Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...
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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />
tranquilidad profunda; va apretujado entre una masa <strong>de</strong> gente y afuera, al otro lado <strong>de</strong> las ventanillas,<br />
no se ve nada, la noche ha caído en pocos segundos, pero él sabe que el vehículo atraviesa<br />
<strong>de</strong>scampados y chacras, alguna fábrica, una barriada con casas <strong>de</strong> latas y cartones, la Plaza <strong>de</strong> Toros.<br />
"Él entró, le dijo hola, con su sonrisa <strong>de</strong> cobar<strong>de</strong>, ella le dijo hola y siéntate, la bruja salió y comenzó a<br />
hablar y le dijo señor y se fue a la calle y <strong>los</strong> <strong>de</strong>jó so<strong>los</strong> y él le dijo he venido por, para, figúrate que, te<br />
das cuenta, te mandé <strong>de</strong>cir con, ah, Alberto, sí, me llevó al cine, pero nada más y le escribí, ah, yo estoy<br />
loco por ti, y se besaron, están besándose, estarán besándose, Dios mío, haz que estén besándose<br />
cuando llegue, en la boca, que estén calatos, Dios mío." Baja en la avenida Alfonso Ugarte y camina<br />
hacia la Plaza Bolognesi, entre empleados y funcionarios que salen <strong>de</strong> las cafeterías o permanecen en las<br />
esquinas, formando grupos zumbones; cruza las cuatro pistas paralelas surcadas por ríos <strong>de</strong> automóviles<br />
y llega a la Plaza don<strong>de</strong>, en el centro, en lo alto <strong>de</strong> la columna, otro héroe <strong>de</strong> bronce se <strong>de</strong>sploma<br />
acribillado por balas chilenas, en las sombras, lejos <strong>de</strong> las luces. "juráis por la ban<strong>de</strong>ra sagrada <strong>de</strong> la<br />
Patria, por la sangre <strong>de</strong> nuestros héroes, por la playita <strong>de</strong>l <strong>de</strong>speña<strong>de</strong>ro estábamos bajando cuando<br />
Pluto me dijo mira arriba y ahí estaba Helena, juramos y <strong>de</strong>sfilamos y el ministro se limpiaba su nariz, se<br />
la rascaba y mi pobre madre, ya no más canastas, no más fiestas, cenas, viajes, papá llévame al fútbol,<br />
ése es un <strong>de</strong>porte <strong>de</strong> negros muchacho, el próximo año te haré socio <strong>de</strong>l Regatas para que seas boga y<br />
<strong>de</strong>spués se fue con las polillas como Teresa." Avanza por el Paseo Colón, <strong>de</strong>spoblado como una calle <strong>de</strong><br />
otro mundo, anacrónico como sus casas cúbicas <strong>de</strong>l siglo diecinueve que sólo albergan ya simulacros <strong>de</strong><br />
buenas familias, fachadas que ar<strong>de</strong>n <strong>de</strong> inscripciones, paseo sin autos, con bancos averiados y estatuas.<br />
Luego sube al Expreso <strong>de</strong> Miraflores, iluminado y reluciente como una nevera; lo ro<strong>de</strong>a gente que no ríe<br />
ni habla; baja en el Colegio Raimondi y camina por las calles lóbregas <strong>de</strong> Lince: ralas pulperías, faroles<br />
moribundos, casas a oscuras. "Así que no habías salido nunca con un muchacho, qué me cuentas, pero<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, con esa cara que Dios te puso sobre el cogote, así que-el cine Metro es muy bonito, no<br />
me digas, veremos si el Esclavo te lleva a las matinés <strong>de</strong>l centro, si te lleva a un parque, a la playa, a<br />
Estados Unidos, a Chosica <strong>los</strong> domingos, así que ésas teníamos, mamá tengo que contarte una cosa, me<br />
enamoré <strong>de</strong> una huachafa y me puso cuernos como a ti mi padre pero antes <strong>de</strong> que nos casáramos,<br />
antes <strong>de</strong> que me <strong>de</strong>clarara, antes <strong>de</strong> todo, qué me cuentas." Ha llegado a la esquina <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong><br />
Teresa y está pegado a la pared, oculto en las sombras. Mira a todos lados, las calles están vacías. A su<br />
espalda, en el interior <strong>de</strong> la casa oye un ruido <strong>de</strong> objetos, alguien or<strong>de</strong>na un armario o lo <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>na, sin<br />
precipitación, con método. Se pasa la mano por <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong>, <strong>los</strong> alisa, sigue con un <strong>de</strong>do la raya y<br />
comprueba que se conserva recta. Saca su pañuelo, se limpia la frente y la boca. Se arregla la camisa,<br />
levanta un pie y frota la puntera <strong>de</strong>l zapato en la basta <strong>de</strong>l pantalón; hace lo mismo con el otro pie.<br />
"Entraré, les daré la mano, sonriendo, he venido sólo por un segundo, perdónenme, Teresa mis dos<br />
cartas por favor, toma las tuyas, tú quieto Esclavo, hablaremos <strong>de</strong>spués, éste es asunto <strong>de</strong> hombres,<br />
¿para qué hacer un lío <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella?, dime, ¿tú eres un hombre?" Alberto está frente a la puerta, al<br />
pie <strong>de</strong> <strong>los</strong> tres escalones <strong>de</strong> cemento. Trata <strong>de</strong> escuchar, en vano. Sin embargo, están allí: una hebra <strong>de</strong><br />
luz ilumina el contorno <strong>de</strong> la puerta y, segundos antes, ha sentido un roce casi aéreo, tal vez una mano<br />
que buscó apoyo en algo. "Pasaré en mi carro convertible, con mis zapatos americanos, mis camisas <strong>de</strong><br />
hilo, mis cigarril<strong>los</strong> rubios, mi chaqueta <strong>de</strong> cuero, mi sombrero con una pluma roja, tocaré la bocina, les<br />
diré suban, llegué ayer <strong>de</strong> Estados Unidos, <strong>de</strong>mos una vuelta, vengan a mi casa <strong>de</strong> Orrantia, quiero que<br />
conozcan a mi mujer, una americana que fue artista <strong>de</strong> cine, nos casamos en Hollywood el mismo año<br />
que terminé mi carrera, vengan, sube Esclavo, sube Teresa, ¿quieren oír radio mientras?"<br />
Alberto toca la puerta dos veces, la segunda con más fuerza. Momentos <strong>de</strong>spués ve en el umbral un<br />
contorno <strong>de</strong> mujer, una silueta sin facciones, sin voz. <strong>La</strong> luz que viene <strong>de</strong>l interior ilumina apenas <strong>los</strong><br />
hombros <strong>de</strong> la muchacha y el nacimiento <strong>de</strong> su cuello. "¿Quién es?", dice ella. Alberto no respon<strong>de</strong>.<br />
Teresa se aparta un poco hacia la izquierda y Alberto recibe en el rostro un baño <strong>de</strong> luz tenue.<br />
-Hola - dice Alberto- Quisiera hablar un momento con él. Es muy urgente. Llámalo por favor.<br />
-Hola, Alberto - dice ella- No te había reconocido. Pasa. Entra. Me has asustado.<br />
Él entra y agrava la expresión <strong>de</strong> su rostro a la vez que mira en todas direcciones el cuarto vacío; la<br />
cortina que separa las habitaciones oscila y él pue<strong>de</strong> ver una cama ancha, en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, y al lado otra<br />
más pequeña. Suaviza la expresión y se vuelve: Teresa está cerrando la puerta, <strong>de</strong> espaldas a él. Alberto<br />
ve que ella, antes <strong>de</strong> girar, se pasa rápidamente la mano por <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> y luego corrige <strong>los</strong> pliegues <strong>de</strong><br />
su falda. Ahora ella está frente a él. De golpe, Alberto <strong>de</strong>scubre que el rostro tantas veces evocado en el<br />
colegio estas últimas semanas, tenía una firmeza que no asoma en el rostro que ve a su lado, el mismo<br />
que vio en el cine Metro, o tras esa puerta, cuando se <strong>de</strong>spidieron, un rostro cohibido, unos ojos tímidos<br />
que se apartan <strong>de</strong> <strong>los</strong> suyos y se abren y cierran como tocados por el sol M verano. Teresa sonríe y<br />
parece turbada: sus manos se unen y <strong>de</strong>sunen, caen junto a sus ca<strong>de</strong>ras, se apoyan en la pared.<br />
-Me he escapado <strong>de</strong>l colegio - dice él. Enrojece y baja la vista.<br />
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