RE La ciudad de los muertos - La Biblioteca del Cuadrado de Binomio
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Capítulo 28<br />
Annette Birkin salió a gatas <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l aplastante peso <strong>de</strong>l frío metal,<br />
sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> empuñar la pistola, pero sin el frasco <strong>de</strong> virus-G. Cuando abrió la<br />
boca para gritar su furia, para mal<strong>de</strong>cir a Dios por la injusticia <strong>de</strong> su terrible<br />
suplicio, un chorro <strong>de</strong> sangre salió <strong>de</strong> entre sus labios, como un torrente medio<br />
coagulado. Mío, mío, mío... Logró levantarse sin saber ni cómo.<br />
Ada se dijo a sí misma que, <strong>de</strong> todas maneras, no se merecía la buena<br />
opinión <strong>de</strong> León Kennedy. Nunca se la había merecido.<br />
Perdóname...<br />
Cruzó corriendo la pasarela proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la zona <strong>de</strong> <strong>de</strong>scarga,<br />
<strong>de</strong>sesperado por el miedo que sentía por ella, y Ada salió <strong>de</strong> las sombras y lo<br />
apuntó con la Beretta a la espalda.<br />
—¡León!<br />
Él se giró inmediatamente, y Ada sintió que la garganta se le quedaba<br />
atenazada cuando vio la expresión <strong>de</strong> alivio que le recorrió la cara... y se esforzó<br />
por no sentir nada más cuando la sonrisa <strong>de</strong> alegría <strong>de</strong> León se convirtió en un<br />
gesto <strong>de</strong> amargura, que borró por completo la sonrisa.<br />
¡Dios, perdóname!<br />
—Te he estado esperando —dijo, sin sentir el menor orgullo por lo<br />
tranquila y calmada que sonó su voz. Lo fría y profesional que le pareció.<br />
<strong>La</strong>s alarmas siguieron sonando, y la voz mecánica sonó casi con la misma<br />
frialdad que la suya, indicándoles que la secuencia <strong>de</strong> auto<strong>de</strong>strucción no podía<br />
<strong>de</strong>tenerse. No tenía tiempo <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar que León se hiciese a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que era un<br />
monstruo tan carente <strong>de</strong> alma como uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> zombis que se habían<br />
encontrado o la criatura en que se había convertido Birkin.<br />
—El virus-G —le dijo—. Dámelo.<br />
León no movió ni un músculo.<br />
—Me dijo la verdad —sin un atisbo <strong>de</strong> ira, sólo con un dolor que era más<br />
<strong>de</strong> lo que Ada quería oír—. Trabajas para Umbrella.<br />
—No —Ada negó con la cabeza—, pero tampoco es asunto tuyo para<br />
quién trabajo. Yo, yo...<br />
Ada sintió, por primera vez en muchos años, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que era una chiquilla,<br />
el picor <strong>de</strong> las lágrimas en sus ojos, y <strong>de</strong> repente, lo odió por ello, por hacer que<br />
se odiase a sí misma.<br />
—¡Lo he intentado! —gritó con un lamento. Toda su compostura fue<br />
barrida por el feroz torrente <strong>de</strong> rabia que recorrió su cuerpo—. ¡Intenté per<strong>de</strong>rte<br />
<strong>de</strong> vista en la fábrica! ¡Y a<strong>de</strong>más, tenías que quitárselo, ¿verdad? ¡No podías<br />
<strong>de</strong>járselo encima!<br />
Ella vio la compasión reflejada en su rostro y sintió que su furia se<br />
<strong>de</strong>svanecía, reemplazada sin tregua por una oleada <strong>de</strong> pena, pena por lo que