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Gustave Flaubert Madame Bovary

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—Pero bueno, le diré al señor que me la devuelva.<br />

—¡No!, ¡no! —dijo ella.<br />

—¡Ah!, ¡te he cogido! —pensó Lheureux.<br />

Y, seguro de su descubrimiento, salió repitiendo a media voz, y con su<br />

pequeño silbido habitual:<br />

—¡Está bien!, ¡ya veremos!, ¡ya veremos!<br />

Emma estaba pensando cómo salir del apuro, cuando la cocinera que<br />

entraba dejó sobre la chimenea un rollito de papel azul, de parte del señor<br />

Derozerays. Emma saltó encima, lo abrió. Había quince napoleones 46 . Era el<br />

importe de la cuenta. Oyó a Carlos por la escalera; echó el oro en el fondo de su<br />

cajón y cogió la llave.<br />

Tres días después, Lheureux se presentó de nuevo.<br />

—Voy a proponerle un arreglo —dijo él—; si en vez de la cantidad<br />

convenida, usted quisiera tomar…<br />

—¡Aquí la tiene! —dijo ella poniéndole en la mano catorce napoleones.<br />

El tendero quedó estupefacto. Entonces, para disimular su desencanto, se<br />

extendió en excusas y en ofrecimientos de servicios que Emma rechazó<br />

totalmente; después ella se quedó unos minutos palpando en el bolsillo de su<br />

delantal las dos monedas de cien sueldos que le había devuelto. Prometía<br />

economizar, para devolver después…<br />

«¡Ah, bah! —pensó ella—, ya no se acordará más de esto».<br />

Además de la fusta con empuñadura roja, Rodolfo había recibido un sello<br />

con esta divisa: Amor nel cor además, un echarpe para hacerse una bufanda y,<br />

finalmente, una petaca muy parecida a la del vizconde, que Carlos había<br />

recogido hacía tiempo en la carretera y que Emma conservaba. Sin embargo,<br />

estos regalos le humillaban. Rechazó varios; ella insistió, y Rodolfo acabó<br />

obedeciendo, encontrándola tiránica y muy dominante.<br />

Además, Emma tenía ideas extravagantes.<br />

—Cuando den las doce de la noche —decía ella—, pensarás en mí.<br />

Y si él confesaba que no había pensado, había una serie de reproches, que<br />

terminaban siempre por la eterna pregunta.<br />

—¿Me quieres?<br />

—¡Claro que sí, te quiero! —le respondía él.<br />

—¿Mucho?<br />

—¡Desde luego!<br />

—¿No has tenido otros amores, eh?<br />

—¿Crees que me has cogido virgen? —exclamaba él riendo.<br />

Emma lloraba, y él se esforzaba por consolarla adornando con retruécanos<br />

sus protestas amorosas.<br />

—¡Oh!, ¡es que te quiero! —replicaba ella—, te quiero tanto que no puedo<br />

pasar sin ti, ¿lo sabes bien? A veces tengo ganas de volver a verte y todas las<br />

cóleras del amor me desgarran. Me pregunto: ¿Dónde está? ¿Acaso está<br />

46 Antigua moneda de oro, de 20 francos, con la efigie de Napoleón.

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