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Sermón 266<br />
2. Efectivamente, celebramos ahora la solemnidad de la<br />
venida del Espíritu Santo. En el día de Pentecostés que ya ha<br />
comenzado estaban reunidos en un local ciento veinte personas,<br />
entre las cuales los apóstoles, la madre del Señor y otros de<br />
uno y otro sexo, en oración y a la espera de la promesa de<br />
Cristo, es decir, la llegada del Espíritu Santo. No era vana su<br />
esperanza y espera, puesto que no era falaz la promesa de quien<br />
se había comprometido. Llegó lo que se estaba esperando, y<br />
encontró limpios los vasos que le iban a acoger. Se les aparecieron<br />
lenguas divididas, como de fuego, que se posaron sobre<br />
cada uno de ellos, y comenzaron a hablar en lencas según el<br />
espíritu les concedía el hablarlas. Cada uno hablaba todas las<br />
lenguas, prefigurando la Iglesia, que iba a estar presente en<br />
todos los idiomas. Un solo hombre era signo de la unidad: la<br />
totalidad de las lenguas en un solo hombre simbolizaba a todos<br />
los pueblos congregados en unidad. Los que estaban llenos del<br />
Espíritu hablaban y quienes estaban vacíos de él se admiraban.<br />
Y lo que es digno de mayor reproche, a la admiración unían la<br />
acusación. Decían: Esos están borrachos y llenos de vino. ¡Qué<br />
necia y calumniosa acusación! Un hombre borracho no aprende<br />
una lengua extraña, antes bien pierde la propia. Por la boca<br />
de los ignorantes y calumniadores habla la verdad. Efectivamente,<br />
ellos estaban ya llenos del vino nuevo, porque se habían<br />
convertido en odres nuevos. Los odres viejos se llenaban de<br />
admiración ante los nuevos, y, por entregarse a la calumnia,<br />
ni se renovaban ni se llenaban. Refutada, finalmente, la calumnia,<br />
tan pronto como prestaron oídos a los apóstoles, que les<br />
2. Spiritus sancti adventus die Pentecostés. Unitas Ecclesiae catbolicae<br />
dono linguarum significata.—Certe enim solemnitatem modo celebramus<br />
adventus Spiritus sancti: nam die Pentecostés, qui dies iam coepit,<br />
erant uno in loco centum viginti animae, in quibus Apostoli et mater<br />
Domini et alii utriusque sexus orantes et exspectantes promissum Christi,<br />
hoc est adventum Spiritus sancti. Non erat inanis spes exspectantis, quia<br />
non erat fallax pollicitatio promittentis: quod exspectabatur, advenit et<br />
vasa munda, a quibus susciperetur, invenit. Visae sunt illis linguae divisae<br />
velut ignis, qui et insed.it super unumquemque eorum; et coeperunt loqui<br />
linguis sicut Spiritus dabat eis pronuntiare. Unusquisque homo linguis<br />
ómnibus loquebatur, quia futura Ecclesia in ómnibus linguis praenuntiabatur.<br />
Unus homo signum erat unitatis: omnes linguae in uno homine,<br />
omnes gentes in unitate. Qui pleni erant, loquebantur: et qui inanes<br />
erant, mirabantur; et quod est reprehensibilius, mirabantur et calumniabantur.<br />
Dicebant enim: Hi ebrii sunt et musto pleni (Act 2,13). Quam<br />
stulta et calumniosa reprehensio! Homo ebrius non alienam linguam discit,<br />
sed suam perdit. Verumtamen per ignorantes et calumniantes veritas<br />
loquebatur. Iam quippe illi pleni erant vino novo, quia facti erant utres<br />
novi (cf. Mt 9,17). Sed utres novos utres veteres mirabantur, et calumniando<br />
nec innovabantur, nec implebantur. Sed repressa tándem calumnia,<br />
Comentario al salmo 140,5<br />
dirigieron la palabra explicándoles lo que estaba acaeciendo<br />
y anunciándoles la gracia de Cristo, al escucharlos se arrepintieron;<br />
con el arrepentimiento se transformaron, y transformados<br />
creyeron; y creyendo, merecieron recibir lo que admiraban<br />
en los otros.<br />
3. Luego comenzó a transmitirse el Espíritu Santo por el<br />
ministerio de los apóstoles. Ellos imponían las manos, y el Espíritu<br />
descendía. Pero esto no era resultado de la obra humana;<br />
no se atribuya el ministro más de lo que le corresponde en<br />
cuanto ministro. Uno es quien da y otro quien lo sirve 3 . Esto<br />
mismo lo atestiguó el Espíritu, para que los hombres no se<br />
atribuyesen lo que era propio de Dios. Por esta razón quiso que<br />
Simón se inflase; él, pensando que esto había que atribuirlo<br />
a los hombres, ofreció dinero a los apóstoles para que el Espíritu<br />
Santo descendiese también por la imposición de sus manos.<br />
No conocía la gracia; pues, si la hubiese reconocido, la hubiese<br />
obtenido gratuitamente. En consecuencia, por querer comprar<br />
al Espíritu, no mereció ser rescatado por obra del Espíritu.<br />
¿Por qué quieres hincharte, oh hombre? Te basta con estar<br />
lleno, no inflado. Quien está lleno es rico; quien está inflado<br />
está vacío. «Pero se otorgaba, dicen, por manos de los hombres.»<br />
¿Acaso por eso era obra humana el hecho de darlo?<br />
«Pero, dicen, no podía otorgarse más que por ministerio de<br />
mox ubi sermocinantibus rationemque reddentibus et Christi gratia praedicantibus<br />
aures Apostolis praebuerunt, audiendo compuncti sunt, compunctione<br />
mutati sunt, mutati crediderunr, credentes, hoc quod in alus<br />
mirabantur, accipere meruerunt (cf. Act 2).<br />
3. Spiritus sanctus donum, non hominis ministri, sed Dei. Donatistarum<br />
error, non dari Spiritum san[\226\ctum nisi per sanctos ministros.<br />
Deinde coepit Spiritus sanctus dari per ministerium Apostolorum. lili<br />
manus imponebant, et ílle veniebat. Sed hoc non erat hominum: non<br />
sibi arroget minister plus quam quod ut minister. Alius est donator,<br />
alius ministrator. Hoc quippe testatus est Spiritus, ne nomines sibi arrogarent<br />
quod Dei erat. Hinc enim voluit Simón inflari, qui existimans hoc<br />
hominibus esse tribuendum, pecuniam promisit Apostolis, ut et ad ipsius<br />
manus impositionem veniret Spiritus sanctus. Gratiam non noverat. Nam<br />
si gratiam agnosceret, gratis haberet. Ideo quia voluit emere Spiritum,<br />
non meruit redimí ab Spiritu. Qui es, homo, quod te inflare vis? Suffícit<br />
tíbi ut implearis, non ut infleris. Qui impletur, dives est: qui inflatur,<br />
inanis est. Sed per nomines, inquiunt, dabatur. Numquid ideo erat<br />
3 Donator y ministrator son los dos términos de que se sirve Agustín para definir<br />
la parte de Dios y la del hombre en la donación de la gracia que tiene lugar en los<br />
sacramentos. El ministro del sacramento no es más que lo que indica su nombre:<br />
un servidor, nunca el dueño. Véase Tratados sobre el evangelio de San Juan 13,16;<br />
5,7; 6,6. Sea mediante un justo o mediante un pecador, es siempre Dios quien da<br />
su gracia. Esta llega a las personas per hominem, pero nunca de homine. El ministro<br />
es el canal por donde pasa, no la fuente de donde procede (Réplica a la carta de<br />
Varmenimo II 15,33).<br />
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