vigencia de los conceptos psicoanalíticos - psicoanalisis freud 1

es el lugar donde surge el deseo del Otro, y en tanto que soy objeto causa
de ese deseo, me encuentro a su merced, pero también ante esa falta
que el deseo testimonia en el Otro”. 6 Freud articula esta angustia con una
castración en la madre según la ecuación hijo = pene. Es decir, este nue-
vo origen de la angustia surge en respuesta a una castración que alcanza
al Otro (castración estructural).
Osvaldo Delgado señala que a nivel de la angustia traumática “el estado
de desamparo no implica, como angustia real, una fantasía de amenaza,
sino claramente una amenaza real”. 7 Aquí coinciden peligro exterior (rea-
lista) e interior (exigencia pulsional); por lo tanto el mayor peligro para el
aparato pasa a ser la irrupción pulsional que deja abolido al “principio de
placer” en su función de ligar.
Es así como Freud arriba a dos dimensiones de la angustia: la automáti-
ca, como angustia indeterminada, que carece de objeto que la dosique
y que irrumpe en respuesta a instantes traumáticos, y la angustia señal,
que a través de la expectativa y la repetición se anticipa a dichos instan-
tes otorgándole un marco a la angustia e impidiendo que se produzca en
el sujeto la situación de desvalimiento.
LA ANGUSTIA EN LA CLÍNICA CONTEMPORÁNEA
Freud señala que el pasaje de la angustia traumática a la angustia señal
signica un progreso en el logro de la autoconservación e implica “[…] el
pasaje de la neoproducción involuntaria y automática de la angustia a su
reproducción deliberada como señal de peligro”. 8 Con la angustia señal el
yo se anticipa al peligro, se activa la defensa y se crea el síntoma para
evitar el desarrollo de angustia.
¿De qué modo es posible articular la época con la angustia? En principio
podría situarse un dato de la clínica contemporánea: los sujetos que lle-
gan a las consultas se presentan más del lado de la angustia que del
síntoma. A partir de esta referencia podría formularse la siguiente hipóte-
MESA DE TRABAJOS LIBRES. METAPSICOLOGÍA
sis: el discurso capitalista actual diculta el pasaje de la angustia auto-
mática a la angustia señal. Lo propio de este discurso es hacer estallar
los lazos sociales: el mandato a gozar en soledad con los objetos de con-
sumo produce una ruptura en la relación al Otro, ruptura que “implica una
conmoción de los soportes signicantes del sujeto para la constitución
de la escena psíquica”; 9 escena donde se ligan pulsión y deseo. Con la
caída de ideales el sujeto se ve dicultado en encontrar los representan-
tes psíquicos que le permitirían ligar el embate pulsional.
En efecto el exceso cobra protagonismo en una sociedad liberal donde la
“ausencia de represión” impide el pasaje de la irrupción pulsional al cir-
cuito del inconciente y su retorno. La consecuencia es que el retorno se
produce en lo real, de allí la “angustia extrema” con la que llegan los su-
jetos a hospitales y consultorios. El pánico, tan presente en la actualidad,
es un modo de irrupción de esta “angustia gigantesca”. Tomando la no-
ción freudiana de “series complementarias”, en principio, podría ubicarse
su fundamento metapsicológico en la angustia traumática: la sensación
de muerte que describen los pacientes da cuenta de la “amenaza real”
que conlleva la situación de desvalimiento vivenciada.
Por otro lado, su fundamento socio-cultural puede explicarse desde “Psi-
cología de las masas y análisis del yo”, donde el pánico se sitúa en res-
puesta a la descomposición de la masa a partir de la caída del líder.
Caída que en la actualidad se observa en la endeblez de la ley y el anoni-
mato de los ideales. Pero eso no es todo, el mandato a gozar autística-
mente con el objeto de consumo va acompañado de un empuje a realizar-
se en soledad, proponiendo al narcisismo como recurso para abordar lo
real. Según Colette Soler “[…] gozar con nuestro auto no nos conecta
mucho con el otro del amor. Aunque el auto también se utilice para sedu-
cir […] lo convertimos en una carta de triunfo narcisista, pero en suma el
goce del medio, aquí el automóvil, se transforma en rival del objeto al que
apuntamos”. 10
[ 171 ]