vigencia de los conceptos psicoanalíticos - psicoanalisis freud 1

drina: “iba y venia porque no sabía que lugar tenia”.
Durante su niñez le temía a su madre biológica, quien la había abandona-
do y debía escuchar a su madrina advirtiéndole que irse con su madre la
haría tan puta como ella.
De su marido dice: “fue mi único hombre y ya no quiero nunca más. Esa
maldición no se la deseo a nadie”. Llegó a odiarlo porque “le dolía cada
vez que él la tocaba”. “Ni siquiera voy al ginecólogo. Me siento violada”.
Ya en esta época comienza a tomar pastillas para adelgazar y diuréticos.
Comenta que “el matrimonio fue una época dulce, un banquete”, comía
todo y lo devolvía.
HOSPITAL DE DÍA: LO QUE VA QUEDANDO
Algunos de sus dichos dan cuenta de su psicosis: no supo que estaba em-
barazada, no sabía que tenía órganos al hacerse una ecografía, no sabía
de la muerte de su tía a quien siguió alimentando luego de su muerte.
Algo se ha conmovido: sabe cómo hacer para retener la comida que le
sirven en el hospital: “queda porque me dan la medida justa”.
Podríamos decir que sobre la forclusión que propone Lacan para pensar
la estructura, se ubica la invención. 5
Participa activamente de algunos talleres del Hospital de Día: 6 Proyecto
Individual, Actividades de la vida diaria y Jardinería, aunque permanece
en un lugar en los demás.
Siguiendo a Maleval, 7 podemos pensar la transferencia en la psicosis
como masiva, fusional y ambivalente.
En el inicio del tratamiento se apuraba a terminar sus producciones y en
su casa sentía la necesidad de romperlas. Ahora produce y se despren-
de, lo regala, lo cede.
Elige hacer pulseras. Adornando a otros o adornándose ella, delinea, bor-
dea un cuerpo.
Cuenta que discutía con su hijo porque él quería verla arreglada. Decía:
MESA DE TRABAJOS LIBRES. NUEVOS DISPOSITIVOS
“me quieren ver bien por fuera, no les importa como estoy por dentro”.
Oscila entre la puta, la arreglada y la abandonada, pareciendo ser el Hos-
pital de Día el lugar donde “está la medida justa, ya que” puede arreglar-
se sin ser tan puta y sentirse contenida sin desbordarse.
Estos objetos que produce para los otros estarían habilitando otras vías
de tramitación fuera de su cuerpo.
Explica que permaneciendo un tiempo luego del almuerzo en el hospital
no siente el impulso de vomitar. Tal como se animó a enunciar como ex-
pectativa en la admisión: “una comida queda”.
Con la dentadura postiza tampoco vomita, encontrando otro límite exter-
no que le hace de tope, de freno. Ella decide cuando usarla. En este mo-
mento, lo hace diariamente.
La nutricionista, los profesionales, las compañeras, la terapeuta, tienen
pulseras que ha confeccionado y regalado. Así, contornea su cuerpo y
hace lazo con objetos de connotación femenina.
EL DISPOSITIVO. UN LUGAR
De una imposibilidad de curar a la introducción del psicoanálisis en el
tratamiento del síntoma.
La coordinación en los talleres permite regular en lo cotidiano entre el
exceso en más o en menos y el vacío. La mirada y la escucha no están
puestas ni en la producción ni en la desmesura sino en su rasgo, propi-
ciando la relación con los otros y un límite a su cuerpo como así cierta
libidinización.
Su palabra es por demás escuchada, la coordinación suele intervenir a
veces para que el lugar de los otros (¿de nos-otros?) no quede anulado,
que se escuchen otras opiniones, aunque la de ella suele tener “mucho
peso”.
Se trabaja en función de instalar algo del orden del no todo, del no hay,
justamente, con lo que sí hay, en tanto es lo que la paciente pone a tra-
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