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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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verá su gabinete de estudios como una cárcel, y sus libros como cadenas que en ella lo sujetan; ala vez que la naturaleza desde afuera de su ventana, le parecerá que lo llama brindándole salud ylibertad. El que olvida el zumbido de las abejas entre los brezales, el arrullo de las palomastorcazas en las floreritas, el trino de las aves en la espesura del bosque, el murmullo delserpenteante riachuelo, y el susurro del viento en los pinales, no debe sorprenderse de que sucorazón a su vez olvide cantar, y su alma pierda su vivacidad. Salir a respirar por un día el airefresco en los cerros, o vagar por unas horas bajo la apacible sombra de los árboles que formanuna floresta, seria una cosa que disiparía las brumas que invaden el cerebro de muchos denuestros trabajados ministros que apenas pueden vivir. Absorber un poco de brisa del mar, o unrato de ejercicio al aire libre, no regocijaría al espíritu, pero si daría algún oxigeno al cuerpo, yya sólo eso es mucho conseguir."Cuando el aire se halla en calma,Languidece el corazón;Mas si sus alas agita,Con su soplo al hombre quitaSu cansancio y postración."Los helechos y los conejos, los riachuelos y las truchas, los abetos y las ardillas, las prímulas yvioletas, las eras de las haciendas, el heno recién segado y el lúpulo oloroso, son todas estascosas eficaces medicinas para los hipocondríacos, tónicos seguros para los debilitados, einmejorables restauradores de fuerzas agotadas. Por falta de oportunidad o por desidia, estosgrandes remedios se ven con menosprecio, y el estudiante se convierte en víctima inmolada porsi <strong>mis</strong>mo.Las ocasiones en que más propensos estamos a sufrir abatimiento de ánimo, puede en miconcepto resumirse en el siguiente catálogo. La primera de todas que debo mencionar, es la horade un gran éxito. Cuando por fin miramos realizada una bella ilusión de nuestra vida; cuando pornuestro medio ha sido el nombre del Señor honrado y hemos logrado un gran triunfo, nossentimos entonces expuestos a desmayar. Podría imaginarse que en medio de favores especialesse remontaría nuestra alma a las alturas del éxtasis y se llenaría de goce indefinible, perogeneralmente sucede lo contrario. El Señor rara vez expone a sus guerreros a los peligros delenvanecimiento que causa una victoria: sabe que pocos de ellos pueden salir airosos de pruebasemejante, y de consiguiente vierte en su copa gotas de amargura. Ved a Elías: después que elfuego descendió del cielo; después que los sacerdotes de Baal fueron degollados y que el aguainundó las tierras secas, no hubo para él nota alguna de música halagadora; no se contoneó comoconquistador revestido de triunfales arreos, sino que huye de Jezabel, y sintiendo la reacción desu excitación intensa, manifiesta vivos deseos de morir. Ese profeta, predestinado a no morirjamás, anhela ansiosamente el descanso del sepulcro; y aun el <strong>mis</strong>mo César, monarca delMundo, en sus momentos de rapto lloraba como un chiquillo. La pobre naturaleza humana nopuede soportar los trasportes que los triunfos celestiales producen, y tiene que venirle unareacción. Un exceso de alegría o de excitación, tiene que ser pagado con descaecimientossubsiguientes. Mientras dura la prueba, la fuerza se equilibra con la emergencia; pero cuandoaquella concluye, la debilidad natural reclama su derecho a presentarse. Auxiliado secretamente,puede Jacob luchar toda una noche; pero cuando terminó su brega en la mañana siguiente,comenzó a cojear, y así se evitó que se envaneciera demasiado. Pablo pudo ser trasportado al125

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