ABRIR II PARTE. CAPÍTULO V. - Universidad Complutense de Madrid

época, podía hacer que palideciera la bibliofilia de su regio sobrino. El inventario levantado
a la muerte de la soberana nos habla de una biblioteca compuesta por unos 700 libros (100
impresos, 86 manuscritos, 300 libros en soporte no especificado, y 200 libros más, impre-
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sos o manuscritos, de música) . La casi totalidad fue heredada después por Felipe II.
Pero no debe contemplarse esta Librería rica de Felipe II sólo como una mera colección de
encuadernaciones, sino también, y sobre todo, como una biblioteca, que orlada con el cali-
ficativo de principesca, y creada en España, bajo unas determinadas coordenadas intelectua-
les, presenta una personalidad muy definida, que nos habla de un entorno cultural e intelec-
tual muy determinado. Sorprende así, por ejemplo, que se trate de una biblioteca integrada
en su mayor parte por impresos. Cerca del 95 %. Es cierto que una parte de los códices que
pertenecieron a Felipe II se perdieron en el incendio de 1671, pero, según nuestros cálcu-
los, en la Librería rica sólo figuraron unos sesenta manuscritos, de los que hoy se conserva
apenas la mitad. Sorprende este peso tan dominante de la letra de molde sobre la de mano.
Esta circunstancia, que se aprecia también en la Biblioteca Colombina, marca un notable
cambio de tendencia entre la bibliofilia medieval y la renacentista. No es que Felipe II
despreciara el libro manuscrito e iluminado, y menos aún, los códices antiguos, pero parece
como si no hubiera manifestado un interés excesivo por tales obras siendo príncipe. Los
libros manuscritos eran difícil de obtener, y su precio era excesivo. La imprenta, en cam-
bio, permitía alcanzar con facilidad ese sueño de la Bibliotheca Universal.
Casi la totalidad de estos libros impresos procedían de fuera de España. Por países,
Francia se erige como el primer lugar de origen de las ediciones presentes en la Librería
rica. Le sigue a muy corta Italia, y después Suiza y Alemania. A gran distancia quedan las
impresiones españolas, que sólo representan un 7 96 del total. Por debajo figuran los Países
Bajos, Portugal, e Inglaterra. Venecia, París, Basilea, Lyon y Colonia son, por este orden,
los principales núcleos urbanos editoriales. Predominan las ediciones aldinas, junto con las
de Jerónimo Roben y Nicolás Episcopio, de Simón Colinés, de Sebastián Gripho, de
Johann Walder, de Andrea Cratander, y de otros grandes impresores europeos. Entre las
ciudades españoles, Alcalá de Henares figura en cabeza, pero muy por detrás de las ciuda-
116. Le Palais de Bruxeles. Op. cit., p. 207.
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