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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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especialmente en la tarde, hay campesinos que tienen que ordeñar sus vacas. Recuerdo que unode éstos se quejó amargamente de un joven de este colegio, si no me equivoco, en estas palabras:"Señor, debía él haber terminado el culto a las cuatro, pero siguió hasta las cuatro y media, ymientras, todas <strong>mis</strong> vacas estaban sin ordeñar. ¿Qué le habría parecido esto, si hubiera sidovaca?" Tenía aquel hermano mucha razón para hacerme tal pregunta. La sociedad protectora deanimales debía haber acusado a ese joven. ¿Cómo puede un campesino, preocupado con lorelativo a sus vacas, atender a un sermón con provecho? Bien puede suceder también que unamadre esté inquieta durante los diez minutos que pasen de lo que ordinariamente debe durar unsermón, temiendo que su hijito llore en la casa,, o que se apague la lumbre, y así no podrá prestaruna atención fija al sermón, y no lo hará. Estáis deteniéndola diez minutos más de lo que ellaesperaba, y no podrá menos de considerar esa demora como una injusticia por parte vuestra. Hayuna especie de convenio moral celebrado tácticamente entre vosotros y vuestra congregación, segúnel cual os halláis comprometidos a no detenerla más de una hora y media, y si pasáis de estelímite, equivale eso a la infracción de un tratado, y a una falta práctica de honradez, cosas de queno debéis ser culpables". La brevedad es una virtud que se halla al alcance de todos nosotros: noperdamos la oportunidad de apropiarnos el crédito que de ella resulta. Si me preguntáis cómopodréis abreviar vuestros sermones, os contestará que estudiándolos mejor. Emplead más tiempoen el escritorio, para que necesitéis menos en el pulpito. Predicamos siempre más tiempo cuandotenemos menos que decir. Un predicador que tiene su sermón bien preparado, rara vez pasará delos 40 minutos; si tiene menos que decir, continuara por otros diez; y cuando no tiene nadapreparado, necesitará por lo menos una hora. Atended a estas cosas de menor importancia, alparecer, pero bien observadas, os pondrán en aptitud de cautivar la atención ae vuestro auditorio.Si queréis tener siempre la más fiel atención de vuestros oyentes, se puede eso conseguir sólo pormedio del Espíritu Santo que es quien da un estado elevado y devoto de alma. Si las personasque forman vuestra grey, son dóciles, piadosas, enérgicas y sinceras, se reunirán en la casa deDios con el simple propósito de buscar la bendición del Espíritu Santo. Tomarán sus respectivosasientos rogando a Dios que les hable por medio del predicador; recibirán cada una de suspalabras con la mayor atención, y no se cansarán. Tendrán apetencia del Evangelio, conociendobien la dulzura del maná celestial, y estarán ansiosas por recoger su parte correspondiente. Nadiepuede tener una congregación mejor que la mía, por lo que toca a este punto. A la verdad,aquellos oyentes que mejor conocen al predicador, son los que generalmente le prestan la mejoratención. Si escuchasen a otro predicador animados de esa <strong>mis</strong>ma disposición, tengo la creenciade que casi todos los oradores quedarían satisfechos. El predicador nuevamente instalado en suencargo, no puede esperar con razón, que su auditorio le preste aquella atención seria y fija quepor lo general sólo se concede a los ministros a quienes se tienen como padres que se muevenentre sus propios hijos que son estimados en mucho por mil recuerdos preciosos, y honrados porsu edad y su experiencia. Toda nuestra vida debe ser tal, que haga más significativas nuestraspalabras, para que en los años subsiguientes podamos aprovechar la elocuencia irresistible de uncarácter bien establecido, y cautivar así no tan sólo la atención, sino el respeto más cariñoso denuestro rebaño. Si mediante nuestras oraciones, nuestras lágrimas y nuestro trabajo, se hacenuestro auditorio de un espíritu sano, no habrá razón alguna para temer que perdamos suatención. Una congregación hambrienta de justicia, y un ministro deseoso de alimentar susalmas, obrarán en la más perfecta armonía mutuamente, cuando se trate de la Palabra de Dioscomo tema común.105

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