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posición alfa a beta. Aun así, la oxidación de
ácidos grasos es igual de rápida en ambos casos.
La importancia del balance entre las grasas
omega-3 y omega-6 se basa en que los
eicosanoides que se generan son diferentes en
función de que procedan de uno u otro tipo de
ácido graso. Las prostaglandinas, los
tromboxanos y los leucotrienos son todos
eicosanoides producidos a partir de los ácidos
grasos, pero dependiendo de su origen unos serán
proinflamatorios y los otros antiinflamatorios, e
interferirán en un elevado número de procesos
fisiológicos. Por ello, un desequilibrio entre
omega-3 y omega-6, el cual se da principalmente
por una ingesta elevada de omega-6, a menudo se
asocia con el aumento de enfermedades
inflamatorias, autoinmunes, cardiovasculares,
diabetes, depresión e incluso cáncer.
En cuanto a la patología, el consumo de
alimentos ricos en grasas saturadas y colesterol
favorece el riesgo de aterosclerosis, ya que los
ácidos grasos saturados provocan un aumento del
colesterol total a expensas del c-LDL actuando
sobre un descenso en la actividad de sus
receptores celulares, siendo la oxidación de las
partículas LDL el fenómeno aceptado como
mecanismo inicial de la arterosclerosis. Por lo
tanto, es recomendable reducir el consumo de
grasas saturadas y aumentar el consumo de las
insaturadas, para prevenir y además obtener
mejor control de pacientes con esta patología y
otras como obesidad, diabetes y presión arterial.
Por consiguiente, es necesario tener en cuenta
que los ácidos grasos, en general, cumplen con
importantes funciones en el organismo al ser
precursores de sustancias como prostaglandinas,
leucotrienos y prostaciclinas que intervienen en la
regulación de la presión sanguínea, la función
renal, la coagulación o la inflamación. Además,
son esenciales en diversas funciones de las
membranas celulares como la permeabilidad, la
actividad de enzimas y receptores de membrana.
Por ello, en la dieta es importante mantener una
proporción equilibrada de la ingesta de ambos
tipos de ácidos grasos.
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