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TIEMPO DE FIESTA - Junta de Castilla y León

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<strong>de</strong>sconocido, el miedo a las fuerzas externas, el sometimiento in<strong>de</strong>seado a energías<br />

po<strong>de</strong>rosas”. El hombre se encuentra en una situación <strong>de</strong> in<strong>de</strong>fensión y sometido<br />

a situaciones que le <strong>de</strong>sbordan. Esta situación “le hace experimentar y proyectar<br />

agencias, fuerzas y po<strong>de</strong>res como existentes y operantes en el exterior; en tensión<br />

permanente con él”. Estas energías pue<strong>de</strong>n ser concebidas como personales e individuales,<br />

a las que se pue<strong>de</strong> suplicar mediante oraciones y sacrificios (religión) o son<br />

conceptualizadas como impersonales, con lo que sólo son controladas mediante artes<br />

mágicas. Estas artes mágicas son esencialmente dos: la palabra, a través <strong>de</strong> fórmulas<br />

coercitivas, y los gestos y a<strong>de</strong>manes; ambas permiten controlar esos po<strong>de</strong>res en beneficio<br />

propio (Lisón Tolosana, 1983, 27-32).<br />

Ahora bien, esa magia siempre se ha ejercido por personas capaces <strong>de</strong> ponerse en<br />

comunicación con esas energías personales e impersonales y que les dotan <strong>de</strong> po<strong>de</strong>res<br />

especiales, llámense magos, hechiceros o chamanes. Luego no actúan per se, sino<br />

en lugar <strong>de</strong> aquel que les confiere dicho po<strong>de</strong>r, actuando exactamente igual que actuó<br />

ese antepasado en el tiempo primigenio. De ahí que las ceremonias mágicas siguen<br />

un ritual muy estricto que hay que cumplir, si queremos que los resultados sean los<br />

<strong>de</strong>seados. Pues bien, las mascaradas invernales siguen en sus ritos mágicos esa filiación,<br />

siendo la máscara la receptora <strong>de</strong> esa energía, <strong>de</strong>l espíritu <strong>de</strong> los antepasados<br />

y <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r que ellos tienen. A esa energía y ser nosotros los estamos i<strong>de</strong>ntificando<br />

con los démones o <strong>de</strong>monios clásicos.<br />

“Los <strong>de</strong>monios están entre los dioses y los hombres y son siempre <strong>de</strong>positarios <strong>de</strong><br />

un po<strong>de</strong>r mágico [...]. También se recurre a las almas <strong>de</strong> los difuntos [...]. Las almas<br />

no se distinguen <strong>de</strong> los démones...” Pero la magia tiene un tiempo y unos espacios<br />

favorables para ejercitarla; entre los tiempos, el amanecer y el anochecer, junto con<br />

la noche; entre los espacios, caminos, calles, lin<strong>de</strong>ros (Plinio, Naturalis Historia, 24,<br />

171); también las encrucijadas y los cementerios. “En el lugar elegido se marca el<br />

templum o círculo mágico en que <strong>de</strong>be efectuarse la ceremonia [...]”. Entre los instrumentos<br />

para conseguir la magia están, entre otros, “los hilos y cintas <strong>de</strong> diversos<br />

colores, sin que falte el rojo, que es tenido por color <strong>de</strong>moníaco (Papiro <strong>de</strong> París,<br />

3086 ss.; Ovidio, Amores, 3, 7, 23) [...]. La magia se apropia también <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> los números impares (Virgilio, Egloga, 8, 70), <strong>de</strong>l tres, cuatro, <strong>de</strong>l doce, <strong>de</strong>l siete,<br />

<strong>de</strong>l noventa y nueve” (Guillén, 1980, III, 154-157).<br />

Y vemos que nuestras mascaradas están llenas <strong>de</strong> simbolismo a nada que prestemos<br />

atención. ¿Cómo no darse cuenta <strong>de</strong> esa ley mágica <strong>de</strong> contacto en el roce <strong>de</strong> los<br />

cuernos con las mozas o la ley <strong>de</strong> semejanza en la simulación <strong>de</strong>l proceso <strong>de</strong> sembrar<br />

en pleno mes <strong>de</strong> diciembre o enero? Pero es que hasta nosotros han llegado ejemplos<br />

<strong>de</strong> esos rituales mágicos que <strong>de</strong>scriben los clásicos o Guillén. El templum o círculo<br />

mágico lo traza con ceniza la Filandorra en Riofrío <strong>de</strong> Aliste en torno al Ciego moribundo<br />

y, posteriormente resucita. ¿Y no lucen nuestros Diablos multitud <strong>de</strong> cintas<br />

<strong>de</strong> colores? ¿Cómo no darse cuenta <strong>de</strong> la machacona repetición <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminados<br />

números, entre los cuales el tres se lleva la palma, al <strong>de</strong>scribir a los personajes y sus<br />

acciones?<br />

Estas cintas <strong>de</strong> colores y número también las ofrece la pharmaceutria o hechicera<br />

<strong>de</strong> Virgilio (Egloga VIII) cuando “manda a su criada ceñir el altar <strong>de</strong> vendas y traer<br />

incienso y verbenas; ofrece a la diosa cintas <strong>de</strong> tres colores; pasea tres veces en torno<br />

al altar la efigie <strong>de</strong> su amado...” (en Menén<strong>de</strong>z Pelayo, 1992, 389).<br />

Si este texto <strong>de</strong> Virgilio nos lleva a la magia <strong>de</strong>l número tres, Tibulo, que practicaba<br />

ritos mágicos, señala en la Elegía V:<br />

“Cuando <strong>de</strong> acerbo mal presa te viste<br />

Mi ruego te salvó. De azufre puro<br />

tres veces por mi afán lustrada fuiste<br />

mientras cantó la maga su conjuro,<br />

85<br />

MASCARADAS <strong>DE</strong> ASTILLA Y LEÓN<br />

Bernardo Calvo Brioso | Ed. <strong>Junta</strong> <strong>de</strong> <strong>Castilla</strong> y <strong>León</strong>

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