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Descargar - International Committee of the Red Cross

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Marzo de 2009, N.º 873 de la versión original<br />

en la perspectiva del tipo de paz buscado, por lo tanto de orden estable,<br />

que debe resultar y que ella persigue. En este caso, el mantenimiento del<br />

régimen de Karzaï, la estabilización del país y la eliminación de las bases<br />

jihadistas parecen un objetivo absolutamente político y capaz de conllevar<br />

un costo de sangre.<br />

Las nuevas violencias armadas<br />

El lector tal vez se preguntará cuál es el interés de una ontología de la guerra,<br />

si la categoría reviste algún otro interés que el de ejercitar el ingenio de los<br />

filós<strong>of</strong>os y los juristas y si, finalmente, lo que cuenta son los muertos o la palabra.<br />

Esa es la lógica de escuelas como la irenologia o la “Peace research” 7 , que vacían el<br />

concepto de guerra de todo sentido (a riesgo de sospechar a quienes lo emplean de<br />

ser por lo menos “fatalistas”, e incluso complacientes, ante el retorno recurrente de<br />

grandes masacres colectivas). La guerra sería, entonces, una violencia entre otras,<br />

fusionada en las grandes desgracias de la humanidad, inclusive las catástr<strong>of</strong>es ecológicas,<br />

y de la que sería más urgente hacer el diagnóstico que la taxonomía. En el<br />

otro extremo del espectro ideológico, los estrategas tienden cada vez más a unir la<br />

categoría “arcaica” de la guerra desde el punto de vista de la seguridad con las actividades<br />

criminales, los peligros tecnológicos, las catástr<strong>of</strong>es, el terrorismo, etc.<br />

Retomar la noción de guerra<br />

Sin embargo, nos parece indispensable retomar la noción de guerra, por<br />

más amenazada e improbable que parezca en la actualidad. Se trata, ante todo, de<br />

una experiencia antropológica fundamental, tal como está inscrita en nuestra mitología<br />

y en nuestro inconsciente, reflejada en nuestras instituciones, pero, a veces,<br />

también en el derecho. Cada cual es libre de indignarse de que aún haya un derecho<br />

“a” la guerra (guerra justa o injusta) o en la guerra, pero es mejor que estos existan<br />

y protejan a los combatientes que lo contrario.<br />

Para dar sólo un ejemplo, el reconocimiento del estatuto del combatiente<br />

enemigo puede tener gran importancia. Cuando Estados Unidos internó jihadistas<br />

en Guantánamo, calificó a los detenidos de “combatientes ilegales” para evitar<br />

aplicarles los Convenios de Ginebra y/o el derecho penal de Estados Unidos. Ese<br />

estatuto extraño era el que ya tenían los espías alemanes durante la Segunda Guerra<br />

Mundial (ni combatientes que habría que tratar según las leyes de la guerra, ni civiles<br />

que habría que proteger y que, a priori, serían inocentes) 8 , así como también el de los<br />

soldados (en particular negros) del norte respecto de los del sur en la guerra civil.<br />

Una segunda buena razón para mantener la noción de guerra: tiene la ventaja<br />

de remitir a contrario a la noción de paz. Si no sabemos si estamos en guerra y si<br />

tenemos enemigos, corremos el riesgo de nunca estar en paz.<br />

7 Johan Galtung, “Violence, peace and peace research”, Journal <strong>of</strong> Peace Research, vol. 6 (3), 1969, pp. 167-<br />

191.<br />

8 Ex parte Quirin 317 U.S. 1 1942.

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