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Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

haber pasado unos días muy negros el serrano Cava, me compa<strong>de</strong>zco <strong>de</strong> él. Seguro que nunca lo<br />

volveré a ver. Así es la vida, hemos estado tres años juntos y ahora se irá a la sierra y ya no volverá a<br />

estudiar, se quedará a vivir con <strong>los</strong> indios y las llamas, será un chacarero bruto. Eso es lo peor <strong>de</strong> este<br />

colegio, <strong>los</strong> años aprobados no les valen a <strong>los</strong> expulsados, han pensado muy bien en la manera <strong>de</strong> jo<strong>de</strong>r<br />

a la gente estos cabrones. Debe haberlas pasado muy mal estos días el serrano y toda la sección estuvo<br />

pensando en eso, como yo, mientras nos tenían con el uniforme azul, plantados en el patio, con ese sol<br />

tan fuerte, esperando que lo trajeran. No se podía levantar la cabeza porque <strong>los</strong> Ojos se ponían a llorar.<br />

Y nos tuvieron esperando un rato sin que pasara nada. Después llegaron <strong>los</strong> tenientes con sus uniformes<br />

<strong>de</strong> parada, y el Mayor jefe <strong>de</strong> cuartel y <strong>de</strong> repente llegó el coronel y entonces nos cuadramos. Los<br />

tenientes fueron a darle el parte, qué escalofríos que teníamos. Cuando el coronel hablé había un<br />

silencio que daba miedo toser. Pero no sólo estábamos asustados. También entristecidos, sobre todo <strong>los</strong><br />

<strong>de</strong> la primera, no era para menos sabiendo que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un ratito iban a ponernos <strong>de</strong>lante a alguien<br />

que ha estado viviendo con nosotros tanto tiempo, un muchacho al que hemos visto calato tantas veces,<br />

con el que hemos hecho tantas cosas, habría que ser <strong>de</strong> piedra para no sentir algo en el corazón. Ya el<br />

coronel había empezado a hablar con su vocecita rosquetona. Estaba blanco <strong>de</strong> cólera y <strong>de</strong>cía cosas<br />

terribles contra el serrano, contra la sección, contra el año, contra todo el mundo y ahí comencé a.<br />

darme cuenta que la Malpapeada estaba jo<strong>de</strong> y jo<strong>de</strong> con el zapato. Fuera Malpapeada, zafa <strong>de</strong> aquí<br />

perra sarnosa, anda a mor<strong>de</strong>rle <strong>los</strong> cordones al coronel, quédate quieta, no te aproveches <strong>de</strong>l momento<br />

para fregarme la paciencia. Y no po<strong>de</strong>r darle siquiera una patadita suave para que se largue. El teniente<br />

Huarina y el suboficial Morte están cuadrados a menos <strong>de</strong> un metro y si respiro me sienten, perra no<br />

abuses <strong>de</strong> las circunstancias. Detente animal feroz que el hijo <strong>de</strong> Dios nació primero que vos. Ni por<br />

ésas, nunca la vi tan porfiada, jaló y jaló el cordón hasta que lo rompió y sentí que el pie me quedaba<br />

chico <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l zapato. Pero dije, ya se dio gusto, ahora se mandará mudar, por qué no te largaste<br />

Malpapeada, tú tienes la culpa <strong>de</strong> todo. En vez <strong>de</strong> quedarse quieta dale a jo<strong>de</strong>r con el otro zapato, como<br />

si se hubiera dado cuenta que yo no podía moverme ni un milímetro, ni siquiera mirarla, ni siquiera<br />

<strong>de</strong>cirle palabrotas. Y en eso lo trajeron al serrano Cava. Venía en medio <strong>de</strong> dos soldados, como si fueran<br />

a fusilarlo y estaba bien pálido. Sentí que me crecía el estómago, que me subía un jugo por la garganta,<br />

algo bien doloroso. El serrano, amarillo, marcaba el paso entre <strong>los</strong> dos soldados, también dos serranos,<br />

<strong>los</strong> tres tenían la misma cara, parecían trillizos, sólo que Cava estaba amarillo. Se acercaban por la pista<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>sfile y todos <strong>los</strong> miraban. Dieron la vuelta y se quedaron marcando el paso frente al batallón, a<br />

pocos metros <strong>de</strong>l coronel y <strong>de</strong> <strong>los</strong> tenientes. Yo <strong>de</strong>cía "por qué siguen marcando el paso" y me di cuenta<br />

que ni él ni <strong>los</strong> soldados sabían qué hacer <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> <strong>los</strong> oficiales y a nadie se le ocurría <strong>de</strong>cir "firmes".<br />

Hasta que Gamboa se a<strong>de</strong>lantó, hizo un gesto, y <strong>los</strong> tres se cuadraron. Los soldados retrocedieron y lo<br />

<strong>de</strong>jaron solito en el mata<strong>de</strong>ro y él no se atrevía a mirar a ningún lado, hermanito no sufras, el Círculo<br />

está contigo <strong>de</strong> corazón y algún día te vengaremos. Yo dije "ahorita se echa a llorar", no te eches a<br />

llorar serrano, les darías un gusto a esos mierdas, aguanta firme, bien cuadrado y sin temblar, para que<br />

aprendan. Estáte quieto y tranquilo, ya verás que se acaba rápido, si pue<strong>de</strong>s sonríe un poco y verás<br />

cómo les ar<strong>de</strong>. Yo sentía que toda la sección era un volcán y que teníamos unas ganas <strong>de</strong> estallar. El<br />

coronel se había puesto a hablar <strong>de</strong> nuevo y le <strong>de</strong>cía cosas al serrano para bajarle la moral, hay que ser<br />

perverso, hacer sufrir a un muchacho al que han fregado ya a su gusto. Le daba -consejos que todos<br />

oíamos, le <strong>de</strong>cía que aprovechara la lección, le contaba la vida <strong>de</strong> Leoncio Prado, que a <strong>los</strong> chilenos que<br />

lo fusilaron les dijo "quiero comandar yo mismo el pelotón <strong>de</strong> ejecución", qué tal baboso. Después<br />

tocaron la corneta y el Piraña, las mandíbulas machuca y machuca, fue hasta el serrano Cava y yo<br />

pensaba "voy a llorar <strong>de</strong> pura rabia" y la maldita Malpapeada dale y dale a mor<strong>de</strong>r el zapato y la basta<br />

<strong>de</strong>l pantalón, me la vas a pagar malagra<strong>de</strong>cida, te vas a arrepentir <strong>de</strong> lo que haces. Aguanta serrano,<br />

ahora viene lo peor, <strong>de</strong>spués te irás tranquilo a la calle y no más militares, no más consignas, no más<br />

imaginarias. El serrano estaba inmóvil pero se seguía poniendo más pálido, su cara que es tan oscura se<br />

había blanqueado, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos se notaba que le temblaba la barbilla. Pero aguantó. No retrocedió ni lloró<br />

cuando el Piraña le arrancó la insignia <strong>de</strong> la cristina y las solapas y <strong>de</strong>spués el emblema <strong>de</strong>l bolsillo y lo<br />

<strong>de</strong>jó todo harapos, el uniforme roto y otra vez tocaron la corneta y <strong>los</strong> dos soldados se le pusieron a <strong>los</strong><br />

lados y comenzaron a marcar el paso. El serrano casi no levantaba <strong>los</strong> pies. Después se fueron hasta la<br />

pista <strong>de</strong> <strong>de</strong>sfile. Tenía que torcer <strong>los</strong> ojos para verlo alejarse. El pobre no podía seguir el paso, se<br />

tropezaba y a ratos bajaba la cabeza, seguro para ver cómo le había quedado el uniforme <strong>de</strong> jotildo. Los<br />

soldados en cambio levantaban bien las piernas para que <strong>los</strong> viera el coronel. Después <strong>los</strong> tapó el muro y<br />

yo pensé, espérate Malpapeada, sigue comiéndote el pantalón, ahora te toca tu turno, ya la vas a pagar,<br />

y todavía no nos hicieron romper filas porque el coronel volvió a hablar sobre <strong>los</strong> próceres. Ya <strong>de</strong>bes<br />

estar en la calle, serrano, esperando el ómnibus, mirando la Prevención por última vez, no te olvi<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

nosotros, y aunque te olvi<strong>de</strong>s, aquí quedan tus amigos <strong>de</strong>l Círculo para ocuparse <strong>de</strong> la revancha. Ya no<br />

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