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Gustave Flaubert Madame Bovary

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de la sociedad? Pero para esto hay que remar duro, y hacer lo que se dice callos<br />

en las manos. Fabricando fit faber, age guod agis 56 .<br />

Hacía citas en latín de exasperado que estaba. Lo mismo habría citado<br />

chino o groenlandés si hubiese conocido estas dos lenguas, pues se encontraba<br />

en una de esas crisis en que el alma entera muestra indistintamente lo que<br />

encierra, como el océano que en las tempestades se entreabre desde las algas de<br />

su orilla hasta la arena de sus abismos.<br />

Y añadió:<br />

—¡Comienzo a arrepentirme terriblemente de haberme hecho cargo de tu<br />

persona! ¡Sin duda habría hecho mejor dejándote pudrir en tu miseria y en la<br />

mugre en que naciste! ¡Nunca servirás más que para guardar vacas! ¡No tienes<br />

ninguna disposición para el estudio, apenas sabes pegar una etiqueta! Y vives<br />

aquí, en mi casa, como un canónigo, a cuerpo de rey, gozando a tus anchas.<br />

Pero Emma, volviéndose a la señora Homais:<br />

—Me habían llamado…<br />

—¡Ah! ¡Dios mío! —interrumpió con aire triste la buena señora—, ¿cómo se<br />

lo diría?… ¡Es una desgracia!<br />

Y no terminó. El boticario tronaba:<br />

—¡Vacíala!, ¡límpiala!, ¡vuelve a ponerla en su sitio!, ¡pero date prisa!<br />

Y sacudiendo a Justino por el cuello de su blusa, le hizo caer un libro de su<br />

bolsillo.<br />

El chico se bajó. Homais fue más rápido, y habiendo recogido el volumen,<br />

lo contempló con los ojos desorbitados y la boca abierta.<br />

—El amor conyugal 57 —dijo separando lentamente estas dos palabras—.<br />

¡Ah!, ¡muy bien!, ¡muy bien!, ¡muy bonito!, ¡y grabados!… ¡Ah!, ¡esto es<br />

demasiado fuerte!<br />

La señora Homais se acercó.<br />

—¡No!, ¡no toques!<br />

Los niños quisieron ver las imágenes.<br />

Dijo imperiosamente:<br />

—¡Fuera de aquí!<br />

Y salieron.<br />

Él se puso a caminar primeramente de un lado para otro a grandes pasos,<br />

teniendo el volumen abierto entre sus dedos, haciendo girar sus ojos, sofocado,<br />

tumefacto, apoplético. Después se fue derecho a su discípulo, y plantándose<br />

delante de él con los brazos cruzados:<br />

—¡Pero es que tú tienes todos los vicios, pequeño desgraciado. Ten<br />

cuidado, estás en una pendiente…! ¡No has pensado que este libro infame podía<br />

caer en manos de mis hijos, encender la chispa en su cerebro, empañar la pureza<br />

de Atalía, corromper a Napoleón! Ya está hecho un hombre. ¿Estás seguro, al<br />

menos, de que no lo han leído? ¿Puedes certificármelo?…<br />

56 Trabajando es como se aprende, atiende a lo que haces. Las citas latinas, frecuentes,<br />

prueban la formación clásica de los estudios de la época.<br />

57 Era una obra de «iniciación sexual» publicada en 1688 por el doctor Venette, muy<br />

conocida en aquella época. <strong>Flaubert</strong>, en su Correspondance, la califica de «obra tonta».

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