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Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

no creo que a nadie le haya pasado cosa peor. Aunque disimulen, todos han cambiado por estas<br />

<strong>de</strong>sgracias, a mí no se me escapan las cosas. Quizá todo vuelva a ser como era, pero estos días la<br />

sección anda distinta, hasta las caras <strong>de</strong> <strong>los</strong> muchachos son distintas. Por ejemplo el poeta es otra<br />

persona y nadie se le pren<strong>de</strong> ni le dice nada, como si fuera normal verle cara <strong>de</strong> ahuevado. Ya no habla.<br />

Hace más <strong>de</strong> cuatro días que enterraron a su compinche, podía haber reaccionado ya, pero está peor. El<br />

día que se quedó clavado junto al ataúd pensé: "a éste lo hizo polvo la <strong>de</strong>sgracia". <strong>La</strong> verdad, era su<br />

pata. Creo que es el único pata que tuvo en el colegio el Esclavo, digo Arana. Pero sólo en <strong>los</strong> últimos<br />

tiempos, antes también el poeta lo batía, se le prendía como todos. ¿Qué pasó para que <strong>de</strong> pronto<br />

anduvieran como yuntas, para arriba y para abajo? Los batían mucho, el Ru<strong>los</strong> le <strong>de</strong>cía al Esclavo: "has<br />

encontrado un marido". Y eso parecía. Andaba pegado al poeta, siguiéndolo a todas partes, mirándolo,<br />

hablándole bajito para que nadie lo oyera. Se iban al <strong>de</strong>scampado a conversar tranqui<strong>los</strong>. Y el poeta<br />

comenzó a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r al Esclavo cuando lo batían. No lo hacía <strong>de</strong> frente porque es muy malicioso. Alguien<br />

comenzaba a prendérsele al Esclavo y al ratito el poeta estaba batiendo al que batía a su pata y casi<br />

siempre ganaba, el poeta cuando bate es una fiera, al menos era. Ahora ya ni se junta con nadie, ni<br />

bromea, anda solo y como durmiendo. En él se nota mucho, antes sólo esperaba la ocasión <strong>de</strong> jo<strong>de</strong>r a<br />

todo el mundo. Daba gusto verlo <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse cuando alguien lo batía. "Poeta, hazme una poesía a esto"<br />

le dijo el negro Vallano y se agarró la bragueta. "Ahorita te la hago, dijo el poeta, déjame que me<br />

inspire." Y al poco rato nos la recitaba: "el pipí, don<strong>de</strong> Vallano, tiene la mano, parece un maní". Era bien<br />

fregado, sabía hacer reír a la gente, a mí se me prendió muchas veces y me daban unas ganas <strong>de</strong><br />

machucarlo. Hizo buenas poesías a la Malpapeada, todavía tengo una copiada en el cua<strong>de</strong>rno <strong>de</strong><br />

Literatura: "Perra: minetera eres, y loca; ¿por qué no te mueres, cuando el Boa te la emboca entera?". Y<br />

casi lo muelo esa noche que levantó a la sección y entró al baño gritando: "miren lo que hace el Boa con<br />

la Malpapeada cuando está <strong>de</strong> imaginaria". Y era hasta respondón. Sólo que no peleaba bien, la vez que<br />

se trompeó con Gallo lo apachurraron contra la pared. Un poco acriollado, el muchacho, como buen<br />

costeño, es tan flaco que me compa<strong>de</strong>zco <strong>de</strong> sus sesos cuando da un cabezazo. No hay muchos<br />

blanquiñosos en el colegio, el poeta es uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> más pasables. A <strong>los</strong> otros <strong>los</strong> tienen acomplejados,<br />

zafa, zafa, blanquiñoso mierdoso, cuidado que <strong>los</strong> cho<strong>los</strong> te hagan miau. Sólo hay dos en la sección, y<br />

Arróspi<strong>de</strong> tampoco es mala gente, un terrible chancón, tres años seguidos <strong>de</strong> brigadier, vaya cráneo.<br />

Una vez vi a Arróspi<strong>de</strong> en la calle, en un carrazo rojo y tenía camisita amarilla, se me salió la lengua al<br />

verlo tan bien vestido, caracho, éste es un blanquiñoso <strong>de</strong> mucho vento, <strong>de</strong>be vivir en Miraflores. Raro<br />

que <strong>los</strong> dos blanquiñosos <strong>de</strong> la sección ni se hablen, nunca han sido patas el poeta y Arróspi<strong>de</strong>, cada<br />

uno por su lado, ¿tendrán miedo que uno <strong>de</strong>nuncie al otro <strong>de</strong> cosas <strong>de</strong> blanquiñosos? Si yo tuviera vento<br />

y un carrazo rojo no hubiera entrado al colegio militar ni <strong>de</strong> a cañones. ¿Qué les aprovecha tener plata si<br />

aquí andan tan fregados como cualquiera? Una vez el Ru<strong>los</strong> le dijo al poeta: -¿y qué haces aquí?<br />

Deberías estar en un colegio <strong>de</strong> curas". El Ru<strong>los</strong> siempre se preocupa por el poeta, a lo mejor le tiene<br />

envidia y en el fondo le gustaría ser un poeta como él. Hoy me dijo: "¿te has fijado que el poeta se ha<br />

vuelto medio idiota?-. Es la pura verdad. No es que haga cosas <strong>de</strong> idiotas, lo raro es que no hace nada.<br />

Se está todo el día tirado en la cama, haciéndose el dormido o durmiendo <strong>de</strong> veras. El Ru<strong>los</strong> por<br />

probarlo se le acercó a pedirle una novelita y él le dijo: "ya no hago novelitas, déjame tranquilo".<br />

Tampoco sé que haya escrito cartas, antes buscaba clientes como loco, pue<strong>de</strong> que ahora le sobre la<br />

plata. En las mañanas, cuando nos levantamos, el poeta ya está en la fila. Martes, miércoles, jueves, hoy<br />

en la mañana, siempre el primero en el patio, con su cara larga y mirando sabe Dios qué cosa, soñando<br />

con <strong>los</strong> Ojos abiertos. Y <strong>los</strong> <strong>de</strong> su mesa dicen que no come. "El poeta está malogrado <strong>de</strong> pena, le contó<br />

Vallano a Mendoza, <strong>de</strong>ja más <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> su comida y no la ven<strong>de</strong>, le importa un pito que la coja<br />

cualquiera, y se la pasa sin hablar." Lo ha <strong>de</strong>molido la muerte <strong>de</strong> su yunta. Los blanquiñosos son pura<br />

pinta, cara <strong>de</strong> hombre y alma <strong>de</strong> mujer, les falta temple; éste se ha quedado enfermo, es el que más ha<br />

sentido la muerte <strong>de</strong>l, <strong>de</strong> Arana.<br />

¿Vendría este sábado? El colegio militar estaba muy bien, el uniforme y todo, pero qué terrible eso <strong>de</strong> no<br />

saber nunca cuándo saldría. Teresa atravesaba el portal <strong>de</strong> la Plaza San Martín; <strong>los</strong> cafés y <strong>los</strong> bares<br />

bullían <strong>de</strong> parroquianos, el aire estaba colmado <strong>de</strong> brindis, risas y cervezas y sobre las mesas <strong>de</strong> la calle<br />

flotaban pequeñas nubes <strong>de</strong> humo. "Me ha dicho que no va a ser militar, pensó Teresa. ¿Y si cambia <strong>de</strong><br />

i<strong>de</strong>a y entra a la Escuela <strong>de</strong> Chorril<strong>los</strong>?" A quién le pue<strong>de</strong> hacer gracia casarse con un militar, se pasan la<br />

vida en el cuartel y si hay guerra son <strong>los</strong> primeros que mueren. A<strong>de</strong>más, <strong>los</strong> trasladan todo el tiempo,<br />

qué espantoso vivir en provincias y <strong>de</strong> repente hasta en la selva, con tantos zancudos y salvajes. Al<br />

pasar por el "Bar Zela" escuchó galanterías alarmantes, un grupo <strong>de</strong> hombres maduros levantó hacia ella<br />

media docena <strong>de</strong> copas como un haz <strong>de</strong> espadas, un joven le hizo adiós y tuvo que esquivar a un<br />

borracho que pretendía atajarla. "Pero no, pensó Teresa. No será militar, sino ingeniero. Sólo que tendré<br />

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