ABRIR II PARTE. CAPÍTULO V. - Universidad Complutense de Madrid

la Moría y la Querela pacis erasmianas. Las lecciones no se vieron interrumpidas por el
viaje que realizaron Carlos V y su hijo por los estados de la Corona de Aragón, entre mayo
y diciembre de 1542. Al contrario, este viaje tuvo una importancia fundamental en su
educación, ya que supuso la definitiva implantación del Humanismo. Aunque Silíceo
acompañó a su pupilo durante todo el periplo, fue durante este viaje cuando Sepúlveda y
Honorato fueron escogidos por el Emperador para que asistieran a las lecciones de su hijo,
fray Bartolomé de las Casas entregó a Felipe una copia manuscrita de su Brevísima rela-
ción, y cuando Francisco de Borgoña dirigió al Príncipe una Exhortado ad studium. Las
clases continuaron, y su carácter itinerante no supuso una desventaja, sino más bien todo lo
contrario. La presencia de estos dos notables humanistas en la escuela palatina apanaba
definitivamente a Silíceo de la dirección escolar de don Felipe. Sus ausencias se hicieron
más largas, de manera que Honorato Juan y Calvete de Estrella, que residieron casi de
manera continua en la Corte, se convirtieron en los preceptores de hecho del Príncipe.
La visita de don Felipe a los reinos de Aragón implicó el contacto con otras cultu-
ras. En Tarragona se le obsequió con una códice que recogía una selección de las inscrip-
ciones antiguas latinas existentes en la ciudad; en Murviedro don Felipe visitó las ruinas de
Sagunto; y en Valencia el Duque de Calabria, quien años atrás había anhelado el título de
ayo principesco, regaló a aquel tres magníficos códices cuatrocentistas, escritos e ilumina-
dos en pergamino, de su biblioteca, herederada de la famosa librería que Alfonso V reunió
en Nápoles. Su contenido refleja la preocupación pedagógica que inspiró al Duque: un Tito
Livio, las Epístolas de Cicerón, y las obras de Bartolomé Facio y Antonio Panormita sobre
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las gestas, dichos y hechos de Alfonso el Magnanimo . Es también en Valencia donde
Felipe mandó comprar un Corán y conoció a los poetas Britonio y Juan Bautista Agnés,
probablemente por mediación de Honorato Juan. No olvidemos que la capital levantina era
por entonces el centro cultural de la Corona de Aragón, donde la presencia de doña Mencia
de Mendoza, noble mujer interesada por diversas razones, desde antiguo, por la educación
52.Los tres códices se conservan hoy en la Biblioteca Laurentina, dos de ellos presentan el signo
de la almohadilla (#), lo que revela su posterior reencuadernación en Salamanca: las Epistolae
ciceronianas (RBME. T-II-2), y el Facio y Panormita (RBME. f-I-9). Sólo el Tito Livio, que
carece del signo, conserva sin embargo la magnífica encuaderncaión plateresca dorada original
(RBME. g-II-2). Sobre estos códices, vid. mfra pp. y 95C-’154
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