vigencia de los conceptos psicoanalíticos - psicoanalisis freud 1

Entre la creación 1 y la invención 2
Stella Maris Aguilera *
Que algunas de las creaciones artísticas más grandiosas y avasalladoras
permanezcan oscuras para nuestro entendimiento es para Sigmund Freud
una paradoja. “Uno las admira, se siente subyugado por ellas, pero no
sabe decir qué representan.” 3 Es lo que le ocurre con la estatua del Moi-
sés de Miguel Angel desde su primera visita a Roma. No puede evitar ir a
verla una y otra vez, permaneciendo largas horas frente a la escultura,
estudiándola, midiéndola y dibujándola.
Lo que está en juego en Freud espectador, es algo del orden de un enigma
y a la vez un afecto, el encantamiento. Uno no es sin el otro, y los puede
anudar expresándolo anónimamente en un ensayo publicado en la revista
Imago en 1914, diez años antes de que decida revelar su autoría.
En este artículo Freud se conesa un profano del arte. Lo que más le
atrae de una obra es su contenido, en detrimento de sus propiedades
formales y técnicas, las cuales desconoce. Las creaciones poéticas y
escultóricas ejercen sobre él un poderoso inujo, más raramente las pin-
turas y nulamente la música, terreno en el que se siente incapaz de obte-
ner gozo alguno, quizás, a causa de cierta disposición racionalista que le
impide conmoverse si no puede obtener una explicación que lo conforme.
Dice: “Siempre quise aprehender a mi manera, o sea, reduciendo a con-
ceptos aquello a través de lo cual obraban sobre mí de ese modo.” 4
Entendemos ahora por qué Freud vacila en revelar su autoría. Considera
que “ante una de esas creaciones magistrales cada quien dice algo diver-
so, y nada que al simple admirador le resuelva el enigma.” 5 Además, la
MESA DE TRABAJOS LIBRES. ARTE Y PSICOANÁLISIS
mayor parte de esas interpretaciones no contribuyen a esclarecer este
fenómeno. Lo verdaderamente cautivante es el propósito del artista ex-
presado en la obra, al lograr que cada espectador pueda aprehenderlo
más allá del intelecto, reproduciendo en cada uno “la constelación psíqui-
ca que prestó al artista la fuerza pulsional para su creación.” 6
Se interroga luego, ¿es posible expresar en palabras aquello que el artis-
ta se propone a través de sus creaciones? Sin embargo, desde esta po-
tencial renuencia la obra misma es la expresión de lo que no puede ser
dicho pero sí mostrado incluso exhibido.
¿De qué modo el arte puede aclarar el psicoanálisis? ¿Acaso nos sirve de
modelo para comprender cómo se constituye la vida anímica?
En “El interés del psicoanálisis para la ciencia del arte” 7 lo dene como
una actividad cuya vía conduce a la mitigación de los deseos insatisfe-
chos, tanto en el creador como luego en el espectador. Lo que el artista
busca en primera instancia es su propia liberación, de este modo brinda
un aporte a aquellos que padecen de los mismos deseos retenidos, co-
municando esas fantasías transformadas en una obra de arte.
Freud abreva en la noción de creación para explicar no sólo estas conste-
laciones sino también las formaciones del inconciente. Sueños que nun-
ca fueron soñados, dichos que son síntomas, así lo puntualiza respecto
de “El delirio y los sueños en la «Gradiva» de Jensen”. El poeta no necesi-
ta saber nada de reglas ni propósitos, al dirigir su “atención a lo que hay
de inconciente dentro de su propia alma, espía sus posibilidades de de-
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