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Mi cabeza no para! Qué es el trastorno de ansiedad generalizada

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responsabilidad y el perfeccionismo, nunca nos parece suficiente nuestra dedicación,

nada garantiza los resultados, pero si le ponemos energía y obsesividad, si controlamos

de cerca a nuestros colaboradores, si nos ocupamos personalmente de todo y delegamos

lo menos posible, es probable que las cosas salgan más o menos bien. Pero el precio se

paga con agotamiento, cansancio mental, mal humor, irritabilidad, malas contestaciones,

impaciencia, etc. Así que, en lo posible, evitamos ocupar posiciones de gran importancia,

preferimos ubicarnos en tareas más relajadas, incluso si implican un sueldo menor.

Preferimos no tener que estar en posición de tomar decisiones delicadas. Que el éxito del

presupuesto anual de una compañía o el desempeño armonioso del equipo docente de

una institución dependa de nosotros se nos pone cuesta arriba. Evadimos tomar a cargo

compromisos mayores, sorteamos ascensos laborales y exigencias que sin duda

aumentarán nuestra ansiedad y preocupación, rehusamos puestos en los cuales tengamos

gente a cargo o debamos reportar a un superior, nos negamos, dentro de lo posible, al

compromiso de realizar presentaciones frente a grupos o auditorios, intentamos no

quedar dentro de proyectos que supongan tomar vuelos o estar mucho tiempo fuera de

casa.

En la salud: si entre nuestras aprensiones se cuenta la posibilidad de contagiarnos una

enfermedad, o de tener algo muy malo, nos excusamos de concurrir a sanatorios u

hospitales. La sola contemplación de la gente en las salas de espera nos mueve a

sombrías visiones de enfermedad. Caminar por esos pasillos podría resultar en un

contagio. Pero además, toda esa gente enferma, esa espera penosa, ¿cómo sacar tales

imágenes de mi cabeza?

No es para nada raro que, a pesar de nuestro temor a enfermar, evitemos la consulta

médica o la realización de estudios diagnósticos. La espera de los resultados de los

análisis de sangre, del papanicolau o de una tomografía nos provoca enorme angustia.

Los días y las horas, hasta abrir el sobre con la sentencia final, parecen los de un preso

rumbo al cadalso.

Respecto de la seguridad: quienes vivimos obsesionados con la inseguridad en la vía

pública o en nuestros hogares evitamos ver noticieros, no salimos a lugares alejados de

noche (a veces nos perdemos buenas reuniones con amigos por esta causa), no

disfrutamos irnos de vacaciones (si es que nos vamos) por temor a que asalten nuestra

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