RE La ciudad de los muertos - La Biblioteca del Cuadrado de Binomio
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Capítulo 5<br />
León corrió al lado <strong>de</strong> la chica mientras intentaba <strong>de</strong> forma <strong>de</strong>sesperada<br />
recordar el trazado general <strong>de</strong> la <strong>ciudad</strong>. El callejón <strong>de</strong>bería dar a la calle Ash,<br />
no <strong>de</strong>masiado lejos <strong>de</strong> Oak Street, la calle don<strong>de</strong> estaba el edificio <strong>de</strong> la<br />
comisaría... situado a más <strong>de</strong> quince manzanas al oeste <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se<br />
encontraban en ese momento. A menos que consiguieran algún medio <strong>de</strong><br />
transporte, no lograrían llegar. Sólo le quedaba el cargador que ya tenía metido<br />
en la pistola, y sólo cuatro balas en su interior. Por <strong>los</strong> sonidos que surgían <strong>de</strong><br />
las sombras <strong>de</strong>l callejón, había docenas, quizá centenares <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> seres en su<br />
interior.<br />
Cuando llegaron al final <strong>de</strong>l callejón, León levantó la mano y frenó el ritmo<br />
<strong>de</strong> la carrera hasta convertirlo en un trote. Echó un vistazo a la calle mal<br />
iluminada. No pudo ver mucho, pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se hallaban hasta la<br />
siguiente farola, había unas once o doce criaturas a su <strong>de</strong>recha, tambaleándose y<br />
trastabillando mientras atravesaban la pestilente oscuridad. A la izquierda sólo<br />
había tres, no muy lejos <strong>de</strong>...<br />
¡Aleluya!<br />
—¡Allí!<br />
León señaló con el <strong>de</strong>do un coche patrulla <strong>de</strong> la policía que estaba<br />
aparcado justo al otro lado <strong>de</strong> la calle, sintiendo una oleada <strong>de</strong> alivio y<br />
esperanza. No vio agente alguno: ya era pedir <strong>de</strong>masiado... pero las dos puertas<br />
<strong>de</strong>lanteras estaban abiertas, y las tres cosas que vagabun<strong>de</strong>aban en sus<br />
cercanías no llegarían a tiempo <strong>de</strong> impedir que entrasen. Aunque las llaves no<br />
estuviesen puestas, en su interior había una radio y <strong>los</strong> cristales eran a prueba<br />
<strong>de</strong> bala. Probablemente podrían resistir frente a <strong>los</strong> cadáveres ambulantes hasta<br />
que llegase la ayuda...<br />
—Es la única oportunidad que tenemos. ¡Vamos!<br />
Dudó el tiempo suficiente como para que la chica asintiera con un gesto <strong>de</strong><br />
la cabeza, con su pelo recogido en una cola <strong>de</strong> caballo agitándose por el brusco<br />
movimiento. Un instante <strong>de</strong>spués, ambos volvieron a echar a correr hacia el<br />
coche <strong>de</strong> policía, y el asfalto se convirtió en un borrón bajo sus pies. León<br />
mantuvo su arma apuntada hacia las criaturas que estaban más cerca <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, a<br />
unos quince metros. Deseaba dispararles, impedirles que dieran un solo paso<br />
más hacia el<strong>los</strong>, pero sabía que <strong>de</strong>bía ahorrar munición, que no podía permitirse<br />
el lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sperdiciar la poca que le quedaba.<br />
Dios mío, por favor, que las llaves estén puestas...<br />
Llegaron hasta el coche al mismo tiempo y se separaron. <strong>La</strong> chica se <strong>de</strong>svió<br />
para entrar por la puerta <strong>de</strong>l acompañante, y León se dio cuenta horrorizado <strong>de</strong><br />
que probablemente ella pensaba que era su coche. Esperó a que cerrara la<br />
puerta <strong>de</strong> un portazo antes <strong>de</strong> entrar <strong>de</strong> un salto y colocarse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l volante.<br />
Una pequeña pero aterrorizada parte <strong>de</strong> su mente le gritaba que era su primer<br />
día <strong>de</strong> servicio mientras se apresuraba a cerrar la puerta <strong>de</strong> un tirón.