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RE La ciudad de los muertos - La Biblioteca del Cuadrado de Binomio

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—¿Miedo <strong>de</strong> qué?<br />

—De que no lo lograras. De que yo no lo lograra al intentar mantenernos a<br />

<strong>los</strong> dos a salvo.<br />

—Ada, ¿<strong>de</strong> qué estás hablando?<br />

León se dirigió al banco y se sentó a su lado. Ella bajó la vista hasta sus<br />

manos y siguió hablando en voz baja.<br />

—Mientras te estaba buscando, allá en las alcantarillas, <strong>de</strong>scubrí un mapa<br />

en una pared —explicó—. Mostraba lo que parecía ser una especie <strong>de</strong> fabrica o<br />

<strong>de</strong> laboratorio subterráneo y, si el mapa era correcto, existe un túnel que lleva<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí hasta las afueras <strong>de</strong> la <strong>ciudad</strong>. —Ella lo miró a <strong>los</strong> ojos, y parecía<br />

realmente alterada—. León, no creí que estuvieras en condiciones <strong>de</strong> realizar un<br />

recorrido como ése, tal como estás. Y también tenía miedo <strong>de</strong> que si te llevaba<br />

conmigo, <strong>de</strong> que si llegábamos a un callejón sin salida o una <strong>de</strong> esas criaturas<br />

nos atacaba...<br />

León asintió con lentitud. Ella había intentado protegerse... y protegerlo a<br />

él.<br />

—Lo siento —volvió a <strong>de</strong>cir—. Debería habértelo dicho. No <strong>de</strong>bería<br />

haberte <strong>de</strong>jado allí <strong>de</strong> ese modo. Después <strong>de</strong> todo lo que has hecho por mí, yo...<br />

yo al menos <strong>de</strong>bía haberte dicho la verdad.<br />

<strong>La</strong> pena y la culpa que sus ojos mostraban no podían simularse. León<br />

extendió su mano para tomar la <strong>de</strong> ella, dispuesto a <strong>de</strong>cirle que lo entendía y<br />

que no <strong>de</strong>bía culparse por ello...<br />

Entonces oyó un fuerte golpe en el exterior. Todo el transporte se<br />

estremeció, muy ligeramente, pero lo suficiente para que a <strong>los</strong> dos se les tensara<br />

el cuerpo.<br />

—Probablemente se trata <strong>de</strong> un pequeño salto en <strong>los</strong> raíles... —sugirió<br />

León, y Ada asintió, mirándolo con una intensidad que lo hizo sentir<br />

agradablemente incómodo. También sintió que un repentino calor empezaba a<br />

recorrerle el cuerpo...<br />

¡Baaam!<br />

Y Ada salió <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong>l banco, arrojada al suelo por algo curvado que<br />

había atravesado la pared <strong>de</strong>l transporte y que había <strong>de</strong>sgarrado la superficie<br />

<strong>de</strong> metal <strong>de</strong>l costado <strong>de</strong>l habitáculo como si en realidad sólo fuera papel. Era un<br />

puño, un puño con garras <strong>de</strong> hueso, cada una <strong>de</strong> más <strong>de</strong> treinta centímetros <strong>de</strong><br />

largo, garras <strong>de</strong> la que goteaba...<br />

—¡Ada!<br />

<strong>La</strong> gigantesca mano se retiró, y sus garras ensangrentadas abrieron nuevos<br />

agujeros en la pared metálica mientras León se <strong>de</strong>jaba caer al suelo al lado <strong>de</strong><br />

Ada y agarraba su cuerpo inerte, arrastrándola al centro <strong>de</strong>l transporte. Un<br />

terrible aullido recorrió la oscuridad en movimiento <strong>de</strong>l exterior. León estuvo<br />

seguro <strong>de</strong> que se trataba <strong>de</strong>l mismo aullido que habían oído antes en la<br />

comisaría, sólo que esta vez era mucho más violento, mucho más cercano, e<br />

incluso mucho más inhumano que antes.<br />

León mantuvo agarrada a Ada con su brazo sano, sintiendo el cálido goteo<br />

<strong>de</strong> la sangre empaparle su costado <strong>de</strong>recho, sintiendo su peso muerto sobre su<br />

pecho ja<strong>de</strong>ante.

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