ABRIR II PARTE. CAPÍTULO V. - Universidad Complutense de Madrid

para una minoría de humanistas y de teólogos conciliadores. Pole, Contarini, Morone,
Campen, Isidoro Clario o Pflug, se destacaron como partidarios de la justificación por la fe.
Todos ellos eran irenistas. En España, Carranza, fray Pedro de Soto y Constantino Ponce
de la Fuente se unen al movimiento. La doctrina de la justificación de Juan de Valdés influ-
yó tanto en Carranza como en Constantino, llegando el primero a poseer textos del refor-
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mador español . No vamos a realizar aquí una disgresión sobre el concepto teológico de la
justificación por la fe en la primera mitad del siglo XVI. Aparte de otras consideraciones,
creemos que ya es bien conocido como la fe se ofrecía, tanto para protestantes como para
católicos, a modo de único nexo común válido y eterno. Si había que llegar a la concilia-
ción entre ambas comunidades, la fe era la base sobre la que debería construirse cualquier
entendimiento. De aquí que la doctrina de la justificación fuera abrazada con tanta fuerza
por los irenistas católicos. En 1541 Contarini sacó a la luz su Epistola de justificatione,
dentro del ámbito de las sesiones del Coloquio de Ratisbona. En esta reunión, ejemplo de la
política irenista ante la división religiosa en Alemania, se aprobó un acuerdo sobre la
fórmula de la doble justificación, propuesto al Emperador como doctrina del Imperio. En
Trento y en el nuevo coloquio de Ratisbona (1546) la justificación por la fe siguió unida al
irenismno como fórmula de conciliación religiosa, de modo que en el Interim de Augsburgo
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(1548) la justificación aparece como pieza angular del mismo . Que Carranza se adhiriera a
esta corriente nos dice mucho acerca de su irenismo religioso. Escribe en sus Comentarios:
La razón y la fe se han de entender como dos nortes con los cuales navegamos en
esta vida, como los que navegan a las Indias se gobiernan por este norte que vemos en
España, y, llegados a cierto punto, es necesario perder este norte y guiarse y navegar por el
otro. Así en la vida presente habemos de comenzar nuestra navegación por el norte de la
razón y reglar nuestras obras por él. Pero si queremos ser cristianos, es necesario para
nuestra navegación, en la maypr parte de la vida, perder este norte y navegar por la fe, y
reglar nuestras obras por e la”
76. Vid, a este respecto TELLECHEA IDIGORAS, José Ignacio. El arzobispo Carranza y su
tiempo. Op. cit. 1, Pp. 350-452; y del mismo autor, “Juan de Valdés y Bartolomé Carranza.
La apasionante historia de un papel”. Revista Española de Teología. 21(1961), pp. 289-324.
77.Vid. BATAILLON. Erasmo y España. Op. cit., pp. 497-500.
78.Ibídem, p. 519.
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