ABRIR II PARTE. CAPÍTULO V. - Universidad Complutense de Madrid

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No resulta extraño que Carranza figure entre los teólogos irenistas que participaron en las primeras sesiones del Concilio de Trento y como amigo personal de Pole. Tellechea Idigora califica a Pole y a Carranza como “dos espíritus hermanados” 71. Es cierto, ambos coincidían en la defensa de los postulados irénicos como solución a los conflictos religiosos. Y a esta tarea dedicaron buena parte de su celo en favor de la restauración católica en Ingla- terra. En 1555 Pole convocó un sínodo inglés para remediar la degradada situación del clero. Carranza tuvo en las sesiones de la asamblea una muy destacada participación. Esta preocupación por la reforma eclesiástica venía determinada en Pole por su célebre Consi- lium de emmendanda Eccíesia, y en Carranza por su Summa Conciliorum. La preocupación irénica de Carranza en Inglaterra se refleja también en los dos tratados que publicó en castellano, aunque estaban destinados en origen a los católicos ingleses: la Instrucción y doctrina de como todo christiano deue ayr missa y assistir a la celebración y santo sacnficio (Amberes, 1555), y los Comentarios sobre el Catechismo Christiano (Amberes, 1558). Precisamente, el Sínodo inglés encargó a Carranza que redactara un Catecismo72. Al mismo tiempo, el dominico navarro reinstauró las procesiones del Corpus Christi en Hampion Court y en Londres (1555 y 1556), trabajó en la reforma de las universidades y aconsejó a 73 Felipe lila política a seguir, estando todos los días “con el Rey dos o tres horas a solas” Sin embargo, la labor de Carranza en Inglaterra ha sido descrita siempre con tintes sombríos. En 1556 Carranza aconsejó el máximo rigor en el caso del arzobispo Craniner, y al año siguiente participó en la quema de los huesos de la monja Casauria, esposa del após- tata Pedro Mártir, entenada en la Universidad de Oxford, y del luterano Martin Butzer, enterrado en la de Cambridge. Su lucha total contra la herejía en Inglaterra y su apoyo a los métodos represivos utilizados por hombres como Bonner, obispo de Londres, le granjearon el apelativo de “el fraile negro”, e incluso motivaron un intento de asesinato contra él. Por 71 .TELLECHEA (UXRJXC J Ignacio. Fray Bartolomé Carranza y el Cardenal Pote. Un navarro en la restauración católica de Inglaterra (155*1558). (Pamplona, 1977), p. 134. 72.Ibídem, p. 71. 73.Ibtdem, p. 41. En declaración del maestro Motiloa. 725
último, se afirma que era tan hostil como Bonner, si no más, ante los intentos de otros clérigos españoles de concentrar susrecursos en asegurar la retractación y la reconciliación 74 de las principales figuras protestantes inglesas . Pero conociendo el espiritualismo carran- ciano, resulta difícil de creer que fuera partidario de la vía dura contra los herejes y negara validez a la vía irénica. Más bien parece que se ha impuesto con el tiempo cierta “leyenda negra inglesa sobre el prelado, reforzada en las últimas décadas por las propias declaracio- nes de Carranza durante su proceso, interesado en exagerar la dureza de sus actuaciones y posturas frente a la herejía en Inglaterra. Lo cierto, sin embargo, es que Carranza trató de conciliar posturas con los herejes buscando la conciliación. Él no pidió la condena a muerte de Crammer porque hubiera sido un hereje, sino porque seguía siéndolo y no se retractaba. Recordemos que los irenistas no dejaban de ser católicos, y que su búsqueda de una conciliación evangelica no significaba una creencia en la libertad de conciencia o de fe. Para ellos, el hereje seguía siendo un pecador contra Dios y su Iglesia. Sin embargo, si Carranza pudo ser enjuiciado por la Inquisición pocos años después, fue por su excesiva comprensión con algunos de los enjui- ciados en los autos de fe de Valladolid (1559). Su espíritu irénico había atraido a ciertos heterodoxos castellanos. Carranza los recibió con cordialidad cristiana, discutiendo con ellos asuntos de fe y dejándoles marchar. Un esquema de actuación, como vemos, plena- mente irénico. Antes convencer que imponer. Esto se explica por medio del pietismo ca- rranciano, en el que la justificación por la fe tenía un lugar de singular importancia. Quizá sea aquí donde mejor se muestra el irenismo de Carranza. Como señala Bataillon, la actitud religiosa que el fraile navarro adopta en sus Comentaríos “se emparienta extraordinariamen- te con el Enchiridion, o con el iluminismo de la fe santificante que llegó a ser, después de “‘75 Erasmo, la religión de los conciliadores El irenismo católico va unido en el último cuarto de siglo que precede al triunfo de Trento al campo de la justificación por la fe. La divisa, “Sola fides”, fue la señal de unión 74.RODRIGUEZ-SALGADO, Mia J. Un imperio en transición. Carlos 1’, Felipe II y su mundo. (Ed. Crítica, Barcelona, 1992), p. 300. 75.BATAILLON. Erasmo y España. Op. cit., p. 519. 726
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