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Mi cabeza no para! Qué es el trastorno de ansiedad generalizada

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micro escolar, bajo la mirada tierna del hada buena de mamá, mientras el padre, marido y

sustento del hogar, maletín en mano y afeitado como un muñeco, la besa al paso y parte

de camisa prístina y traje gris hacia el trabajo con una sonrisa, inmaculada y marfilínea,

de oreja a oreja. Mientras el micro se pierde al final de la cuadra y el marido también se

pierde, pero adentro de su cuatro por cuatro, un rayo de sol atraviesa la inmaculada

cocina y la madre, tras mohín de qué vida hermosa me tocó, gira sobre sus talones cual

quinceañera enamorada y reingresa a los dominios del home sweet home. ¡La vida no es

así! Una escena de tales características corresponde a un aviso publicitario, cualquier

semejanza con personajes reales es puro milagro y casualidad. Si esperamos ese tipo de

vida y no sucede, ¿cómo no estar preocupados? La vida no es lineal, los problemas

pequeños, medianos o serios no son un accidente ni una excepción, son parte natural de

nuestra existencia por el solo hecho de estar vivos y en circulación, y comprenderlo ya

nos liberará de buena parte del peso que acarreamos. ¡Mirá lo que me pasó!, nos dicen a

veces nuestros amigos o los pacientes en la consulta. A continuación, nos cuentan: les

robaron, les dio alto el colesterol, perdieron el trabajo, su pareja les fue infiel o viceversa,

se les rompió el auto, los estafaron, alguien les dijo que no. Bueno, bienvenidos al mundo

real, les respondemos, lo cual les pone una torva mirada en el rostro. No acreditan que

les cortemos así, de manera tan antipática y directa, su bien ganado derecho a catártica

autocompasión y rebeldía como digna reacción a una suerte a todas luces, para ellos,

cruel.

Mucha gente, sin embargo, convive con los mismos problemas de un modo más

natural. No es que no les corra sangre por las venas, pero transcurren entre los

inconvenientes sin polucionar su mente ni su ánimo, salvo en situaciones en verdad

extremas. De manera opuesta, para quienes sentimos gran necesidad de control y no

toleramos ni un poco las incertidumbres cotidianas, similares vicisitudes resultan

angustiosas y revisten siempre un grado significativo de severidad o urgencia. Estamos

atentos a todo, monitoreamos amenazas o lo que interpretamos como tales, anticipamos

situaciones conflictivas o posibles malos resultados, y nos ocupamos no solo de nuestros

asuntos, sino que también asumimos las responsabilidades ajenas. Extendemos nuestra

vigilancia a áreas que no nos competen, excediendo así lo específicamente personal.

Incluimos en nuestro cono de influencia la vida de los que nos rodean, que pasa así a

integrar la carga propia, con el consiguiente sobrepeso para el preocupado/controlador y

el alivio de algunos, aquellos que disfrutan el beneficio de que otro se ocupe de sus

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