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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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En medio de un largo y no interrumpido trabajo, puede sobrevenimos igual descaecimiento. Nopuede el arco hallarse siempre encorvado sin peligro de romperse. El descanso es tan necesario alespíritu, como el sueño lo es al cuerpo. Los días del Señor son nuestros días de trabajo, y si nodescansamos en algún otro día, caeremos abrumados de fatiga. Si a la <strong>mis</strong>ma tierra debedejársele erial y dársele sus domingos, con más razón a nosotros nos es fuerza reposar. De ahí lasabiduría y compasión de nuestro Señor cuando dijo a sus discípulos: "Vamos al desierto adescansar un poco." ¡A descansar! ¡ Cuando la gente se sentía desmayar; cuando las multitudesandaban como andan las ovejas en las montañas sin pastor, habla Jesús de descansar! Cuando losescribas y fariseos andan como lobos voraces rondando los apriscos, ¡lleva él a sus secuaces auna excursión a un lugar tranquilo y de descanso! ¿Y hay acaso, alguien cuyo celo exagerado loinduzca a condenar un olvido tan atroz de lo que exigían circunstancias semejantes? Si hubieraquien lo hiciera dejémosle delirar. El Maestro sabe que no es conveniente agotar las fuerzas desus siervos y agotar la luz de Israel. El tiempo de descanso no es un tiempo perdido. Ved alsegador que en los días de verano se ocupa en cortar la mies sólo hasta la puesta del sol, yentonces suspende su trabajo; ¿y por esto hemos de decir que es un holgazán? De regreso a sucasa busca su piedra de amolar, y comienza a pasar sobre ella su hoz, produciendo con eso elruido más monótono, ¿y habrá quien piense que se halla perdiendo el tiempo? Y sin embargo,¡cuánto más no habría segado durante el tiempo empleado en arrancar de la piedra tan destempladasnotas! Pero está afilando su herramienta y adelantará mucho más en su tarea cuandode nuevo aguce las puntas del instrumento a cuyo Impulso caen ante si montones de gavilla. Deun modo semejante, un poco de reposo, prepara al espíritu para prestar servicios más fructuososa la buena causa. Así como los pescadores deben remendar sus redes, nosotros también de vez encuando debemos reparar nuestras fuerzas mentales debilitadas, y arreglar nuestra máquina a finde que trabaje mejor en lo futuro. Tirar con fuerza del remo día por día como un reo condenado agaleras para el cual no hay días de fiesta, es otra cosa que no conviene a ningún ser racional. Nosomos corrientes de agua que sin cesar caminan, y nos cumple tener nuestras pausas e intervalos.¿Quién puede evitar que le falte el aliento si corre y corre sin inter<strong>mis</strong>ión? Aun las bestias decarga deben mandarse al campo de tiempo en tiempo: el mar <strong>mis</strong>mo hace una pausa entre el flujoy el reflujo, la tierra guarda un descanso en los meses invernales, y siguiendo esa ley natural elhombre, aun cuando se halle exaltado al rango de embajador de Dios, es fuerza que descanse odesfallezca. Si no ceba su lámpara, ésta se le apagará; si no abre algún paréntesis en sus trabajos,acabará por adquirir una prematura enfermedad. La sabiduría aconseja que de tiempo en tiemponos permitamos algunos días de asueto. En una carrera larga haremos más si a veces hacemosmenos. Un trabajo incesante, sin recreación ninguna, puede ser propio de espíritus emancipadosde ese pesado barro; pero mientras habitamos en el nicho que nos forma, nos es preciso haceralto en ocasiones, y servir al Señor en una santa inacción y piadosa tranquilidad. Que lasconciencias escrupulosas no pongan en duda la legalidad de llevar por temporadas la carga quese lleva, sino que aprovechando la experiencia de otros, se persuadan de la necesidad y del deberen que están de dar descanso al cuerpo cuando éste así lo pida.La vista de un acto brusco de deslealtad, ha producido a veces en el ministro un profundoabatimiento. Ve que el hermano en quien más se confía se convierte en traidor; que Judas vuelvela espalda al hombre que tanto lo estimaba, y siente en ese momento abatido el corazón. Todosnosotros nos sentimos inclinados a fijarnos en las debilidades humanas, y de ahí dimananmuchos de nuestros pesares. Es igualmente desconsolador el golpe que recibimos cuando algúnmiembro de la congregación honrado y estimado por nosotros, cede a la tentación y echa una127

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