RE La ciudad de los muertos - La Biblioteca del Cuadrado de Binomio
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inconsciente su colgante <strong>de</strong> oro y le <strong>de</strong>scribía <strong>los</strong> sonidos que había oído<br />
mientras se hallaba en el fondo <strong>de</strong>l pozo <strong>de</strong> drenaje.<br />
—Y se alejaba, lo mismo que un tren. Me hizo pasar mucho miedo, porque<br />
el ruido era muy fuerte.<br />
Allí estaba, justo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la pequeña pantalla <strong>de</strong>l monitor que se<br />
encontraba encima <strong>de</strong> la consola: un código <strong>de</strong> regreso y un grupo <strong>de</strong> diez<br />
teclas. Claire introdujo el código y pulsó la tecla <strong>de</strong> «intro»: la cámara se inundó<br />
con el sonido <strong>de</strong>l zumbido <strong>de</strong> la maquinaria que se ponía en funcionamiento. El<br />
sonido <strong>de</strong> un tren.<br />
—Eres una chiquita muy inteligente, ¿sabes? —le dijo Claire, y el rostro <strong>de</strong><br />
Sherry se iluminó, con toda su cara arrugada por la gran sonrisa que apareció<br />
en ella.<br />
Claire le ro<strong>de</strong>ó <strong>los</strong> hombros con un brazo y regresaron hacia el extremo <strong>de</strong>l<br />
andén para esperar la llegada <strong>de</strong>l tren.<br />
<strong>La</strong>s luces <strong>de</strong>l tranvía aparecieron <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> unos cuantos segundos. Los<br />
dos pequeños círcu<strong>los</strong> <strong>de</strong> luz se fueron haciendo más y más gran<strong>de</strong>s mientras<br />
<strong>los</strong> observaban llegar. Después <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> apuros que habían pasado, Claire<br />
<strong>de</strong>cidió que sería todo lo optimista que pudiera sobre aquel acontecimiento. En<br />
primer lugar, para alejar cualquier i<strong>de</strong>a sobre cualquier próximo hecho horrible<br />
que pudiera ocurrir. El tren las sacaría <strong>de</strong> la <strong>ciudad</strong>, sin duda, y estaría repleto<br />
<strong>de</strong> comida y <strong>de</strong> agua. Tendría duchas y ropas limpias y tibias...<br />
Naaa, olvida eso. Una bañera llena <strong>de</strong> agua caliente, un par <strong>de</strong> esos albornoces<br />
peludos y unas zapatillas calentitas.<br />
Eso estaría bien, pensó, pero se conformaría con cualquier otra cosa que no<br />
incluyera monstruos o gente con trastornos mentales. Miró a Sherry y se dio<br />
cuenta <strong>de</strong> que todavía estaba manoseando el colgante.<br />
—¿Qué es lo que tienes ahí? —preguntó, <strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> que Sherry sonriera<br />
<strong>de</strong> nuevo—. ¿Tienes una foto <strong>de</strong> tu novio o algo así?<br />
—¿Aquí <strong>de</strong>ntro? Oh, no, no es un medallón para fotos —contestó Sherry, y<br />
Claire se alegró <strong>de</strong> ver en sus mejillas asomó un ligero tono <strong>de</strong> rubor—. Mi<br />
madre me lo regaló. Es un amuleto <strong>de</strong> buena suerte... y no tengo novio. Los<br />
chicos <strong>de</strong> mi edad son unos críos todavía.<br />
<strong>La</strong> sonrisa <strong>de</strong> Claire se hizo aún más amplia.<br />
—Acostúmbrate, cariño. Por lo que yo he visto, algunos <strong>de</strong> el<strong>los</strong> jamás<br />
terminan <strong>de</strong> crecer.<br />
El tren ya estaba lo bastante cerca para ver su silueta. Se trataba <strong>de</strong> un<br />
único coche <strong>de</strong> unos cinco o seis metros <strong>de</strong> largo que avanzaba con suavidad<br />
bajo su guía superior.<br />
—¿Adón<strong>de</strong> crees que lleva? —preguntó Sherry, y antes <strong>de</strong> que Claire<br />
respondiera, la puerta <strong>de</strong>l andén saltó por <strong>los</strong> aires.<br />
<strong>La</strong> escotilla estalló hacia <strong>de</strong>ntro, arrancada <strong>de</strong> cuajo <strong>de</strong> <strong>los</strong> goznes con un<br />
chillido <strong>de</strong> metal y un tremendo estampido contra el suelo...<br />
Claire agarró a Sherry y la acercó a su cuerpo, mientras el enorme Señor X<br />
entraba, doblando su cuerpo <strong>de</strong> lado y hacia abajo para pasar a través <strong>de</strong> la<br />
estrecha abertura que representaba para él la puerta. Su mirada sin alma se fijó<br />
inmediatamente en ellas.