disonante de todas. Tan sólo la gracia podría poner a los oyentes en estado de edificarse bajo elmartilleo continuo de algunos predicadores. Estoy cierto que un jurado imparcial pronunciaría unveredicto de sueño justificable en muchos casos, teniendo en cuenta que el sonido que procededel ministro hace dormir por su monotonía fastidiosa. El Dr. Guthrie caritativamente atribuye lossueños de cierta congregación escocesa, a la mala ventilación de su templo; esto sin duda explicaen parte esa costumbre de los oyentes, pero la causa más poderosa bien podría ser el mal estadode las válvulas de la garganta del predicador. Hermanos, en el nombre de todo lo sagrado,predicad con todas las campanas de vuestra torre, y no fastidiéis a vuestros oyentes con el ruidodisonante de una pobre y cuarteada campana.Cuando fijáis la atención en la voz, tened cuidado de no caer en las afectaciones habituales ycomunes del tiempo actual. Apenas hay un hombre entre doce que hable en el púlpito comohombre, y esta afectación no se limita a los protestantes, pues el abate Mullois, dice: "Encualquier otro lugar los hombres hablan; hablan en el foro y en el tribunal; pero ya no hablan enel púlpito, sino por el contrarío, allá encontramos un lenguaje ficticio y artificial, y un tono falso.Se tolera en la iglesia este modo de hablar, sólo porque desgraciadamente es tan general allí; enotra parte no sería permitido. ¿Qué pensaríais de un hombre que conversara de un modosemejante en un salón? Por cierto que provocaría muchas risas. Hace algún tiempo había unguarda en el panteón, hombre de buena clase según sus ideas, el cual al enumerar las hermosurasdel monumento, adoptaba exactamente el tono de muchos de nuestros predicadores, y nunca dejóde hacer reír a los visitadores, que se divertían tanto con su modo de hablar, como con los variosobjetos de interés que les enseñaba. No se le debe permitir que ocupe el púlpito a un hombre queno tenga una elocución natural y libre; debemos desterrar sumariamente de dicho lugar, por lomenos, todo lo falso. En estos días de desconfianza, todo lo fingido se debe desechar, y el mejormodo de corregirse en este respecto, por lo que toca a la predicación, es el de escuchar confrecuencia a ciertos predicadores monótonos y vehementes, pues saldremos del templo tandisgustados, y con tanto horror de esta clase de elocución, que nos condenaríamos a un silencioabsoluto antes que imitar a tales predicadores. Luego que abandonéis lo natural y lo real,perderéis el derecho de ser creídos, así como el de ser escuchados. Podéis ir a todas partes, atemplos o a capillas, y encontraréis que casi todos nuestros predicadores tienen un tono santopara los domingos. Tienen una voz para la sala y el dormitorio, y otra muy distinta para elpúlpito: de suerte que, sí no se encuentran con dos lenguas para pecar, si, las tienenprácticamente. Muchos hombres al subir al púlpito, se despojan de toda su personalidad, y sehacen tan rutineros como el bedel de la parroquia. Casi pudieran jactarse como el fariseo, de noser como los otros hombres, más seria una blasfemia darle gracias a Dios por esto. Ya no soncarnales, ni hablan como hombres, sino que adoptan una especie de quejido o gruñido, un orerotundo, o algún otro ruido desagradable, para evitar por completo la impresión de que sonnaturales, y están hablando de la abundancia del corazón. Una vez puesta el alba, parece que seconvierte ésta en la mortaja de la personalidad natural del hombre, y se cambia en afeminadoemblema de lo oficial. Hay dos o tres modos de hablar con los cuales estáis familiarizados sinduda. No se encuentra ahora con tanta frecuencia como antes, el estilo severo, erudito, hinchadoy pomposo que acabo de llamar el ore rotundo; pero se admira todavía por algunos. Cuando unministro estaba una vez soplando al modo de una máquina que exhala vapor, un hombre que sehallaba en la nave dijo que le parecía que el predicador "se había tragado una bola de harina.""No, Juan" le respondió su compañero, "no se la ha tragado, pero la tiene en la boca dándole devueltas." Puedo figurarme al Dr. Johnson hablando de esta manera en Bolt Court y de todos los86
hombres a quienes es natural este tono, procede con una grandeza olímpica, pero que no tengalugar nunca en el púlpito ninguna imitación de él; si viene naturalmente, bien, pero remedarlo estraición a la decencia común; de igual modo toda clase de mímica en el púlpito me pareceestrechamente aliada al pecado imperdonable. Hay otro estilo del cual os suplico que no os riáis.Se describe este método de pronunciación como femenino, carantoñero, delicado, sandio y yo nosé cómo indicarlo con más exactitud. Casi todos nosotros hemos tenido la felicidad de oír estasvarías clases de tonos, y tal vez otros más extravagantes todavía. He oído muchas especiesdistintas, desde la voz rotunda a semejanza de la del Dr. Johnson, hasta la tenuidad del suave yelegante susurro; desde el bramido de los toros de Basan, hasta la nota más dulce de un canario.He podido seguir las huellas de algunos hermanos que van tras sus antepasados, es decir, susantepasados ministeriales, aquellos de quienes primero aprendieron estos celestiales, melodiosos,santificados, hermosos, pero debo agregar con toda franqueza, detestables modos de hablar. Elorden, a no dudarlo, de su genealogía, es el siguiente: Astilla que fue hijo de Ceceo, que lo fue deSonrisa Afectada, que lo fue de Pisaverde, que lo fue de Afectación; o Vacilante que fue hijo deGrandioso, que lo fue de Pomposidad, el <strong>mis</strong>mo que fue padre de muchos hijos. Recordad quecuando aun estos sonidos horribles son naturales, no los condeno: que cada criatura hable supropio idioma; pero el hecho es que de diez hombres que hablan estos dialectos sagrados, queespero serán pronto idiomas muertos, nueve usan un tono afectado y forzado. Estoy persuadidode que estos tonos y semitonos, y monótonos, son Babilónicos, y que no pertenecen al dialectode Jerusalén, porque éste tiene un distintivo especial es a saber: que cada hombre tiene su propiomodo de hablar, y que habla de la <strong>mis</strong>ma manera fuera del púlpito, que dentro de él. Nuestroamigo de la escuela de ore rotundo, cuyo distintivo es la afectación, nunca habló fuera delpúlpito del <strong>mis</strong>mo modo que lo hace dentro de él, y nunca dice en la sala en el <strong>mis</strong>mo tono queemplea en el púlpito. "Quiere usted hacerme el favor de darme otra taza de té con azúcar." Si lohiciera así se pondría en ridículo, pero el púlpito tiene que sufrir lo peor de su voz que la sala notoleraría. Insisto en que las mejores notas, de que es capaz la voz de un hombre, se debenemplear en la predicación del Evangelio, y éstas son aquellas que la naturaleza le enseña que useen la conversación animada. Ezequiel sirvió a su maestro con sus facultades más musicales ymelodiosas, de suerte que el Señor le dijo: "Tú eres a ellos como cantor de amores, gracioso devoz y que canta bien." (33:32). Aunque esto, por desgracia, no sirvió de nada al corazónendurecido de Israel, que sólo el Espíritu de Dios pudo quebrantar, sin embargo, le convino alprofeta anunciar la Palabra de Dios empleando el mejor estilo de voz y de modales.Además, si tenéis algunas idiosincrasias de lenguaje, las cuales son desagradables al oído,corregidlas si os es posible. Dice Juan Wesley, "Tened cuidado de no retener nada torpe niafectado, ni en vuestros gestos, ni en vuestro lenguaje, ni en vuestra pronunciación." Se admiteluego que el preceptor puede dar este consejo mucho más fácilmente que vosotros podéis ponerloen práctica. Sin embargo, para jóvenes que están en la alborada de su ministerio, la dificultad noes insuperable. Los hermanos que vienen del campo, retienen en sus bocas algo de su dialectorústico, recordándonos irresistiblemente los becerros de Essex, los cerdos de Berkshire o losredrojos de Suffolk. ¿Quién puede equivocar los dialectos de Yorkshire o Somersetshire, loscuales no son meras pronunciaciones provinciales, sino también tonos? Seria difícil descubrir lacausa del hecho que nos consta con toda claridad, de que en algunos distritos de Inglaterra lasgargantas de los hombres parecen que se obstruyen, como teteras que se han usado por muchotiempo, y en otros resuenan como un instrumento de música de bronce, con un sonido metálico ydesagradable. Estas variaciones de la naturaleza bien pueden ser hermosas en su tiempo y lugar87
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