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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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Por vía de espiritualizar y acomodar los textos, es necesario conceder mucha libertad, pero éstano debe degenerar en libertinaje, y siempre debe haber una conexión, y algo más que unaconexión remota; es decir, una relación real entre el sermón y el texto. Oí hablar hace poco, deun texto admirable que era a propósito, o poco conveniente, como podéis pensar. Un dignatariohabía regalado muchas capas de carmesí brillante a las señoras más ancianas de su parroquia. Aestos resplandecientes seres se les exigió que asistiesen al culto en el templo parroquial, eldomingo siguiente, y se sentasen enfrente del púlpito, desde cuyo lugar uno de los sucesoresdeclarados de los apóstoles, edificó a los santos, predicando sobre las palabras: "Salomón enmedio de toda su gloria, no estuvo vestido como uno de éstos." Se dice que posteriormentecuando el <strong>mis</strong>mo bienhechor de la parroquia dio una bolsa de papas a cada padre de familia, elasunto del sermón en el domingo siguiente, fue: "Y ellos dijeron, es maná." Yo no puedo decir siel discurso fue proporcionado al texto o no; supongo que si, puesto que las probabilidades son deque su desarrollo todo tenía que ser muy extravagante. Algunos hermanos al leer su texto, loabandonan por completo. Habiendo honrado debidamente algún pasaje especial anunciándolo, nose ven obligados a referirse a él otra vez. Se tocan los sombreros, por decirlo así, en la presenciade esa parte de la Biblia, y pasan a otros campos y pastos nuevos. ¿Por qué eligen estos hombresun texto? ¿Por qué limitan su gloriosa libertad? ¿Por qué hacen de la Escritura un escaño que losayude a montar en su desenfrenado Pegaso? Por cierto que las palabras inspiradas nunca llevaronpor mira ser tirabotas para ayudar a un locuaz a calzarse el calzado de siete leguas, para saltarcon éste de polo a polo. El modo más seguro de sostener la variedad, es el de observar laintención del Espíritu Santo en el pasaje de que se trate. No hay dos textos que sean enteramenteiguales: algo en la conexión del pasaje, o en su tendencia, comunica a cada texto un carácterdistinto y particular. Seguid al Espíritu y nunca repetiréis el asunto, ni éste os faltará: sus nubesdestilan grosura. Además, un sermón influye mucho más en las conciencias de los oyentes,cuando es sin duda alguna la palabra de Dios, la Biblia <strong>mis</strong>ma explicada y reforzada, y nosimplemente un razonamiento sobre las Escrituras. Se debe a la dignidad de la inspiración, quecuando os propongáis predicar sobre un versículo especial, no prescindáis de éste para introducirvuestras propias opiniones. Hermanos, si tenéis la costumbre de observar fielmente el sentidoexacto de las Escrituras, os recomiendo también que os guiéis por las palabras <strong>mis</strong>mas delEspíritu Santo, porque aunque en algunos casos los sermones de temas son no solamentead<strong>mis</strong>ibles, sino muy a propósito, sin embargo, los sermones que explican las palabras exactasdel Espíritu Santo, son las más útiles y más agradables a la mayor parte de las congregacionesque prefieren que sean interpretadas y explicadas las palabras <strong>mis</strong>mas. La mayoría de loshombres no son siempre enteramente capaces de comprender el sentido aparte del lenguaje, demirar, digámoslo así, a la verdad sin cuerpo; pero cuando oyen las <strong>mis</strong>mas palabras repetidasmuchas veces, y cada expresión acentuada según el modo de los predicadores, tales por ejemplocomo el señor Jay de Bath, se edifican más, y la verdad se fija más firmemente en su memoria.Que vuestros pensamientos sean pues abundantes, y que se originen de la palabra inspirada, asícomo las violetas y las prímulas brotan naturalmente de la tierra, o como la pura miel destila delpanal.Tened cuidado de que vuestros discursos sean siempre sólidos y llenos de enseñanzas realmenteimportantes. No edifiquéis con madera, paja y rastrojo, sino con oro, plata y piedras preciosas. Sifuera necesario amonestaros contra las formas más groseras de la elocuencia del púlpito, seria apropósito aducir el ejemplo del notable orador Henley. Aquel aventurero locuaz, a quien Pope ha55

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