cargo propio del pastorado, en que se incluye así la enseñanza como el gobierno de la Iglesia, loscuales requieren la dedicación de la vida entera de un hombre al trabajo espiritual, y suseparación de todo asunto secular (2 Tim. 2:4); y lo autorizan a recurrir para la subvención de susnecesidades temporales, a la Iglesia, puesto que emplea todo su tiempo, todas sus energías yempeño, en promover el bien de aquellos sobre los cuales preside. (I Cor. 9:11; I Tim. 5:18). Aun hombre semejante se dirige Pedro en las palabras siguientes: "Aceptad la grey de Dios queestá entre vosotros, teniendo cuidado de ella" (I Ped. 5:2). Ahora, no todos en una iglesia puedenapacentar o gobernar: debe haber algunos que sean apacentados o gobernados; y nosotroscreemos que el Espíritu Santo designa en la Iglesia de Dios a algunos para que obren comoapacentadores, mientras a otros se les da la voluntad de ser apacentados para bien suyo. No todosson llamados al trabajo de predicar o de enseñar, a ser ancianos, o a desempeñar algún otro cargode importancia; ni todos deben aspirar a trabajos de esa naturaleza, puesto que las dotesnecesarias para ello no se han prometido en ninguna parte a todos; pero sí, deben entregarse a tanImportantes tareas, los que como el apóstol, conozcan haber "recibido este ministerio" (2 Cor.4:1). Ninguno debe meterse en el aprisco de las ovejas como pastor intruso, pues es preciso queno pierda de vista al Pastor .principal para estar pendiente de sus indicaciones y mandatos. Esdecir, para que un hombre salga a la palestra como embajador de Dios, necesita recibir de lo altosu llamamiento para ello, pues si no lo hace así y se entra de rondón al sagrado ministerio, elSeñor dirá de él y de otros que se hallen en su caso: "Yo no los envié, ni les mandé: y ningúnprovecho hicieron a este pueblo " (Jer. 23:32).Consultando el Antiguo Testamento, hallaréis que los mensajeros de la antigua dispensaciónafirmaban haber recibido su co<strong>mis</strong>ión de Jehová. Isaías nos dice que uno de los serafines le tocólos labios con un carbón encendido tomando del altar y que la voz del Señor dijo: "¿A quiénenviaré, y quién nos irá?" (Isa. 6:8). Entonces contestó el profeta, "Heme aquí, envíame a mí."No se apresuró a salir sino hasta después de haber sido visitado así de un modo especial por elSeñor, y hecho apto para su <strong>mis</strong>ión. "¿Cómo predicarán si no son enviados?" Esta era una fraseque no se había pronunciado entonces todavía, pero cuyo significado era perfectamentecomprendido. Jeremías da los detalles de su llamamiento en su primer capítulo: "Fue puespalabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí; y antes quesalieses de la matriz te santifiqué, te di por profeta a las gentes. Y yo dije: ¡Ah, ah, Señor Jehová!He aquí no sé hablar, porque soy joven. Y díjome Jehová. No digas soy joven: porque a todo loque te enviaré irás tú, y dirás todo lo que te mandaré. No temas delante de ellos, porque contigosoy para librarte, dice Jehová. Y extendió Jehová su mano, y tocó sobre mi boca; y díjomeJehová: He aquí he puesto <strong>mis</strong> palabras en tu boca: mira que te he puesto en este día sobre gentesy sobre reinos, para arrancar y para destruir, y para arruinar, y para derribar, y para edificar, ypara plantar." Jer. 1:4-10. Variando algo en la forma, pero encaminada al <strong>mis</strong>mo propósito, fue laco<strong>mis</strong>ión que recibió Ezequiel. Este profeta se expresa así a su respecto. "Y díjome: Hijo delhombre, está sobre tus pies, y hablaré contigo. Y entró espíritu en mí luego que me habló, yafirmóme sobre <strong>mis</strong> pies, y oía al que me hablaba; y díjome: Hijo del hombre, yo te envío a loshijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mi: ellos y sus padres que se rebelaroncontra mí: ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este <strong>mis</strong>mo día." Ezeq. 2:1-3. "Ydíjome: Hijo del hombre, come lo que hallares: come este envoltorio, y vé y habla a la casa deIsrael. Y abrí mi boca, e hízome comer aquel envoltorio. Y díjome: Hijo del hombre, haz a tuvientre que coma, e hinche tus entrañas de este envoltorio que yo te doy. Y comílo, y fue a miboca dulce como miel. Díjome luego: Hijo del hombre, vé y entra a la casa de Israel, y habla a14
ellos con <strong>mis</strong> palabras." Ezeq. 3:1-4. El llamamiento de Daniel a la profecía, aunque no se hallaconsignado, está abundantemente atestiguado por las visiones que se le concedieron y eldistinguido favor de que gozó con el Señor tanto en sus meditaciones solitarias como en susactos públicos. No nos es menester pasar revista a los otros profetas, porque todos ellosmanifestaban su derecho a hablar, diciendo "así dice Jehová." En la presente dispensación elpastorado es común a todos los santos; pero por lo que hace a la profecía, o lo que es análogo aella, es decir, el ser uno movido por el Espíritu Santo para entregarse enteramente a laproclamación del Evangelio, podemos asegurar que es, como asunto de hecho, el don yllamamiento de sólo un número pequeño de individuos comparativamente, y no cabe dudaalguna en que éstos necesitan tener la certeza de la legalidad de su posición, como la tuvieron losprofetas; ¿y cómo podrán justificar su derecho al cargo que desempeñan, si no es por unllamamiento semejante?Mal haría el que imaginara que tales llamamientos son meramente ilusorios, y que no hay nadieen estos tiempos excluido de la obra especial de enseñar a la Iglesia y de cuidarla, porque losnombres <strong>mis</strong>mos dados a los ministros en el Nuevo Testamento, implican un previo llamamientoa su trabajo.Es cierto que el apóstol dice: "Ahora pues, nosotros somos embajadores de Dios;" pero ¿noestriba acaso la esencia <strong>mis</strong>ma de semejante cargo, en el nombramiento hecho por el monarcarepresentado? Un embajador que no hubiese sido enviado, sería objeto de risa. Los hombres quese atreven a declararse embajadores de Cristo, deben estar persuadidos del modo más solemne,que el Señor les ha encomendado la palabra de la reconciliación. (2 Cor. 5:18, 19). Si se dijereque esto se ha restringido a los apóstoles, yo contestaría a eso que la epístola está escrita no en elnombre de Pablo solamente, sino también en el de Timoteo, y por lo tanto se incluye a los otrosministros, además del apostolado. En la primera epístola a los Corintios leemos "téngannos loshombres por ministros de Cristo y dispensadores de los <strong>mis</strong>terios de Dios," (I Cor. 4:1,) en dondela palabra nos se refiere a Pablo y a Sostenes. Es evidente que el que dispensa o distribuye algo,debe recibir tal cargo del amo No puede ser nadie despensero, solamente porque le agrada serlo,o es considerado así por otros. Si a algunos de nosotros se nos ocurriese ser despenseros omayordomos de un secretario de Estado, y procediéramos a negociar con sus propiedades, se nosharía ver en el momento del modo más convincente, que habíamos incurrido en un error. Debeevidentemente estar autorizado un hombre para ser legalmente obispo, es decir, "dispensador deDios," (Tito 1:7) antes de asumir tal cargo.El título apocalíptico de ángel, (Apoc. 2:1), significa mensajero, y ¿cómo han de ser los hombresheraldos de Cristo, si no es por la elección y ordenación que de ellos haga el Señor? Si fuesecuestionada la referencia de la palabra ángel al ministro, me complacería ver mostrado que podíareferirse a otro alguno. ¿A quién habría de escribir el Espíritu en laIglesia, como representante de ella, sino a alguno que ocupara una posición análoga a la delanciano que la presidiera?A Tito le fue mandado que hiciera una prueba concienzuda de los ministros que iba a vigilar:luego habla algo en que debían sujetarse a prueba. Algunos son "vasos para honra, santificados yútiles para los usos del Señor, y aparejados para toda buena obra," 2 Tira. 2:21. Al amo no se le15
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mancha sobre el buen nombre que ten
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