Mi cabeza no para! Qué es el trastorno de ansiedad generalizada
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Doctor, no puedo seguir viviendo tan mal, no doy más, a cada rato se me
cruza por la cabeza que voy a tener un infarto o algo así, por favor deme algo
para estar más tranquilo o para poder dormir un poco mejor, o un rato más,
aunque sea.
Más allá de la razonable conciencia de que así no se puede seguir, las fantasías acerca
de las posibles consecuencias, enfermedades graves, depresión o colapso, son
desmesuradas y urgentes. No es raro que se instale un estado de hipocondriasis, bonita
palabra que significa temor o sospecha constante de estar enfermo o de llegar a estarlo al
corto plazo. Por supuesto la idea es que la eventual enfermedad será como mínimo
grave. Aquí deberán concedernos, sin embargo, algo de razón. Nuestra salud comienza a
acusar recibo de la elevada tensión del circuito: a veces sentimos palpitaciones, no es raro
que nos suba la presión cuando estamos particularmente ansiosos, y los vaivenes
anímicos, la irritabilidad y el insomnio constituyen una realidad innegable.
Retomando la pregunta inicial, los elementos que nos condujeron a vivenciar el mundo
como altamente imprevisible, caótico, peligroso e inmanejable son diversos. Básicamente
podemos decir que surgen de la confluencia de factores históricos personales que nos han
marcado (ambiente familiar más o menos contenido o caótico, vínculos en la crianza,
aprendizaje de modos emocionales, formaciones reactivas a esos modos, eventos
traumáticos tempranos) y factores relacionados con la vulnerabilidad genética para
desórdenes de ansiedad y emocionales.
Ya nos ocuparemos más adelante del concepto de vulnerabilidad. Pasemos ahora a
recorrer y reconocer, a través de los pensamientos automáticos como disparadores
(¡cuándo no, la infantería automática disparando sus municiones contra y desde nuestro
Yo=cuerpo-cerebromente-entorno!), el camino que nos llevó a sentirnos tan pero tan
ansiosos.
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