RE La ciudad de los muertos - La Biblioteca del Cuadrado de Binomio
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Capítulo 18<br />
Tratando <strong>de</strong> no respirar muy profundamente, León llegó al fondo <strong>de</strong> la<br />
escalera <strong>de</strong> metal y se giro rápidamente, apuntando su Magnum en la gruesa<br />
penumbra. El agua turbia chapoteaba bajo sus botas, y cuando sus ojos se<br />
acostumbraron a la escasa luz, vio la fuente <strong>de</strong>l terrible olor.<br />
Partes <strong>de</strong> ella, en cualquier caso...<br />
El túnel <strong>de</strong>l subsuelo que se alargaba enfrente <strong>de</strong> él estaba cubierto <strong>de</strong><br />
trozos <strong>de</strong> cadáveres, cuerpos humanos que habían sido <strong>de</strong>spedazados.<br />
Extremida<strong>de</strong>s, cabezas y torsos estaban esparcidos aleatoriamente por todo el<br />
pasaje <strong>de</strong> piedra, bañados por <strong>los</strong> pocos centímetros <strong>de</strong> oscura agua que cubría<br />
el suelo.<br />
—¿León? ¿Hay algo? —<strong>La</strong> voz <strong>de</strong> Ada resonó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el círculo <strong>de</strong> luz<br />
encima <strong>de</strong> la escalera, provocando ecos a su alre<strong>de</strong>dor. León no respondió, tenía<br />
su conmocionada mirada fija en la terrible escena, mientras su mente trataba <strong>de</strong><br />
reunir las partes trituradas para calcular un número.<br />
¿Cuántos? ¿Cuántas personas?<br />
Demasiados para contar<strong>los</strong>. Vio una cabeza sin cara, con el largo pelo<br />
envolviéndola en una nube.<br />
El tronco <strong>de</strong>capitado <strong>de</strong> una mujer gruesa, con un pecho sobresaliendo <strong>de</strong>l<br />
agua y meciéndose a su compás. Un brazo todavía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>los</strong> restos hechos<br />
jirones <strong>de</strong> la manga <strong>de</strong> una camisa <strong>de</strong> policía. Una pierna <strong>de</strong>snuda, que aún<br />
llevaba un calcinador <strong>de</strong> gimnasia puesto. Una mano agarrotada, con <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos<br />
blancos y relucientes.<br />
¿Una docena? ¿Veinte?<br />
—¿León?<br />
El tono <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong> Ada se había agudizado un poco.<br />
—Está... Está bien —contestó mientras se esforzaba para que su voz no<br />
sonara entrecortada—. No se mueve nada.<br />
—Voy a bajar —dijo ella.<br />
Se alejó un poco <strong>de</strong> la escalerilla para <strong>de</strong>jarle sitio y recordó algo que ella<br />
había dicho antes sobre unos cuerpos arrojados allí...<br />
Ada saltó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el último peldaño <strong>de</strong> metal y lanzó unas cuantas<br />
salpicaduras por el túnel. Los ojos <strong>de</strong> León ya se habían adaptado lo suficiente a<br />
la escasa luz para advertir el gesto <strong>de</strong> asco en sus <strong>de</strong>licados rasgos. Asco, y algo<br />
parecido a la tristeza.<br />
—Se produjo un ataque en el garaje —dijo Ada en voz baja—. Catorce o<br />
quince personas murieron...<br />
Su voz se <strong>de</strong>svaneció poco a poco y dio un paso para pasar a su lado y<br />
echar un vistazo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> más cerca a <strong>los</strong> restos mutilados. Cuando habló <strong>de</strong><br />
nuevo, su voz reflejó un tono <strong>de</strong> preocupación.<br />
—No llegué a presenciar el ataque, pero no creo que <strong>los</strong> <strong>de</strong>spedazaran <strong>de</strong><br />
ese modo...