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Mi cabeza no para! Qué es el trastorno de ansiedad generalizada

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¿POR QUÉ EL HECHO DE PREOCUPARME ME CALMA LA

ANSIEDAD? ¿O NO ME LA CALMA? ¿O ME LA AUMENTA?

Preocuparse calma la ansiedad, es cierto, es un buen remedio a corto plazo para bajar

el estado de nerviosismo asociado a los problemas y peligros percibidos. Pero es un

recurso condenado al fracaso, sobre todo si esa preocupación no tiene un límite o no se

traduce en acciones para resolver el problema, si se convierte en un fin en sí misma. Si

es así, la ansiedad se va a incrementar y este patrón disfuncional se va a perpetuar en el

tiempo. Es como un tira y afloje constante. La preocupación es un intento de reducir la

incertidumbre mediante el acercamiento al estímulo para intentar controlarlo pero, a la

vez, este acercamiento no es completo y pleno sino que es parcial y limitado. Es una

manera de evitar el alto monto de ansiedad que generaría hacerle frente, cara a cara, a

los mayores focos de temor. Es como si escucháramos un ruido sospechoso del otro lado

de la puerta y nos quedáramos parados e inmóviles intentando escuchar apoyando la

oreja. No nos vamos por miedo a abandonar el supuesto control sobre esa amenaza

incierta, pero tampoco nos animamos a abrir la puerta y comprobar qué es lo que hay

allí. De esta manera el procesamiento emocional no se completa, no se incorpora nueva

información que podría permitir reestructurar los pensamientos que me obligan a estar

hipervigilante y eternamente preocupado. ¿Qué pasaría si me alejo de la puerta y me

desentiendo? ¿Qué pasaría si me animo a abrir y me doy cuenta de que no hay nada

peligroso o que, si lo hay, podría afrontarlo de alguna manera? Lo único seguro es que el

solo hecho de seguir allí parados no resuelve el problema y, para peor, nos mantiene en

un estado de tensión difícil de tolerar. Esto es así porque no procesamos el miedo por

completo, sino que lo dejamos vivo, en un estado de semiactivación constante. David

Barlow, otro de los pioneros y expertos en trastornos de ansiedad, sostiene que la

preocupación tiene una cualidad de autoperpetuación, o sea que se mantiene y alimenta a

sí misma. Y esto es así porque nos brinda una sensación de seguridad y previsibilidad

muy importante. Si las cosas que temo que sucedan no terminan pasando, y yo atribuyo

ese hecho a mi preocupación permanente, resulta obvio que me va a resultar difícil dejar

de hacerlo. El trabajo, arduo si los hay, de un buen proceso psicoterapéutico, es

conseguir que abandonemos la preocupación excesiva al perder, esta, entidad como

factor protector y de resolución de problemas.

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