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Descargar - International Committee of the Red Cross

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Marzo de 2009, N.º 873 de la versión original<br />

obedece a una lógica del caos (cuanto más desorden, pérdida de tiempo, de energía<br />

o de dinero cause, por contagio, más eficaz es), nunca nadie sabrá cuál es la relación<br />

entre efecto deseado y efecto obtenido.<br />

Sin duda, el mismo razonamiento sería válido para ataques económicos<br />

por medio de rumores bursátiles o de manipulaciones, para ataques sanitarios o<br />

ecológicos: también difíciles de probar (sobre todo gracias a la mediación de grupos<br />

económicos, criminales, ideológicos o terroristas que actúan como mercenarios<br />

o ejecutores).<br />

La imagen de la guerra<br />

Aunque el sabotaje de los sistemas de información (los vectores y contenedores),<br />

el robo o la alteración de datos (el contenido) pueden calificarse de “guerra<br />

de la información”, existe un tercer aspecto, que se relaciona con la opinión:<br />

todo lo que afecta menos a la disponibilidad o la funcionalidad de una información<br />

útil como a la difusión de un mensaje portador de emociones. En ese sentido,<br />

la guerra de la información consiste en hacer que predomine la propia versión de<br />

los hechos, las propias imágenes, valores, indignaciones, enemistades por sobre<br />

las del otro 19 .<br />

Desde ese punto de vista, la relación entre el fuerte y el débil ha cambiado<br />

desde Vietnam (período en que Estados Unidos perdía la guerra de las imágenes<br />

porque no podía controlar nada) y la primera guerra del Golfo (período en que<br />

Estados Unidos la ganaba gracias al monopolio de la guerra visible que poseía la<br />

CNN). Desde entonces, cada uno puede producir su propia escenografía. Cuando<br />

Estados Unidos produce una versión muy hollywoodense de la guerra de Irak (con<br />

soldados heroicos, con la caída del dictador, etc.), los jihadistas <strong>of</strong>recen a su público<br />

una versión digital de la ocupación de Irak con videos-testamento de futuros mártires<br />

y castigo de los traidores, filmados y asesinados al mismo tiempo. Cuando los<br />

palestinos dirigen las cámaras hacia su víctima o cuando Hezbolá se paga su propio<br />

canal de televisión, los pro israelíes producen en Internet o en la televisión programas<br />

enteros para demostrar que todo está trucado y que el Tsahal es el ejército<br />

menos sanguinario del mundo.<br />

Desde que las guerras dejaron de desarrollarse sólo en los campos de batalla<br />

y se desplazaron también al ciberespacio y a todos los televisores del mundo,<br />

la guerra de las representaciones, la que apunta contra “los corazones y las mentes”,<br />

cuenta al menos tanto como los éxitos militares reales.<br />

Conclusión<br />

¿Debemos renunciar a comprender la guerra o a nombrarla? Por nuestra<br />

parte, hemos hablado de las nuevas violencias simbólicas y técnicas y propugnado<br />

19 V. la definición en: François-Bernard Huyghe, Maîtres du faire croire. De la propagande à l’influence,<br />

París, Vuibert, 2008.<br />

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