ABRIR II PARTE. CAPÍTULO V. - Universidad Complutense de Madrid

sorprendentemente, llegaron a El Escorial sin censurar. Hasta los años ochenta del siglo
XVI no emprendieron los frailes bibliotecarios del Real Monasterio la tarea de limpiar de
herejías los libros de Felipe II.
Otra cosa muy distinta era su lectura. La diversidad de corrientes intelectuales que
se aprecia entre los preceptores del Príncipe era notable. Desde el nominalismo de Silíceo
hasta el erasmismo de Calvete, podemos encontrar el neoaristotelismo de Sepúlveda, el
erasmismo moderado de Honorato Juan, y el humanismo, aún sin determinar, de Francisco
de Vargas. Esta heterogeneidad no siempre se compaginé bien, y motivé literarias discusio-
nes ante don Felipe. A través de sus libros y de sus preceptores don Felipe entró en contac-
to, de un manera muy directa y muy meditada, con todas las grandes cuestiones y polémicas
del Renacimiento en la primera mitad del siglo XVI. El mito de una educación pacata y
escolástica debe ser desterrado. Con todas sus ventajas, pero también con algunos de sus
defectos, Felipe II fue educado como un verdadero humanista. El Rey mecenas de las artes
y de las letras, fino coleccionista y amante de los libros, constructor de El Escorial, no
surgió de la nada. Se gesté en los años de su infancia, y sobre todo, de su juventud, y se
fundamentó en su educación, lecturas, viajes y entorno cultural. El estudio del príncipe se
deslizó través de la lectura, que se veía complementada por la relecdo de alguno de sus
preceptores, presentes entonces en la Corte, y del diálogo posterior entre alumno y maestro,
o maestros. Es posible, pues, imaginar (como veremos más adelante) al joven príncipe
Felipe copiando en su cartapacio los adagia, consultando los vocablos que le supisieran
alguna dificultad en el Calepino o en la Cornucopia, descubriendo en el Dictionarium
Poeticum de Beeck la situación de islas, ciudades o ríos de la AntigUedad, así como los
argumentos de las “fabulas” de los dioses, para después ir componiendo sus propios textos,
de acuerdo con algunas de las reglas de estilo de la Copia.
Éste era el ideal pedagógico que bajo la atenta mirada de Calvete de Estrella se
instauró en la sc/zola palatina a partir de 1541. La meta de esta nueva educación humanísti-
ca consistía en enseñar las artes de hablar y escribir con elegancia, de pensar y de compor-
tarse como hombre de bien, junto con todas las disciplinas del saber humano, la historia, la
geografía, o la astrología. Sin embargo, no se trataba tanto de educar a un príncipe erudito
y humanista, dedicado al cultivo y al conocimiento exhaustivo de todas las disciplinas litera-
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