Sin titubear yo en lo más mínimo, proseguí el discurso partiendo del punto en que había quedadoy terminé el sermón. Debo decir que me avergonzaría de alguno de los que aquí se hallan presentes,que no hubiera podido hacer lo <strong>mis</strong>mo, en vista de que las circunstancias especiales delcaso hicieron esa tarea fácil en extremo. En primer lugar, el ministro era mi abuelo; y enseguida,el texto era: "Por gracia sois salvos, por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios."Tendría que haber sido un animal más estúpido que aquel en que cabalgaba Balaam, el quecolocado en semejante situación no hubiera podido hablar. "Por gracia sois salvos:" Se habíahablado ya sobre esto indicando cual era el origen de la salvación; pues bien, ¿quién no habríapodido seguir, describiendo la cláusula siguiente, por la fe, como el canal. No se necesitaestudiar mucho para patentizar que recibimos la salvación por la fe. Recuerdo también que en esavez, tuve que sufrir otra prueba, que consistió en que cuando yo había avanzado un poco y mesentía entusiasmado con mi trabajo, una mano me dio golpecitos en la espalda en señal deaprobación, y una voz me dijo: "muy bien; muy bien: repetidles lo que acabáis de decir, para queno lo olviden." No me quedó otro recurso que repetir la verdad que había desarrollado, y al pocorato, cuando más engolfado me hallaba en lo que decía, sentí que me jalaban suavemente delfaldón de la levita, vi al anciano caballero parado frente a mi, y oí que decía: "Mi nieto puedehablaros de esto como de una teoría, pero aquí estoy yo para dar testimonio de ello como asuntode experiencia práctica. Tengo muchos más años que él, y debo daros mi testimonio, comoanciano que soy." Y entonces, después de darnos a conocer cuál era su experiencia personal,agregó: "Ahora bien, mi nieto puede predicar el Evangelio mucho mejor que yo, pero no puedepredicar un evangelio mejor: ¿no es verdad?" Yo, señores, fácilmente me imagino que si en esaocasión no hubiera tenido cierta práctica en el arte de improvisar, me habría visto no pocoembarazado; pero me vinieron las ideas de un modo tan natural, como si con anticipación lashubiera coordinado.La adquisición de otro idioma nos proporciona un buen instrumento para ayudarnos en lapráctica de improvisar. Puesto uno en relación con las raíces de las palabras y las reglas dellenguaje, y obligado a fijarse en las diferencias de los dos idiomas, se va familiarizandogradualmente con las partes de la oración y sus accidentes, y los modos y tiempos de los verbosque son el alma de la locución; y a semejanza de un obrero, conoce perfectamente su herramientay la maneja como su constante compañero. No conozco yo mejor ejercicio que traducir con cuantarapidez sea posible algún trozo de Virgilio o de Tácito, y después, ya con calma, corregir loserrores en que se hubiere incurrido. Hay quienes ligeramente juzguen que es tiempo perdido elque se emplea en el estudio de los clásicos; pero aun cuando no fuera más que por la utilidad quepresta a los oradores sagrados, debe conservarse, en mi concepto, en todos nuestros seminarios.¿Quién no ve que la constante comparación de los términos y modismos propios de cada idioma,facilita el modo de expresarse? ¿Quién no ve, además, que por medio de este ejercicio se pone lamente en aptitud de apreciar el refinamiento y la sutileza de las expresiones, y adquiere así lafacultad de distinguir entre cosas que difieren? Y esta facultad le es esencial a un expositor de laPalabra de Dios, y al que de improviso tenga que declarar Su verdad. Aprended, señores, a tenerjunta y arreglada y lista para usarse, toda la maquinaria del lenguaje: marcad cada diente, cadarueda, cada gozne, cada varilla, y os hallaréis en aptitud de hacer andar la máquina en cualquiermomento dado en que circunstancias inesperadas así lo requirieren.Todo aquel que desee adquirir este arte, es fuerza que lo practique.-Dice Burke que fue poco apoco como llegó Carlos Fox a ser el mas brillante y poderoso controversista que haya podido116
existir. El atribuía su buen éxito a la resolución que formó desde que era muy joven, de hablarbien o mal, por lo menos una vez cada noche. "Durante cinco estaciones enteras," decía Fox,"hablé todas las noches con excepción de una sola, y lo único que me pesa, es no haber habladoen ella también." Al principio puede hacerlo sin más auditorio, si así puede llamarse, que lassillas y los libros de su estudio, imitando el ejemplo de un individuo que con la mira de solicitarsu ad<strong>mis</strong>ión a este colegio, se había ejercitado durante dos años, según me aseguró, en predicarde improviso en su propio cuarto. Los <strong>estudiantes</strong> que viven juntos podrían ayudarsemutuamente de un modo eficaz, fungiendo alternativamente de oyentes y de oradores, yatendiendo a una crítica moderada y a<strong>mis</strong>tosa que se le hiciera al fin de cada ensayo. Laconversación también puede ser sumamente útil, si versa sobre algún asunto que la hagaedificante y provechosa. El pensamiento debe estar ligado a la expresión: he ahí el problema; ypuede ayudar a uno a su solución, el que procure en sus meditaciones privadas, pensar en altavoz. Se ha hecho esto una cosa tan habitual en mi, que me parece muy útil poder en <strong>mis</strong>oraciones privadas, orar en mi voz natural. Leer en voz alta me es más agradable que hacerlo ensilencio; y cuando mentalmente estoy preparando un sermón, me es provechoso hablarme a mí<strong>mis</strong>mo, porque me parece que los pensamientos me vienen más fácilmente. Por supuesto que estoes vencer sólo una parte de la dificultad, pues es preciso que practiquéis en público parasobreponeros al estremecimiento ocasionado por la vista del público; pero andar la mitad delcamino, es adelantar una buena parte en nuestro viaje.Un buen discurso improvisado, no es otra cosa que la expresión de los pensamientos de unhombre práctico, de buena instrucción, que medita concienzudamente, y deja que sus ideassalgan por medio de su boca al aire libre. Pensad en voz alta cuantas veces podáis al encontrarossolos, y pronto estaréis en el camino real que lleva al buen suceso en este asunto. Las discusionesy debates en la escuela, son de vital importancia para progresar en este sentido y por esoaconsejaría yo a los hermanos más retraídos, que tomaran parte en ellas. La práctica de que se osvisite para invitaros a que habléis sobre un asunto que la suerte designe de entre varios bienescogidos, ha sido introducida entre vosotros, y seria conveniente que recurriéramos a ella conmayor frecuencia. Lo que antes condené como una parte del culto religioso, bien podemoshacerlo como un ejercicio escolástico entre nosotros <strong>mis</strong>mos. Tiene eso por objeto poner aprueba la expedición de un hombre y su dominio sobre si, y aun los que no salen airosos, sacanprobablemente tanto provecho como los que quedan bien, pues lo que lo hace a uno conocerse así <strong>mis</strong>mo, le es tan útil, como a otro le es la práctica. Si el descubrimiento de que estáis todavíapoco diestros en la oratoria, os indujese a estudiar con mayor asiduidad, esa seria la manera deque al fin os salierais con la vuestra.En adición a la práctica recomendada debo encareceros la necesidad de tener sangre fría yconfianza en lo que hacéis. El Sr. Sydney Smith dice y con razón, que "hay talentos superioresque no brillan en el mundo por falta de valor;" y éste no se adquiere fácilmente por un jovenorador. ¿No tenéis simpatías por Blondin, cuando hace éste equilibrios en la cuerda? ¿No sentísalgunas veces cuando estáis predicando, como si estuviereis andando sobre una cuerda muy alta,y no tembláis y teméis no poder llegar al otro extremo con toda seguridad? ¿Algunas vecescuando habéis estado poniendo en juego la hermosa pértiga del balanceo, y luciendo lasmetafóricas lentejuelas que vierten la poesía en vuestro auditorio, no os habéis sentido algopesarosos de haberos expuesto al riesgo de una caída repentina? O, haciendo a un lado estafigura, ¿no os ha sobrecogido el temor de no poder concluir un periodo, o de no hallar un verbo117
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