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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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propuestos, y publicar la lista de ellos. Contesto que cada uno debe hacer lo que mejor cuadrecon su carácter. No me constituyo en juez de nadie, pero yo no me atrevo a intentar tal cosa; y síla emprendiera, saldría muy mal en el negocio. Tengo entendido que algunos precedentes seoponen a mi opinión, y entre ellos se encuentran las series de discursos por Mateo Henry, JuanNewton y otros muchos; sin embargo, puedo expresar sólo <strong>mis</strong> opiniones personales y dejar acada uno que haga lo que mejor le convenga. Muchos ministros eminentes han predicado seriesde discursos muy provechosos, sobre asuntos escogidos y arreglados con anticipación; pero yono soy eminente, y debo aconsejar a los que se me parecen, que se precavan de este modo deobrar. No me atrevo a anunciar el asunto sobre el cual predicaré mañana, y mucho menos podríayo decir sobre qué texto predicaré de aquí a seis semanas, o de aquí a seis meses, siendo la razónde esto, en parte, la de que tengo la conciencia de no poseer las dotes especiales que sonnecesarias para interesar a una congregación en un asunto, o en una serie de asuntos, por muchotiempo. Los hermanos de perspicacia extraordinaria y de conocimientos profundos, puedenhacerlo; y los que carecen de esto y aun de sentido común, pueden también pretenderlo pero nolo conseguirán. Me veo obligado a confesar que debo la mayor parte de mi fuerza más bien a lavariedad que a la profundidad. Es casi cierto que la gran mayoría de predicadores de la clase queacabamos de indicar, tendría mejor éxito si quemara sus programas. Tengo en la memoria unrecuerdo muy vivo, o más bien, muerto, de cierta serie de discursos sobre la Epístola a losHebreos, que me impresionó de un modo muy desagradable. Hubiera querido muchas veces quelos Hebreos se guardaran aquella epístola, puesto que molestaba mucho a un pobre joven gentil.Sólo los más piadosos y fieles miembros de la congregación, tenían la paciencia necesaria paraescuchar todos los discursos hasta el séptimo y el octavo: ellos, por supuesto, declaraban quenunca habían escuchado explicaciones más provechosas; pero a aquellos cuyo juicio era máscarnal, les pareció que cada sermón era más insulso que el que le había precedido. Pablo en esaepístola, nos exhorta a que suframos la palabra de exhortación, y así lo hicimos. ¿Son todas lasseries de sermones tales como aquella? Tal vez no; pero temo que las excepciones sean pocas,porque se dice respecto de aquel célebre comentador, José Caryl, que comenzó sus lecturas sobreel libro de Job con una asistencia de 800 personas, y que sólo ocho escucharon la última. Unpredicador profético multiplicó sus sermones sobre "el cuerno pequeño" de Daniel, hasta talgrado, que en la mañana de un domingo sólo siete se reunieron para escucharle. Les parecióextraño, a no dudarlo, que una arpa de mil cuerdas produjese la <strong>mis</strong>ma música por tanto tiempo.Ordinariamente y para la gran mayoría de oyentes, me parece que las series de discursosanunciadas con anticipación, no les son provechosas. El provecho que resulta de ellas, es sóloaparente; por regla general, no hay provecho, sino por el contrario, daño. Sin duda que tratar detoda una epístola larga, debe exigir al predicador mucho ingenio, y mucha paciencia a losoyentes. Me siento movido por una consideración aun más profunda, en lo que acabo de decir,porque me parece que a muchos predicadores verdaderamente vivos y celosos, un programa lesservirían de grillos. Si el predicador anunciara para el domingo siguiente un asunto lleno degozo, que le exigiera viveza y exaltación de espíritu, seria muy posible que se encontrara pormuchas causas, en un estado cargado y triste de espíritu, y sin embargo, tendría que poner el vinonuevo en su cuero viejo, a subir al banquete de boda vestido de saco y cenizas; y lo que es peorque todo, podría verse obligado a repetir esto por un mes entero. ¿Puede estar eso conforme conla voluntad divina? Es importante que el predicador esté en armonía con su tema; pero ¿cómopuede lograr tal cosa, si la elección del asunto no se determina por las influencias que existan enel tiempo de predicar? Un hombre no es máquina de vapor a la que se le imprime determinadomovimiento, y no le convendría que se le fijase en una ranura. Mucho del poder del ministro73

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