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Descargar - International Committee of the Red Cross

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François-Bernard Huyghe - La impureza de la guerra<br />

guerra. El reciente enfrentamiento entre Rusia y Georgia, con tanques, uniformes,<br />

línea de frente, armisticio y tratados, aún responde, en cierta medida, a ese modelo<br />

(cuya desaparición tal vez no debamos apresurarnos a proclamar).<br />

Declarar la guerra y la paz<br />

La guerra era cosa de actores autorizados: los Estados soberanos. De forma<br />

un poco circular, la capacidad de declarar la guerra y de designar al enemigo<br />

constituía uno de los atributos de la soberanía. Esos actores llevaban la exigencia<br />

de claridad hasta el punto de rodear el acto de violencia de actos de comunicación 2 .<br />

Declaraban la guerra (o la movilización) al comienzo y, la paz, al final. El sangriento<br />

paréntesis suscitaba huellas y recuerdos: tratados de paz que confirmaban una<br />

decisión (sumisión del vencido o negociación), relatos y crónicas, monumentos para<br />

conmemorar “nuestra” victoria o a “nuestros muertos” y “su” derrota, cantos, etc.<br />

En Roma, las puertas del templo de Jano se abrían en tiempos de guerra y<br />

se cerraban cuando volvía la paz. En Francia, en el siglo xx, se reservaba cierto tipo<br />

de afiches y una tipografía particular a las movilizaciones generales, y el desfile de la<br />

victoria obedecía a una escenografía característica. El objetivo paradójico de tanta<br />

ostentación codificada era imponer el silencio: silencio de las armas, silencio del<br />

vencido que renunciaría a hablar a la posteridad y a enunciar su pretensión política.<br />

Los tiempos de guerra y los tiempos de paz estaban escandidos por marcas simbólicas:<br />

se luchaba para cambiar la Historia, con mayúscula, y ésta lo recompensaba a<br />

uno conservando sus historias, con “h” minúscula.<br />

El templo de la guerra<br />

La tesis que sostendremos es que la aparición de nuevos actores subestatales,<br />

de nuevas armas, pero también de nuevas representaciones ideológicas (tanto<br />

en la parte fuerte como en la parte débil) trastocan esos elementos y llevan a la multiplicación<br />

de conflictos híbridos o imprecisos. Lo cual sólo puede comprenderse<br />

retomando la definición canónica de la guerra.<br />

La voluntad<br />

La voluntad de imponer la propia ley al otro (la guerra como “duelo de voluntades”,<br />

según Clausewitz) 3 es inherente a la relación bélica: al menos una parte<br />

expresa sus aspiraciones (a un territorio, a un recurso, a un cambio de política, al<br />

triunfo de un valor o a la desaparición de una etnia) e intenta forzar al adversario:<br />

éste deberá consentir o desaparecer. Si la voluntad es clara (¿y qué puede ser más<br />

2 Inclusive enunciaciones llamadas “performativas” que crean una situación nueva por el sólo hecho de ser<br />

pronunciadas, véase John L. Austin, How to do things with words, Oxford, Oxford University Press, 1962<br />

[trad. esp.: Cómo hacer cosas con palabras, Barcelona, Paidós, 2009].<br />

3 Claus von Clausewitz, De la guerre, traducción al francés de Nicolas Waquet, Éditions Rivage poche, 2006<br />

[trad. esp.: De la guerra: versión íntegra, Madrid, La esfera de los libros, 2005].<br />

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