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Gustave Flaubert Madame Bovary

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Casi al instante, la señora Homais acudió a besarla, así como la señora<br />

Lefrançois del « Lion d'Or». El farmacéutico, como hombre discreto, se limitó a<br />

dirigirle algunas felicitaciones provisionales por la puerta entreabierta. Quiso<br />

ver a la niña, y la encontró bien conformada.<br />

Durante su convalecencia Emma estuvo muy preocupada buscando un<br />

nombre para su hija. Primeramente, pasó revista a todos aquellos que tenían<br />

terminaciones italianas, tales como Clara, Luisa, Amanda, Atalía; le gustaba<br />

mucho Galsuinda, más aún Ysolda o Leocadia. Carlos quería llamarla como su<br />

madre; Emma se oponía. Recorrieron el calendario de una punta a otra y<br />

consultaron a los extraños.<br />

—El señor León —decía el farmacéutico—, con quien hablaba yo el otro día,<br />

se extraña de que no elijáis Magdalena que ahora está muy de moda.<br />

Pero la madre de Carlos rechazó enérgicamente este nombre de pecadora.<br />

El señor Humais, por su parte, sentía predilección por todos los que recordaban<br />

a un gran hombre, un hecho ilustre o una idea generosa, y de acuerdo con esto,<br />

había bautizado a sus cuatro hijos. Así, Napoleón representaba la gloria y<br />

Franklin la libertad; Irma, quizás, era una concesión al romanticismo; pero<br />

Atalía 34 , un homenaje a la más inmortal obra maestra de la escena francesa.<br />

Como sus convicciones filosóficas no impedían sus admiraciones artísticas, el<br />

pensador que llevaba dentro no ahogaba al hombre, sensible; sabía establecer<br />

diferencias, distinguir entre imaginación y fanatismo. De tal tragedia, por<br />

ejemplo, censuraba las ideas, pero admiraba el estilo; maldecía la concepción,<br />

pero aplaudía todos los detalles, y se desesperaba contra los personajes,<br />

entusiasmándose con sus discursos. Cuando leía los grandes parlamentos, se<br />

sentía transportado; pero cuando pensaba que los curas sacaban partido de<br />

aquello, se sentía contrariado, y en esta confusión de sentimientos en que se<br />

debatía, hubiera querido a la vez poder coronar a Racine con sus dos manos y<br />

discutir con él durante un buen cuarto de hora.<br />

Por fin, Emma recordó que en el castillo de la Vaubyessard había oído a la<br />

marquesa llamar Berta a una joven; desde entonces éste fue el nombre elegido, y<br />

como el tío Rouault no podía venir, pidieron al señor Homais que fuese padrino.<br />

Los regalos fueron únicamente productos de su establecimiento, a saber: seis<br />

botes de azufaifas, un bocal entero de sémola árabe, tres colodras de melcocha,<br />

y, además, seis barras de azúcar cande que había encontrado en una alacena. La<br />

noche de la ceremonia hubo una gran cena; allí estaba el cura; se calentaron. El<br />

señor Homais, en el momento de los licores, entonó el Dieu des bonnet gens. El<br />

señor León cantó una barcarola, y la abuela, que era la madrina, una romanza<br />

del tiempo del Imperio; por fin el abuelo exigió que trajesen a la niña, y se puso<br />

a bautizarla con una copa de champán sobre la cabeza. Esta burla del primero<br />

de los sacramentos indignó al abate Bournisien; el señor <strong>Bovary</strong> padre contestó<br />

con una cita de la Guerra de los dioses, el cura quiso marcharse; las señoras<br />

suplicaban; Homais se interpuso; y consiguieron que se volviese a sentar el<br />

eclesiástico, quien siguió tomando tranquilamente, en su platillo, su media taza<br />

de café a medio beber.<br />

El señor <strong>Bovary</strong> padre se quedó un mes en Yonville, a cuyos habitantes<br />

deslumbró con una soberbia gorra de policía, con galones de plata, que llevaba<br />

por la mañana, para fumar su pipa en la plaza. Como también tenía costumbre<br />

34 Atalía es el título de una tragedia de Racine, considerada como la obra maestra del gran<br />

clásico francés (1639-1699).

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