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En cuanto a la inscripción, Homais no encontraba nada tan bonito como:<br />
Sta. Viator 74 , y no pasaba de ahí; se devanaba los sesos, repetía continuamente:<br />
Sta. Viator… Por fin, descubrió: amabilem conjugem calcas!; que fue adoptada.<br />
Una cosa extraña es que <strong>Bovary</strong>, sin dejar de pensar en Emma<br />
continuamente, la olvidaba; y se desesperaba al sentir que esta imagen se le<br />
escapaba de la memoria en medio de los esfuerzos que hacía para retenerla.<br />
Cada noche, sin embargo, soñaba con ella; era siempre el mismo sueño: se<br />
acercaba a ella, pero cuando iba a abrazarla, se le caía deshecha en<br />
podredumbre entre sus brazos.<br />
Lo vieron durante una semana entrar por la tarde en la iglesia. El señor<br />
Bournisien le hizo incluso dos o tres visitas, después lo abandonó. Por otra<br />
parte, el cura volvía a la intolerancia, al fanatismo, decía Homais;<br />
anatematizaba el espíritu del siglo, y no se olvidaba, cada quince días, en el<br />
sermón, de contar la agonía de Voltaire, el cual murió devorando sus<br />
excrementos, como sabe todo el mundo.<br />
A pesar de la estrechez en que vivía <strong>Bovary</strong>, estaba lejos de poder<br />
amortizar sus antiguas deudas. Lheureux se negó a renovar ningún pagaré. El<br />
embargo se hizo inminente. Entonces recurrió a su madre, que consintió en<br />
dejarle hipotecar sus bienes, pero haciendo muchos reproches a Emma, y le<br />
pidió, en correspondencia a su sacrificio, un chal salvado de las devastaciones de<br />
Felicidad. Carlos se lo negó. Se enfadaron.<br />
La madre dio los primeros pasos para la reconciliación proponiéndole<br />
llevarse consigo a la niña, que le ayudaría en la casa. Carlos aceptó. Pero en el<br />
momento de partir no tuvo fuerzas para dejarla. Entonces fue la ruptura<br />
definitiva, completa.<br />
A medida que sus amistades desaparecían, se estrechaban más los lazos de<br />
amor con su hija. Sin embargo, la niña le preocupaba, pues a veces tosía y tenía<br />
placas rojas en los pómulos.<br />
Frente a él se mostraba, floreciente y risueña, la familia del farmacéutico, a<br />
la que todo sonreía en la vida. Napoleón ayudaba a su padre en el laboratorio,<br />
Atalía le bordaba un gorro griego, Irma recortaba redondeles de papel para<br />
tapar las confituras, y Franklin recitaba de un tirón la tabla de Pitágoras. Era el<br />
más feliz de los padres, el más afortunado de los hombres.<br />
¡Error!, una ambición sorda le roía: Homais deseaba la cruz 75 . No le<br />
faltaban títulos, se decía:<br />
Primero, haberse destacado por una entrega sin límites cuando el cólera.<br />
Segundo, haber publicado y por mi cuenta diferentes obras de utilidad pública,<br />
tales como… (y recordaba su memoria titulada De la sidra, de su fabricación y de<br />
sus efectos además, observaciones sobre el pulgón lanígero, enviadas a la<br />
Academia; su volumen de estadística y hasta su tesis de farmacéutico); sin<br />
contar que soy miembro de varias sociedades científicas (lo era de una sola).<br />
—¡Por fin —exclamaba haciendo una pirueta—, aunque sólo fuera por<br />
haberme distinguido en los incendios!<br />
74 Sta. Viator: amabilem conjugem calcas: Detente, viajero: estás pisando a una amante<br />
esposa.<br />
75 La cruz de la Legión de Honor Orden nacional creada por Napoleón en 1802 para<br />
premiar los servicios civiles y militares prestados a la nación.