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SAN AGUSTÍN - 10

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796 Notas complementarias<br />

lebración, que es más que un mero recuerdo; es también participación.<br />

El acontecimiento en sí, la ventas, tuvo lugar una sola vez y para siempre;<br />

pero eso no impide el que se lo actualice, mejor, se lo actúe de<br />

nuevo, beneficiándose el sujeto de lo que significa el acontecimiento<br />

mismo.<br />

Donde mejor expresa esta realidad es en la carta 55,1,2. Un tal Jenaro<br />

le había preguntado por qué el aniversario de la pasión del Señor no<br />

se celebraba en fecha fija, como el día de su nacimiento. Agustín le<br />

contesta distinguiendo la celebración sacramental (in sacramento) de la<br />

pasión del Señor, de la celebración no sacramental (non in sacramento).<br />

Al no celebrarse ésta sacramentaknente, tratándose sólo de traer a la<br />

memoria el hecho de que haya nacido, no era preciso más que señalar el<br />

día del año en que tuvo lugar. Se da la celebración sacramental cuando<br />

la celebración es tal que se advierte la existencia de un significado oculto<br />

que debe recibirse santamente. Así, cuando celebramos la Pascua, no nos<br />

limitamos a recordar el suceso de la muerte y resurrección del Señor, sino<br />

que actuamos las demás cosas que el «sacramento» entraña. Dice el Apóstol<br />

que Cristo fue entregado por nuestros pecados y que resucitó para<br />

nuestra justificación (Rom 4,25); de acuerdo con ello, en la pasión y resurrección<br />

del Señor quedó consagrado el paso de la muerte a la vida,<br />

el tránsito de esta vida mortal a la inmortal, que es lo que se celebra<br />

en Pascua.<br />

Así, pues, la sollemnitas pascual debe significar una realidad sacramental<br />

o, lo que es lo mismo, no sólo recordar la muerte y resurrección<br />

del Señor, el acontecimiento, sino también su aspecto místico o salvífico:<br />

lo que actuó Jesús, ahora debe actuarlo el cristiano. La Pascua ha de ser<br />

el momento en que tenga lugar la renovación del hombre interior mediante<br />

el paso de la muerte a la vida, que comienza ya en el bautismo,<br />

como participación en la muerte y resurrección de Cristo. Ese tránsito<br />

se hace ahora por la fe, la esperanza y el amor, a la espera de la renovación<br />

del hombre exterior, la resurrección del cuerpo, de que es prueba<br />

y anticipo la resurrección de Cristo.<br />

[19] Teología de la vigilia pascual.—La vigilia pascual es la madre<br />

de todas las vigilias (serm.219), la más sagrada y santa (serm.223 B<br />

[= GUELF. 4]), la que mereció el nombre de vigilia sin más apelativos<br />

(serm.221,2 [= GUELF. 5]; véase la nota complementaria 17: La madre<br />

de todas las vigilias p.795). Agustín ha dedicado un buen número de sermones,<br />

generalmente cortos, a explicar su teología (serm.219, 220, 221,<br />

223 A-K).<br />

Son múltiples las razones por las que los cristianos se mantienen en<br />

vela. Según los textos agustinianos, la vigilia tiene un valor ascético, un<br />

valor escatológico y un valor místico-sacramental.<br />

Valor ascético. El cristiano vela para no caer en la tentación, de<br />

acuerdo con las palabras del Señor a sus discípulos en Getsemaní: Velad<br />

y orad para no entrar en la tentación (Mt 26,41). Agustín hace referencia<br />

a ello en los sermones 223 B,2 y 223 E,l (= WILMART 5). Vela también<br />

para imitar a San Pablo, que, según 2 Cor 11,27, hubo de pasar<br />

mucho tiempo en vigilias (serm.223 B,l; 221,2; 219,1). Gran relieve<br />

tiene también la lucha contra los poderes del mal, de acuerdo con<br />

Ef 6,12 (serm.219, 222, 223 E).<br />

Valor escatológico. Todos esperamos el descanso de la vida eterna,<br />

en que no tendrá cabida ni la muerte ni el sueño, su imagen; realidades<br />

propias de los mortales, pues los ángeles no duermen, sino que viven<br />

una vida sin fin (serm.221,2). Así, pues, el cristiano vela para manifestar<br />

esa ansia de vida eterna; abrevia el tiempo del sueño para vivir más.<br />

Notas complementarias 797<br />

Quien asiste a la vigilia, practica ya, sin duda, la vida de los ángeles. Los<br />

miembros que aún tienen necesidad de dormir imitan, mientras llega el<br />

momento, a su cabeza, ya despierta para siempre, velando ellos también,<br />

puesto que han de hacerlo como él y han de reinar con él en la vigilia<br />

eterna, en que no habrá sueño ninguno. Se vela, pues, a Cristo despierto,<br />

privándose del sueño por un poco de tiempo en honor de aquel a quien<br />

ya no domina el sueño (serm.223 G [= WILMART 7]). Según otro orden<br />

de ideas, la Iglesia vela mientras duerme su Señor para que, cuando él<br />

se despierte y vuelva, la encuentre despierta (serm.223 B; 223 D,2<br />

[= WILMART 4]).<br />

Valor místico-sacramental. Agustín dedica gran espacio al tema de<br />

la luz y de la vida nueva. El cristiano que se mantiene en vela se convierte<br />

en testigo del paso de las tinieblas a la luz, de la noche al día,<br />

de la muerte a la vida; paso que se da en el alma, pero del que es<br />

imagen el esperar durante la noche la llegada del nuevo día. Siempre al<br />

amparo de textos bíblicos: Salm 138,3 (serm.219); 17,29 (serm.221,1);<br />

2 Cor 4,6 (serm.223 D,2); Col 1,12 (serm.222); Rom 13,12 (serm.221,4);<br />

Ef 5,8 (serm.219,1; 222).<br />

Es un aspecto propio de la vigilia pascual, que Agustín distingue<br />

netamente de las demás vigilias (serm.221). En ella se celebra sacramentaknente<br />

(in sacramento) la muerte y resurrección del Señor. En esa<br />

celebración recordamos lo pasado, sí, pero de manera tal que expresamos<br />

simbólicamente lo que realizamos mediante nuestro vivir en la fe (véase<br />

la nota complementaria 18: «Veritas» y «sollemnitas» p.795).<br />

El ambiente que se trasluce de los textos agustinianos es de alegría,<br />

de oración y de esperanza. Véase F. W. THIELE, Die Theologie der<br />

«Vigilia» nach den Sermones des hl. Augustinus zur Ostervigil (Hildesheim<br />

1979); S. PÓQUE, Sermons pour la Páque: SC 116 p.73-77.<br />

[20] El concubinato.—No es el sermón 224 el único texto agustiniano<br />

en que descubrimos cómo algunos cristianos de entonces valoraban<br />

distintamente, desde el punto de vista moral, la prostitución y el concubinato.<br />

Mientras consideraban contrario a la moral cristiana el unirse<br />

a una meretriz, consideraban normal el vivir con una concubina. Esto<br />

resulta evidente de la respuesta de ese interlocutor ficticio de Agustín<br />

en el sermón 224: «No se trata de una meretriz, es mi concubina.» En<br />

el sermón 392,2, Agustín insistirá con énfasis cada vez mayor que al<br />

cristiano no le es lícito vivir con una concubina: «No os es lícito tener<br />

concubinas. Aunque no tengáis aún mujer, no os está permitido tener<br />

concubinas que penséis en abandonar a la hora de contraer matrimonio.»<br />

De estos textos se deduce, pues, una doble situación: 1) La de quienes,<br />

antes de contraer matrimonio legal, viven con una concubina, que abandonarán<br />

en el momento oportuno. 2) La de quienes, a pesar de estar casados,<br />

viven en concubinato.<br />

Esta situación se comprende perfectamente desde la legislación romana.<br />

Según la ley romana, cuando el matrimonio no era posible por ciertas<br />

circunstancias, se permitían algunas formas de cohabitación entre un<br />

hombre y una mujer distintas del matrimonio propiamente dicho. Una<br />

de ellas era el concubinato. Así se llama a la unión marital estable, sin<br />

propósito de contraer matrimonio, entre personas libres, cuya unión no<br />

estaba castigada por la ley. Tal unión no era matrimonio o bien por<br />

imposibilidad legal o bien, simplemente, porque los interesados no querían.<br />

No era indisoluble ni exigía la fidelidad entre las partes. Con todo,<br />

requería unas condiciones: no estar casado ninguno en legítimo matrimonio,<br />

pues en tal caso se daría el adulterio. Los mismos grados de<br />

parentesco que impedían el matrimonio, impedían también el concubi-

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