consiste en la conformidad de su alma con el asunto de que se trata, y temería yo designar unasunto especial para una fecha fija, por miedo de que mi alma al llegar el tiempo, no estuviera enun estado a propósito para discutirlo. Además, no es fácil ver cómo un hombre puede manifestarque depende de la dirección del Espíritu de Dios, si ya ha decidido cuál debe ser su plan muchotiempo antes. Tal vez me responderéis: "Esta objeción nos parece muy extraña, pues ¿por qué nopodemos confiar en el Espíritu Santo tanto por veinte semanas como por una?" Respondo quenunca hemos recibido una promesa que garantice tal fe. Dios promete darnos la gracia segúnnuestras necesidades diarias, pero no dice nada respecto de dotarnos de fondos de reserva para losucesivo: "Cada día descendía el maná." ¡Ojalá que pudiéramos aprender bien esta lección! Asínos llegarán nuestros sermones, nuevos del cielo, cuando se necesiten. Soy celoso de todo lo quepuede impedirnos que nos apoyemos en el Espíritu Santo, y por tanto, expreso la opinión yaindicada. Estoy seguro, hermanos míos, que para vosotros es provechoso que os diga conautoridad, que dejéis a los hombres de mayor edad y talento, las tentativas ambiciosas depredicar series pulidas de sermones. Tenemos, por decirlo así, muy poca cantidad de oro y plataintelectuales, y debemos emplear nuestro pequeño capital en bienes útiles de que poder disponerfácilmente dejando, a los comerciantes más ricos que comercien en cosas más valiosas. Nosabemos lo que sucederá mañana: esperemos enseñanzas diarias, y no hagamos nada que puedaimpedirnos el que empleemos los materiales que la Providencia nos ofrezca hoy o mañana.Tal vez me haréis la pregunta de si podéis predicar sobre los textos que otras personas ossugieran, pidiéndoos que prediquéis sobre ellos: mi respuesta es que por regla general, no debéishacerlo, y si hay excepciones, deben ser muy pocas. Permitidme que os recuerde que no tenéisun taller a donde los marchantes puedan ir a dar sus órdenes. Cuando un amigo os sugiera unasunto, pensad en él, considerad si es a propósito y si podéis aceptarlo. Recibid la súplicacortésmente, como conviene a los caballeros y cristianos; pero, si el señor a quien servís, noarroja su luz sobre el texto, no prediquéis sobre él por mucho que alguno os persuada. Estoyenteramente cierto de que si esperamos en Dios por nuestros asuntos, y le pedimos ser guiadospor la sabiduría divina, él nos guiará por el camino recto; pero si nos gloriamos de nuestrafacultad para elegimos un texto, encontraremos que sin Cristo no podemos hacer nada, ni aun enla elección de un texto. Esperad en el Señor; escuchad lo que él quiera decir; recibid la palabradirectamente de sus labios, y entonces salid como embajadores enviados del trono <strong>mis</strong>mo deDios. Repito:"esperad en el Señor."***PLATICA VIIModo de EspiritualizarMuchos que escriben sobre la Homilética, condenan en términos severos, aun el queaccidentalmente se espiritualice un texto. Dice Adam Clarke: "La predicación alegórica vicia elgusto y encadena el entendimiento tanto del predicador como de los oyentes." La regla deWesley es mejor: "Haced uso raras veces de la espiritualización, y alegorizad muy poco.""Escoged textos," dicen estos maestros, "de cuyo sentido claro y literal podáis tratar; nunca ospermitáis hacer uso de otro significado que no sea el más obvio de un pasaje; nunca os permitáis74
acomodaros o adaptaros un texto: esto es un artificio propio de los hombres poco instruidos; unatreta de los charlatanes; una manifestación <strong>mis</strong>erable de mal gusto y de imprudencia." Quierohonrar a los que merecen la honra, pero no puedo menos de disentir de esta opinión tan ilustrada,creyendo que es más caprichosa que exacta, y más aparente que verdadera. Por ejemplo, ¿quéotra cosa si no es un mero capricho o algo peor, pudo haber inducido al Sr. Athanase Coquerel aque escribiese criticas tales como estas: "Para nosotros cristianos, el sacerdocio universal ysupremo del Hijo de Dios, no se recomienda ni en lo más mínimo, cuando se asemeja alpontificado de Melchisedee; y nuestra peregrinación hacia el país celestial teniendo a Jesús dejefe, se parece muy poco a la de Israel hacia la tierra prometida, teniendo como tal a Josué, noobstante que los nombres se asemejan entre si. Muchos textos se prestan con una facilidadmaravillosa a esta clase de interpretación que en realidad no lo es. 'Señor, sálvanos, queperecemos,' clamaron los apóstoles, cuando la tempestad en la mar de Galilea amenazaba ladestrucción de su barca. '¿Quieres ser sano?' dijo Cristo al paralítico de Betsaida. Conocemosque seria muy fácil alegorizar estas palabras. Se ha hecho eso mil veces, y tal vez ningúnpredicador, especialmente cuando se encuentre desprovisto de textos estudiados y de esqueletosformados, se rehúsa a emplear este recurso tanto más seductor, cuanto que es fácil en extremo.Compuse un sermón extenso sobre la invitación de Moisés a su suegro Hobab o Jethro, Núm.10:29: 'Nosotros nos dirigimos al lugar del cual Jehová ha dicho: yo os lo daré: ven connosotros.' La división era muy sencilla y fácil. Comencé con un exordio histórico: El lugar es elcielo; el Señor nos lo da como nuestro país. El verdadero creyente dice a cada uno de sushermanos: 'Ven con nosotros, etc., etc.' Nunca me he perdonado a mí <strong>mis</strong>mo el haber escrito yaprendido de memoria 30 páginas relativas a este tema." Si el Sr. Coquerel no hubiera incurridoen mayor falta que esta, seria mucho mejor ministro de lo que es actualmente. Se puede hacermucho bien eligiendo de vez en cuando textos olvidados, singulares, notables o raros; y estoycierto de que si apeláramos a un jurado de predicadores prácticos que han tenido buen éxito en suvocación, y no han sido sólo teóricos, tendríamos la pluralidad de votos en nuestro favor. Tal vezlos rabinos ilustrados de nuestra generación, sean demasiado sublimes y celestiales paracondescender en bajarse hasta los hombres humildes; pero nosotros que no tenemos ningúncultivo, ni ilustración profunda, ni elocuencia arrebatadora de qué gloriarnos, hemos tenido porconveniente hacer uso del <strong>mis</strong>mo método que los ilustres han reprobado, porque es para nosotrosel modo más eficaz de evitar la rutina de una formalidad fastidiosa, y también nos da una especiede sal con qué sazonar la verdad que sería de otro modo desabrida. Muchos de los que han tenidoel mejor éxito en ganar almas, han tenido a bien dar un papirote a su ministerio, y fijar laatención de su congregación haciendo uso de vez en cuando de algún método original ydesconocido. La experiencia no les ha enseñado que estuvieran en error, sino lo contrario.Hermanos míos, no tengáis miedo de espiritualizar, ni de escoger textos singulares; hacedlo sóloprudentemente. Seguid buscando pasajes de la Biblia, no sólo dándoles su sentido más palpable,como es vuestro deber, sino también sacando de ellos lecciones que no se puedan encontrar en lasuperficie. Recibid el consejo en lo que pueda valer; pero os recomiendo seriamente que pongáisde manifiesto a los críticos sutiles, que hay algunos que no adoran la imagen de oro que hanlevantado. Os aconsejo, y que no os entreguéis a continuas e indiscretas "imaginaciones," comoJorge Fox las llamaría. No os ahoguéis porque se os recomienda que os bañéis, ni os convieneque os ahorquéis porque se dice que el tannin es muy útil como astringente. Una cosa ad<strong>mis</strong>ible,si llega a ser excesiva, es vicio, así como el fuego es buen amigo en el hogar, pero un tiranotemible cuando se encuentra en una casa incendiada. El exceso, aun de una cosa buena, ahíta yfastidia, y en ningún caso es esto más cierto que en el que estamos tratando.75
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crezcan;" esto que con frecuencia s
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