Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...
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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />
Después que se llevaron en un crudo todo lo que encontraron, nos quedamos callados y yo me eché en<br />
mi cama. <strong>La</strong> Malpapeada no estaba, era la hora <strong>de</strong> la comida y seguro se había ido a la cocina a buscar<br />
sobras. Es triste que la perra no esté aquí para rascarle la cabeza, eso <strong>de</strong>scansa y da una gran<br />
tranquilidad, uno piensa que es una muchachita. Algo así <strong>de</strong>be ser cuando uno se casa. Estoy abatido y<br />
entonces viene la hembrita y se echa a mi lado y se queda callada y quietecita, yo no le digo nada, la<br />
toco, la rasco, le hago cosquillas y se ríe, la pellizco y chilla, la engrío, juego con su carita, hago rulitos<br />
con sus pe<strong>los</strong>, le tapo la nariz, cuando está ahogándose la suelto, le agarro el cuello y las tetitas, la<br />
espalda, <strong>los</strong> hombros, el culito, las piernas, el ombligo, la beso <strong>de</strong> repente y le digo piropos: "cholita,<br />
arañita, mujercita, putita". Y entonces alguien gritó: "uste<strong>de</strong>s tienen la culpa". Y yo le grité: "¿qué quiere<br />
<strong>de</strong>cir uste<strong>de</strong>s?". "El Jaguar y uste<strong>de</strong>s", dijo Arróspi<strong>de</strong>. Y yo me fui don<strong>de</strong> estaba pero me pararon en el<br />
camino. "Uste<strong>de</strong>s he dicho y lo repito", me gritó el muchacho, cómo estaba <strong>de</strong> furioso, le chorreaba la<br />
saliva <strong>de</strong> tanta rabia y ni cuenta se daba. Y les <strong>de</strong>cía "suéltenlo, no le tengo miedo, me lo cargo <strong>de</strong> dos<br />
patadas, lo pulverizo en un dos por tres", y a mí me amarraron para tenerme quieto. "Mejor es no pelear<br />
ahora que las cosas se han puesto así", dijo Vallano. "Hay que estar unidos para hacer frente a lo que<br />
venga." "Arróspi<strong>de</strong>, le dije, eres lo más maricón que he visto nunca; cuando las cosas se ponen feas<br />
calumnias a <strong>los</strong> compañeros." "Mentira, dijo Arróspi<strong>de</strong>. Yo estoy con uste<strong>de</strong>s contra <strong>los</strong> tenientes y si hay<br />
que ayudarse <strong>los</strong> ayudo. Pero la culpa <strong>de</strong> lo que pasa la tiene el Jaguar, el Ru<strong>los</strong> y tú, porque no son<br />
limpios. Aquí hay algo que está oscuro. Qué casualidad que apenas lo metieron al Jaguar al calabozo,<br />
Gamboa supo lo que había en <strong>los</strong> roperos." Y yo no sabía qué <strong>de</strong>cir, y el Ru<strong>los</strong> estaba con el<strong>los</strong>. Todos<br />
<strong>de</strong>cían "sí, el Jaguar ha sido el soplón" y "la venganza es lo más dulce que hay”. Después tocaron el pito<br />
para almorzar y creo que es la primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que estoy en el colegio que no comí casi nada, la<br />
comida se me atragantaba en el cogote.<br />
Cuando el soldado vio acercarse a Gamboa se puso <strong>de</strong> pie y sacó la llave; giró sobre sí mismo para abrir<br />
la puerta, pero el teniente lo contuvo con un gesto, le quitó la llave <strong>de</strong> las manos y le dijo:”vaya a la<br />
Prevención y déjeme solo con el ca<strong>de</strong>te". El calabozo <strong>de</strong> <strong>los</strong> soldados se alza <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l corral <strong>de</strong> las<br />
gallinas, entre el estadio y el muro <strong>de</strong>l colegio. Es una construcción <strong>de</strong> adobes, angosta y baja. Siempre<br />
hay un soldado <strong>de</strong> guardia en la puerta, aun cuando el calabozo esté vacío. Gamboa esperó que el<br />
soldado se alejara por la cancha <strong>de</strong> fútbol hacia las cuadras. Abrió la puerta. El cuarto estaba casi a<br />
oscuras: comenzaba a anochecer y la única ventana parecía una rendija. El primer momento no vio a<br />
nadie y tuvo una i<strong>de</strong>a súbita: el ca<strong>de</strong>te ha escapado. Luego lo <strong>de</strong>scubrió tendido en la tarima. Se acercó;<br />
sus ojos estaban cerrados; dormía. Examinó sus facciones inmóviles, trató <strong>de</strong> recordar; inútil, el rostro<br />
se confundía con otros, aunque le era vagamente familiar, no por sus rasgos, sino por la expresión<br />
anticipadamente madura: tenía las mandíbulas apretadas, el ceño grave, el mentón hendido. Los<br />
soldados y ca<strong>de</strong>tes, cuando se hallaban frente a un superior, endurecían el rostro; pero este ca<strong>de</strong>te no<br />
sabía que él estaba allí. A<strong>de</strong>más, su rostro escapaba a la generalidad: la mayoría <strong>de</strong> <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes tenían la<br />
piel oscura y las facciones angu<strong>los</strong>as. Gamboa veía una cara blanca, <strong>los</strong> cabel<strong>los</strong> y las pestañas parecían<br />
rubios. Estiró la mano y la puso en el hombro <strong>de</strong>l Jaguar. Se sorprendió a sí mismo: su gesto carecía <strong>de</strong><br />
energía; lo había tocado suavemente, como se <strong>de</strong>spierta a un compañero. Sintió que el cuerpo <strong>de</strong>l<br />
Jaguar se contraía bajo su mano, su brazo retrocedió por la violencia con que el ca<strong>de</strong>te se incorporaba,<br />
pero luego escuchó el golpe <strong>de</strong> <strong>los</strong> tacones: había sido reconocido y todo volvía a ser normal.<br />
-Siéntese -dijo Gamboa- Tenemos mucho que hablar.<br />
El Jaguar se sentó. Ahora, el teniente veía en la penumbra sus ojos, no muy gran<strong>de</strong>s, pero sí brillantes e<br />
incisivos. El ca<strong>de</strong>te no se movía ni hablaba, pero en su rigi<strong>de</strong>z y en su silencio había algo indócil que<br />
disgustó a Gamboa.<br />
-¿Por qué entró usted al Colegio Militar?<br />
No obtuvo respuesta. <strong>La</strong>s manos <strong>de</strong>l Jaguar asían el travesaño <strong>de</strong> la cama; su rostro no había variado,<br />
se mostraba severo y tranquilo.<br />
-¿Lo metieron aquí a la fuerza, no es verdad? -dijo Gamboa.<br />
-¿Por qué, mi teniente?<br />
Su voz correspondía exactamente a sus ojos. <strong>La</strong>s palabras eran respetuosas y las pronunciaba <strong>de</strong>spacio,<br />
articulándolas con cierta sensualidad, pero el tono <strong>de</strong>jaba entrever una secreta arrogancia.<br />
-Quiero saberlo -dijo Gamboa- ¿Por qué entró al Colegio Militar?<br />
-Quería ser militar.<br />
-¿Quería? -dijo Gamboa-. ¿Ha cambiado <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a?<br />
Esta vez lo sintió dudar. Cuando un oficial <strong>los</strong> interrogaba sobre sus proyectos, todos <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes<br />
afirmaban que querían ser militares. Gamboa sabía, sin embargo, que sólo unos cuantos se presentarían<br />
a <strong>los</strong> exámenes <strong>de</strong> ingreso <strong>de</strong> Chorril<strong>los</strong>.<br />
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