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Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

habrá conmovido a toda la oficialidad <strong>de</strong>l colegio por algo insignificante. Y, en efecto, el parte que ha<br />

elevado el teniente Gamboa muestra que el asunto justifica la intervención, no sólo <strong>de</strong> <strong>los</strong> oficiales, sino<br />

incluso <strong>de</strong>l Ministerio, <strong>de</strong> la justicia. Según veo, usted acusa a un compañero <strong>de</strong> asesinato.<br />

Tosió brevemente, con alguna elegancia, y calló un momento.<br />

-Yo he pensado <strong>de</strong> inmediato: ' un ca<strong>de</strong>te <strong>de</strong> quinto año no es un niño. En tres años <strong>de</strong> Colegio Militar,<br />

ha tenido tiempo <strong>de</strong> sobra para hacerse hombre. Y un hombre, un ser racional, para acusar a alguien <strong>de</strong><br />

asesino, <strong>de</strong>be tener pruebas terminantes, irrefutables. Salvo que haya perdido el juicio. 0 que sea un<br />

ignorante en materias jurídicas. Un ignorante que no sabe lo que es un falso testimonio, que no sabe<br />

que las calumnias son figuras <strong>de</strong>lictivas <strong>de</strong>scritas por <strong>los</strong> códigos y penadas por la ley. He leído el parte<br />

atentamente, como lo exigía este asunto. Y por <strong>de</strong>sdicha, ca<strong>de</strong>te, las pruebas no aparecen por ningún<br />

lado. Entonces he pensado: el ca<strong>de</strong>te es una persona pru<strong>de</strong>nte, ha tomado sus precauciones, sólo quiere<br />

mostrar las pruebas en última instancia, a mí en persona, para que yo las exhiba ante el Consejo. Muy<br />

bien, ca<strong>de</strong>te, por eso lo he mandado llamar. Déme usted esas pruebas.<br />

Bajo <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> Alberto, el pie golpeaba el suelo, se levantaba y volvía a caer, implacable.<br />

-Mi coronel -dijo- Yo, solamente...<br />

-Sí, sí -dijo el coronel- Usted es un hombre, un ca<strong>de</strong>te <strong>de</strong>l quinto año <strong>de</strong>l Colegio Militar Leoncio Prado.<br />

Sabe lo que hace. Vengan esas pruebas.<br />

-Yo ya dije todo lo que sabía, mi coronel. El Jaguar quería vengarse <strong>de</strong> Arana, porque éste acusó...<br />

-Después hablaremos <strong>de</strong> eso -lo interrumpió el coronel- <strong>La</strong>s anécdotas son muy interesantes. <strong>La</strong>s<br />

hipótesis nos <strong>de</strong>muestran que usted tiene un espíritu creador, una imaginación cautivante. -Se calló y<br />

repitió, complacido: -Cautivante. Ahora vamos a revisar <strong>los</strong> documentos. Déme todo el material jurídico<br />

necesario.<br />

-No tengo pruebas, mi coronel -reconoció Alberto. Su voz era dócil y temblaba; se mordió el labio para<br />

darse ánimos- Yo sólo dije lo que sabía. Pero estoy seguro...<br />

-¿Cómo? -dijo el coronel, con un gesto <strong>de</strong> asombro ¿Quiere usted hacerme creer que no tiene pruebas<br />

concretas y fehacientes? Un poco más <strong>de</strong> seriedad, ca<strong>de</strong>te; éste no es un momento oportuno para hacer<br />

bromas. ¿De veras no tiene un solo documento válido, tangible? Vamos, vamos.<br />

-Mi coronel, yo pensé que mi <strong>de</strong>ber...<br />

-¡Ah! -prosiguió el coronel-. ¿Así que se trata <strong>de</strong> una broma? Me parece muy bien. Usted tiene <strong>de</strong>recho a<br />

divertirse, por lo <strong>de</strong>más el humor revela juventud, es muy saludable. Pero todo tiene un límite. Está en<br />

el Ejército, ca<strong>de</strong>te. No pue<strong>de</strong> reírse <strong>de</strong> las Fuerzas Armadas, así no más. Y no sólo en el Ejército.<br />

Figúrese que en la vida civil también se pagan caras estas bromas. Si usted quiere acusar a alguien <strong>de</strong><br />

asesino, tiene que apoyarse en algo, ¿cómo diré?, suficiente. Eso es, pruebas suficientes. Y usted no<br />

tiene ninguna clase <strong>de</strong> pruebas, ni suficientes ni insuficientes, y viene aquí a lanzar una acusación<br />

fantástica, gratuita, a echar lodo a un compañero, al colegio que lo h-a formado. No nos haga creer que<br />

es usted un topo, ca<strong>de</strong>te. ¿Qué cosa cree que somos nosotros, ah? ¿imbéciles, débiles mentales, o qué?<br />

¿Sabe usted que cuatro médicos y una comisión <strong>de</strong> peritos en balística comprobaron que el disparo que<br />

costó la vida a ese infortunado ca<strong>de</strong>te salió <strong>de</strong> su propio fusil? ¿No se le ocurrió pensar que sus<br />

superiores, que tienen más experiencia y más responsabilidad que usted, habían hecho una minuciosa<br />

investigación sobre esa muerte? Alto, no diga nada, déjeme terminar. ¿Se le ocurre que íbamos a<br />

quedarnos muy tranqui<strong>los</strong> <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ese acci<strong>de</strong>nte, que no íbamo s a indagar, a averiguar, a <strong>de</strong>scubrir<br />

<strong>los</strong> errores, las faltas que lo originaron? ¿Usted cree que <strong>los</strong> galones le caen a uno <strong>de</strong>l cielo? ¿Cree usted<br />

que <strong>los</strong> tenientes, <strong>los</strong> capitanes, el mayor, el comandante, yo mismo, somos una recua <strong>de</strong> idiotas, para<br />

cruzarnos <strong>de</strong> brazos cuando muere un ca<strong>de</strong>te en esas circunstancias? Esto es verda<strong>de</strong>ramente<br />

bochornoso, ca<strong>de</strong>te Fernán<strong>de</strong>z. Bochornoso por no <strong>de</strong>cir otra cosa. Piense un instante y respóndame.<br />

¿No es algo bochornoso?<br />

-Sí, mi coronel -dijo Alberto y al instante se sintió aliviado.<br />

-Lástima que no haya reflexionado antes -dijo el coronel- Lástima que haya sido precisa mi intervención<br />

para que usted comprendiera <strong>los</strong> alcances <strong>de</strong> un capricho adolescente. Ahora vamos a hablar <strong>de</strong> otra<br />

cosa, ca<strong>de</strong>te. Porque, sin saberlo, usted ha puesto en movimiento una máquina infernal. Y la primera<br />

víctima será usted mismo. Tiene mucha imaginación, ¿no es cierto? Acaba <strong>de</strong> darnos una prueba<br />

magistral. Lo malo es que la historia <strong>de</strong>l asesinato no es la única. Acá yo tengo otros testimonios <strong>de</strong> su<br />

fantasía, <strong>de</strong> su inspiración. ¿Quiere pasarnos esos papeles, comandante?<br />

Alberto vio que el comandante Altuna se ponía <strong>de</strong> pie. Era un hombre alto y corpulento, muy distinto al<br />

coronel. Los ca<strong>de</strong>tes les <strong>de</strong>cían el gordo y el flaco. Altura era un personaje silencioso y huidizo, rara vez<br />

se lo veía por las cuadras o las aulas. Fue hasta el escritorio y volvió con un puñado <strong>de</strong> papeles en la<br />

mano. Sus zapatos crujían como <strong>los</strong> botines <strong>de</strong> <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes. El coronel recibió <strong>los</strong> papeles y <strong>los</strong> llevó a<br />

sus ojos.<br />

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