vigencia de los conceptos psicoanalíticos - psicoanalisis freud 1

Una apuesta a la singularidad
en un caso de violencia familiar
Inés Arjovsky, * Mercedes Utrera ** y Agustina Muchenik ***
Cuando las situaciones de violencia familiar son judicializadas, una de las
medidas que se toma en esa instancia es la derivación de las personas
implicadas a tratamiento psicológico. Presentaremos un recorte clínico
de un paciente derivado al equipo de Violencia Familiar del Servicio de
Psicopatología de un Hospital General que viene a dar cuenta de la vigen-
cia de los conceptos freudianos en la práctica clínica actual.
Alberto llega al equipo de Violencia Familiar por haber sido denunciado
por su pareja, debido a reiteradas agresiones. La primera entrevista co-
mienza con un obstáculo. Alberto expresa que quiere comenzar un trata-
miento pero que preere no ser atendido por una mujer. Dice: “hay cosas
que con usted no voy a poder hablar”. La analista apuesta: “en el servicio
no hay hombres, le propongo que empecemos el tratamiento, seguramen-
te habrá otras cosas de las que sí podrá hablar”.
Alberto cuenta que las discusiones con su pareja se dan porque él es
“distraído, impuntual, disperso”. Admite sin pudor que está en pareja con
su mujer por “comodidad” y conesa: “estoy siempre en guerra con las
mujeres”. Da sus razones: “no fui criado por mi madre por eso perdí el
sentimiento de lo que es una mujer”. Su madre era una “enferma mental,
una discapacitada”. Una mujer que “aparecía por unos días y desaparecía
meses”. El paciente fue criado por sus abuelos, “gallegos brutos que no
se comunicaban con nadie”, que lo “cuidaban en lo principal”, es decir,
MESA DE TRABAJOS LIBRES. CLÍNICA DE ADULTOS
las “necesidades elementales”.
Alberto ubica una etapa que dene como “autista”, desde los 13 a los 20
años, en la que se sentía “menos que todos”. Dice: “los demás tenían la
iniciativa y yo los seguía como un perrito”, “iba a los bailes, la música me
hacía vibrar por dentro, pero yo no podía hacer nada”. Esta etapa culmina
para él cuando ingresa al servicio militar, gracias al “contacto forzado”
con los otros. Al salir del servicio militar, su abuelo le da a elegir: el taxi
o el colectivo.
Alberto repite el mismo guión todos los días: sale sin ganas a manejar su
taxi, a agredir a los pasajeros porque le dan motivos: lo tratan de manera
“prepotente”, lo quieren “pasar por encima”. Un odio generalizado acom-
paña sus actos. Maniesta querer ser “el rey de la humillación”. Descar-
gar la bronca le produce una “intensa satisfacción”.
Alberto considera a su abuelo como la gura más importante de su infan-
cia, su “ídolo”. Al ser interrogado por esto, Alberto dice no comprender
dicha admiración ya que él fue testigo, a sus siete años de edad, de es-
cenas donde el abuelo “manoseaba y toqueteaba” a su madre. Se pre-
gunta cómo, a pesar de esto, llegó a partir con un erro la cabeza de un
tío que ofendía verbalmente a su abuelo.
Transcurrido un tiempo de tratamiento comienza a contar sus “costum-
bres privadas” y relata con detalle prácticas “higiénicas” que no puede
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