17.10.2013 Views

Gustave Flaubert Madame Bovary

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Fue por aquella época, es decir hacia comienzos del invierno, cuando le<br />

entró una gran fiebre musical.<br />

Una noche que Carlos la escuchaba volvió a empezar cuatro veces seguidas<br />

el mismo trozo, dejándolo siempre con despecho, insatisfecha, mientras que<br />

Carlos, sin notar la diferencia, exclamaba:<br />

—¡Bravo!…, ¡muy bien!… ¿Por qué te incomodas? ¡Adelante!<br />

—¡Pues no! ¡Me sale muy mal!, tengo los dedos entumecidos.<br />

Al día siguiente Carlos le pidió que le volviera a tocar algo.<br />

—¡Vaya, para darte gusto!<br />

Y Carlos confesó que había perdido un poco. Se equivocaba de<br />

pentagrama, se embarullaba; después, parando en seco:<br />

—¡Ea, se acabó!, tendría que tomar unas lecciones; pero…<br />

Se mordió los labios y añadió:<br />

—Veinte francos por lección es demasiado caro.<br />

—Sí, en efecto…, un poco… —dijo Carlos con una risita boba—. Sin<br />

embargo, creo que quizás se conseguiría por menos, pues hay artistas<br />

desconocidos que muchas veces valen más que celebridades.<br />

—Búscalos —dijo Emma.<br />

Al día siguiente, al regresar a casa, la contempló con una mirada pícara, y<br />

por fin no pudo dejar de escapar esta frase:<br />

—¡Qué tozuda eres a veces! Hoy he estado en Barfeuchères. Bueno, pues la<br />

señora Liégeard me ha asegurado que sus tres hijas, que están en la<br />

Misericordia, tomaban lecciones por cincuenta sueldos la sesión, y, además, ¡de<br />

una famosa profesora!<br />

Emma se encogió de hombros y no volvió a abrir su instrumento. Pero<br />

cuando pasaba cerca de él, si <strong>Bovary</strong> estaba allí, suspiraba:<br />

—¡Ah!, ¡pobre piano mío!<br />

Y cuando iban a verla no dejaba de explicar que había abandonado la<br />

música y que ahora no podía ponerse de nuevo a ella por razones de fuerza<br />

mayor. Entonces la compadecían. ¡Qué lástima!, ¡ella que tenía tan buenas<br />

disposiciones! Incluso se lo decían a <strong>Bovary</strong>. Se lo echaban en cara, y sobre todo<br />

el farmacéutico.<br />

—¡Hace usted mal!, nunca se deben dejar a barbecho las dotes naturales.<br />

Además, piense, amigo mío, que animando a la señora a estudiar, usted<br />

economiza para más adelante en la educación musical de su hija. Yo soy<br />

partidario de que las madres eduquen personalmente a sus hijos. Es una idea de<br />

Rousseau, quizás todavía un poco nueva, pero que acabará imponiéndose, estoy<br />

seguro, como la lactancia materna y la vacuna.<br />

Carlos volvió a insistir sobre aquella cuestión del piano, Emma respondió<br />

con acritud que era mejor venderlo. Ver marchar aquel piano, que le había<br />

proporcionado tantas vanidosas satisfacciones, era para <strong>Madame</strong> <strong>Bovary</strong> como<br />

el indefinible suicidio de una parte de ella misma.<br />

—Si quisieras… —decía él—, de vez en cuando, una lección no sería,<br />

después de todo, extremadamente ruinoso.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!