortesano en el palacio del rey pone otro semblante y observaotros modales distintos de los que acostumbra ante los demás cortesanos sus compañeros, asítambién es preciso que pase con nosotros. Hemos notado en las iglesias de Holanda, que tanluego como el ministro comienza a predicar todo el mundo se pone su sombrero; pero en elmomento que comienza a orar, todos en el acto se lo quitan.Esta fue la costumbre observada en las antiguas congregaciones puritanas de Inglaterra, y quepor mucho tiempo se practicó entre los Bautistas: tenían los concurrentes puestas sus cachuchasdurante aquellas partes del culto que en su concepto no envolvían una adoración directa, pero sedescubrían tan luego había un directo acercamiento a Dios ya fuese en cánticos o en oración. Meparece que esa práctica es impropia y errónea la razón que para ella se tenga. He insistido endemostrar que la diferencia entre la oración y un sermón no es grande y estoy cierto de que nadieintentaría volver a esa antigua costumbre o a dar cabida a la opinión que la hizo establecer; perocon todo, hay alguna, y como quiera que en la oración estamos hablando directamente con Dios,más bien que buscando la edificación de nuestros semejantes, debemos quitarnos el calzadoporque el lugar en que estamos es un terreno santo.Que únicamente el Señor sea el objeto de vuestras oraciones. Cuidaos de dirigir de algún modola vista a los oyentes; cuidaos de haceros retóricos para agradar a los que escuchan. La oraciónno debe trasformarse en un sermón oblicuo. Hay algo de blasfemo en hacer de la piedad unmotivo de ostentación. Las oraciones pulidas son por lo general malas oraciones. En la presenciadel Señor de los Ejércitos, cuadra mal a un predicador hacer gala de las plumas y oropeles de unsermón chabacano, con la mira de ganarse los aplausos de sus semejantes. Los hipócritas que seatreven a conducirse de ese modo, tendrán a no dudarlo su recompensa; pero recompensa que porcierto, no debemos envidiar. Una grave sentencia de condenación recayó sobre un ministrocuando lisonjeándole se decía que su oración era la más elocuente de cuantas se habían ofrecidoen una congregación de Boston. No se nos quita que procuremos excitar los sentimientos y lasaspiraciones de los que oyen nuestra oración; pero cada una de las palabras y pensamientos deella, deben elevarse a Dios, y sólo de ese modo impresionan al auditorio para llevar a los que loforman, Juntamente con sus necesidades, a la presencia del Señor. No echéis en olvido a la genteen vuestras oraciones, pero al dar a éstos forma, no llevéis la innoble mira de conquistar aplausos(mirad al cielo, miradlo sin cesar).Evitad toda clase de vulgaridades en la oración. Tengo que confesar que he oído algunas, perode nada serviría que las trajera a colación, tanto menos, cuanto que cada día se hace más raroescucharlas. Pocas veces en efecto, sucede ahora que nos encontremos en la oración con esas41
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mancha sobre el buen nombre que ten
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Además, las personas que los tuvie
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Además, por desprovistas que esté
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