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Mi cabeza no para! Qué es el trastorno de ansiedad generalizada

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¿DE DÓNDE PROVIENEN TALES VIVENCIAS?

Las vivencias de indefensión provienen de las épocas iniciales de nuestras vidas.

Cuando somos niños el mundo nos es presentado por nuestros padres o por quienes

hayan ocupado ese rol. Es así que estos adultos encargados de cuidarnos nos inician en la

interpretación y vivencia de la realidad. Si nos sobreprotegen, si no podamos dar un paso

sin tenerlos detrás, si no se nos permite resbalar, caer, ensuciarnos, lastimarnos,

aprenderemos que el mundo es un lugar muy peligroso, donde no se debe dar medio

paso de más, o donde deben darse uno o dos de menos, si queremos sobrevivir. Si por el

contrario nos han tocado en suerte padres descuidados y negligentes, experimentaremos

la soledad, la falta de un filtro de cuidado imprescindible para un niño. Aprenderemos

entonces que el mundo es un lugar peligroso, impredecible y difícil de controlar (somos

niños, no podemos hacerle frente) en el cual nos encontramos desprotegidos.

Como vemos, sobreprotección y negligencia o descuido se presentan como dos caras

de una misma moneda. Ambas nos conducen a aprender el mundo como un lugar caótico

y peligroso, frente al cual no disponemos de los recursos necesarios para disfrutar de una

vida anímica más o menos estable.

Si nuestros padres han sido temerosos y débiles ellos mismos, si frente a cada

adversidad nuestro hogar quedaba envuelto en un clima angustiante, si la zozobra era el

resultado de cualquier problema, otra vez habremos aprendido que el mundo hace daño,

que es de difícil control, que los contratiempos resultan, por lo general, catastróficos. Si,

de modo complementario, los pequeños o no tan pequeños dramas de la vida fueron

dejados pasar como si no existiesen, si la realidad nos pasó por encima, allá lejos, en

nuestro núcleo familiar, sin reacción de nuestros guardianes naturales, habremos

incorporado a nuestro cúmulo de creencias o saberes que así es la vida, que pasan cosas

contra las cuales no hay nada para hacer más que meter la cabeza en un agujero, o en el

trabajo excesivo, o en una botella, o en una serie de televisión. Desprotección o falta de

respaldo adulto sólido, exigencias de sobreadaptación a situaciones desbordantes,

historias de infancia bajo padres necesitados de cuidado ellos mismos (con la

consiguiente inversión del rol paterno-filial), o sobreprotectores y temerosos. Padres

débiles, inseguros anfitriones de un mundo que les resulta demasiado, un mundo

complejo y cambiante que amenaza su estabilidad y desborda sus fuerzas y estructuras

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