01.05.2013 Views

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />

Alberto bajó la cabeza y murmuró:<br />

-Sí, mi coronel.<br />

-He cumplido mi palabra -dijo el coronel-. Soy un hombre <strong>de</strong> honor. Nada empañará su futuro. He<br />

<strong>de</strong>struido esos documentos.<br />

Alberto le agra<strong>de</strong>ció efusivamente y se alejó haciendo venias: el coronel le sonreía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el umbral <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>spacho.<br />

-Un fantasma -insistió Pluto-. ¡Vivito y coleando!<br />

-Ya basta -dijo el Bebe-. Todos estamos muy contentos con la venida <strong>de</strong> Alberto. Pero déjanos hablar.<br />

-Tenemos que ponernos <strong>de</strong> acuerdo para el paseo -dijo Molly.<br />

-Claro -dijo Emilio- Ahora mismo.<br />

-De paseo con un fantasma -dijo Pluto-. ¡Qué formidable!<br />

Alberto caminaba <strong>de</strong> vuelta a su casa, ensimismado, aturdido. El invierno moribundo se <strong>de</strong>spedía <strong>de</strong><br />

Miraflores con una súbita neblina que se había instalado a media altura, entre la tierra y la cresta <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

árboles <strong>de</strong> la avenida <strong>La</strong>rco: al atravesarla, las luces <strong>de</strong> <strong>los</strong> faroles se <strong>de</strong>bilitaban, la neblina estaba en<br />

todas partes ahora, envolviendo y disolviendo objetos, personas, recuerdos: <strong>los</strong> rostros <strong>de</strong> Arana y el<br />

Jaguar, las cuadras, las consignas, perdían actualidad y, en cambio, un olvidado grupo <strong>de</strong> muchachos y<br />

muchachas volvía a su memoria, él conversaba con esas imágenes <strong>de</strong> sueño en el pequeño cuadrilátero<br />

<strong>de</strong> hierba <strong>de</strong> la esquina <strong>de</strong> Diego Ferré y nada parecía haber cambiado, el lenguaje y <strong>los</strong> gestos le eran<br />

familiares, la vida parecía tan armoniosa y tolerable, el tiempo avanzaba sin sobresaltos, dulce y<br />

excitante como <strong>los</strong> ojos oscuros <strong>de</strong> esa muchacha <strong>de</strong>sconocida que bromeaba con él cordialmente, una<br />

muchacha pequeña y suave, <strong>de</strong> voz clara y cabel<strong>los</strong> negros. Nadie se sorprendía al verlo allí <strong>de</strong> nuevo,<br />

convertido en un adulto; todos habían crecido, hombres y mujeres parecían más instalados en el mundo,<br />

pero el clima no había variado y Alberto reconocía las preocupaciones <strong>de</strong> antaño, <strong>los</strong> <strong>de</strong>portes y las<br />

fiestas, el cinema, las playas, el amor, el humor bien criado, la malicia fina. Su habitación estaba a<br />

oscuras; <strong>de</strong> espaldas en el lecho, Alberto soñaba sin cerrar <strong>los</strong> ojos. Habían bastado apenas unos<br />

segundos para que el mundo que abandonó le abriera sus puertas y lo recibiera otra vez en su seno sin<br />

tomarle cuentas, como si el lugar que ocupaba entre el<strong>los</strong> le hubiera sido ce<strong>los</strong>amente guardado durante<br />

esos tres años. Había recuperado su porvenir.<br />

-¿No te daba vergüenza? -dijo Marcela.<br />

-¿Qué?<br />

-Pasearte con ella en la calle.<br />

Sintió que la sangre afluía a su rostro. ¿Cómo explicarle que no sólo no le daba vergüenza, sino que se<br />

sentía orgul<strong>los</strong>o <strong>de</strong> mostrarse ante todo el mundo con Teresa? ¿Cómo explicarle que, precisamente, lo<br />

único que lo avergonzaba en ese tiempo era no ser como Teresa, alguien <strong>de</strong> Lince o <strong>de</strong> Bajo el Puente,<br />

que su condición <strong>de</strong> miraflorino en el Leoncio Prado era más bien humillante?<br />

-No -dijo- No me daba vergüenza.<br />

-Entonces estabas enamorado <strong>de</strong> ella -dijo Marcela- Te odio.<br />

Él le apretó la mano; la ca<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la muchacha tocaba la suya y Alberto, a través <strong>de</strong> ese breve contacto,<br />

sintió una ráfaga <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo. Se <strong>de</strong>tuvo.<br />

-No -dijo ella- Aquí no, Alberto.<br />

Pero no resistió y él pudo besarla largamente en la boca. Cuando se separaron, Marcela tenía el rostro<br />

arrebatado y <strong>los</strong> Ojos ardientes.<br />

-¿Y tus papás? -dijo ella.<br />

-¿Mis papás?<br />

-¿Qué pensaban <strong>de</strong> ella?<br />

-Nada. No sabían.<br />

Estaban en la alameda Ricardo Palma. Caminaban por el centro, bajo <strong>los</strong> altos árboles que sombreaban<br />

a trozos el paseo. Había algunos transeúntes y una ven<strong>de</strong>dora <strong>de</strong> flores, bajo un toldo. Alberto soltó el<br />

hombro <strong>de</strong> Marcela y la tomó <strong>de</strong> la mano. A lo lejos, una línea constante <strong>de</strong> automóviles ingresaba a la<br />

avenida <strong>La</strong>rco. "Van a la playa", pensó Alberto.<br />

-¿Y <strong>de</strong> mí, saben? -dijo Marcela.<br />

-Sí -repuso él- Y están encantados. Mi papá dice que eres muy linda.<br />

-¿Y tu mamá?<br />

-También.<br />

-¿De veras?<br />

-Sí, claro que sí. ¿Sabes lo que dijo mi papá el otro día? Que antes <strong>de</strong> mi viaje te invite para que<br />

vayamos <strong>de</strong> paseo, un domingo, a las playas <strong>de</strong>l Sur. Mis papás, tú y yo.<br />

-Ya está -dijo ella-. Ya hablaste <strong>de</strong> eso.<br />

148

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!