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vigencia de los conceptos psicoanalíticos - psicoanalisis freud 1

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En el texto “La interpretación <strong>de</strong> <strong>los</strong> sueños” Freud da a conocer su i<strong>de</strong>n-<br />

ticación con el héroe Aníbal en relación con el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> conquistar Roma<br />

y <strong>de</strong> vengar al padre.<br />

El recuerdo infantil <strong>de</strong>l relato en el que su padre, en su condición <strong>de</strong> judío,<br />

queda humillado ante un cristiano, lo lleva a servirse <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>nticación con<br />

Aníbal a quien su padre le había hecho jurar que se vengaría <strong>de</strong> <strong>los</strong> romanos;<br />

i<strong>de</strong>nticación al servicio <strong>de</strong> sostener al padre muerto. La condición <strong>de</strong> neuró-<br />

tico hace en Freud <strong>de</strong> tope, produciendo un impasse en su producción teóri-<br />

ca. Sabemos <strong>de</strong> <strong>los</strong> avatares <strong>de</strong> las formulaciones <strong>freud</strong>ianas respecto <strong>de</strong> la<br />

problemática <strong>de</strong>l padre. Por ejemplo, en “Moisés…” 5 situará con absoluta<br />

claridad la necesariedad <strong>de</strong> que el lugar <strong>de</strong>l padre se encuentre vacío en lo<br />

que respecta al Edipo, para que se sostenga como mito.<br />

Sólo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cuatro años <strong>de</strong> autoanálisis Freud pudo entrar triunfal-<br />

mente a Roma, movimiento que supone un vaciamiento <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>nticación<br />

con el héroe, cuyo efecto es la reducción <strong>de</strong> la morticación masoquista.<br />

“[…] Cuando regresé <strong>de</strong> Roma, el gusto en vivir y en producir había aumen-<br />

tado algo en mí, se había reducido el gusto por el martirio […].” 6<br />

La caída <strong>de</strong> la posición trágica se maniesta en la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> tomar las<br />

medidas necesarias para acce<strong>de</strong>r al nombramiento como privatdozent.<br />

Nombramiento postergado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1885 por su condición <strong>de</strong> judío y por<br />

ser el creador <strong>de</strong> un nuevo campo <strong>de</strong> investigación que era consi<strong>de</strong>rado<br />

fantástico e in<strong>de</strong>cente por <strong>los</strong> cientícos prestigiosos <strong>de</strong> la época. 7<br />

“[…] Si hubiera emprendido esas diligencias tres años antes, habría sido<br />

nombrado tres años antes y me habría ahorrado muchas cosas. Otros son<br />

sabios sin tener que ‘ir’ antes a Roma […].” 8<br />

Situamos un segundo movimiento a partir <strong>de</strong>l viaje que Freud realiza a la<br />

Acrópolis en 1904, y que relata en 1936 a sus ochenta años, cuando ya<br />

no podía viajar. Es en la carta a Romain Rolland, llamada “Una perturba-<br />

MESA DE TRABAJOS LIBRES. PSICOANÁLISIS Y CULTURA<br />

ción <strong>de</strong>l recuerdo en la Acrópolis”, 9 que ese viaje adquiere valor <strong>de</strong> acon-<br />

tecimiento. Carta como regalo <strong>de</strong> cumpleaños a su amigo, cuyo rasgo,<br />

como Freud <strong>de</strong>staca es el “amor a la verdad”. Freud hace rega<strong>los</strong> a quie-<br />

nes se encuentren interesados por la verdad. Es por eso que esa carta<br />

adquiere, para <strong>los</strong> analistas, un estatuto ético.<br />

Es frente a la Acrópolis que a Freud lo inva<strong>de</strong> un extraño pensamiento <strong>de</strong><br />

incredulidad.<br />

“[…] «Según el testimonio <strong>de</strong> mis sentidos, estoy ahora <strong>de</strong> pie sobre la<br />

Acrópolis; sin embargo, no puedo creerlo» […].” 10<br />

Para Freud, la satisfacción <strong>de</strong>l haber llegado tan lejos se mezclaba con un<br />

sentimiento <strong>de</strong> culpa. Sostiene en diferentes momentos <strong>de</strong> la carta: “¡que<br />

diría nuestro padre si pudiera estar presente!”, “parece como si lo esen-<br />

cial en el éxito fuera haber llegado más lejos que el padre, y como si<br />

continuara prohibido querer sobrepasar al padre”.<br />

Leemos dos tiempos. El primero, en el que la conmoción subjetiva remite<br />

al anudamiento <strong>de</strong>seo-culpa y la incredulidad, como construcción neuróti-<br />

ca, restituye al padre. El segundo, veinte años más tar<strong>de</strong>, en el que la<br />

inscripción <strong>de</strong> ese viaje como acontecimiento posibilita interrogar la di-<br />

mensión <strong>de</strong> amor al padre como garante <strong>de</strong> la verdad.<br />

El regalo es éste: la posición <strong>de</strong> resistencia a la síntesis y el encuentro<br />

con la falla en el saber. Separación radical entre saber y verdad.<br />

Es la operación que Freud hace sobre el padre lo que resta al psicoaná-<br />

lisis <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> las religiones; cuestión que in<strong>de</strong>fectiblemente nos<br />

remite a la política. “Lo religioso es el sentido que se le quiere dar a la<br />

falla <strong>de</strong>l saber”, sostiene Jacques-Alain Miller. 11<br />

La invención <strong>freud</strong>iana es el analista, y su legado ético radica en la posi-<br />

ción <strong>de</strong>l analista restándose, en su acto, a todo ejercicio <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r.<br />

Las religiones toman a su cargo el sentido, mientras que el psicoanálisis<br />

se funda en la operación inversa.<br />

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