Vargas Llosa, Mario - La ciudad y los perros - Centro Peruano de ...
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<strong>La</strong> Ciudad y <strong>los</strong> Perros <strong>Mario</strong> <strong>Vargas</strong> <strong>L<strong>los</strong>a</strong><br />
me regreso a Bellavista". "No seas tonto, me dijo. En media hora hemos acabado." Fuimos hasta la<br />
avenida y ahí apareció otra vez Culepe. "Todo parece un cementerio, nos dijo. No hay ni gatos." Era una<br />
casa gran<strong>de</strong> como un castillo, a oscuras. Dimos la vuelta a <strong>los</strong> muros y, en la parte <strong>de</strong> atrás, el flaco y<br />
Culepe me cargaron hasta que pu<strong>de</strong> cogerme <strong>de</strong>l techo y trepar. Cuando estuve arriba, se me fue el<br />
miedo. Quería hacer todo muy rápido. Atravesé el techo y vi que el árbol <strong>de</strong>l jardín estaba muy cerca <strong>de</strong>l<br />
muro, como me había dicho el flaco. Pu<strong>de</strong> bajar sin hacer ruido ni arañarme. <strong>La</strong> ventanilla sin vidrios era<br />
muy chica y me asusté al ver que tenía alambre.”Me ha engañado", pensé. Pero el alambre estaba<br />
oxidado y apenas lo empujé se hizo trizas. Me costó mucho trabajo pasar, me raspé la espalda y las<br />
piernas y un momento creí que me iba a quedar atracado. A<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la casa no se veía nada. Me daba<br />
<strong>de</strong> bruces contra <strong>los</strong> muebles y las pare<strong>de</strong>s. Cada vez que entraba a una habitación, creía que iba a ver<br />
las ventanas que daban a la calle y sólo había tinieblas. Con <strong>los</strong> nervios, hacía mucho ruido y no podía<br />
orientarme. Pasaban <strong>los</strong> minutos y no encontraba las ventanas. En una <strong>de</strong> esas choqué contra una mesa<br />
y eché al suelo un florero o algo así que se hizo añicos. Casi lloré al ver en un rincón unas rayitas <strong>de</strong> luz,<br />
no había visto las ventanas porque las ocultaban unas cortinas muy gruesas. Espié y ahí estaba la<br />
avenida <strong>de</strong> las Palmeras, pero no vi ni al flaco ni a Culepe y me dio un susto horrible. Pensé: "vino la<br />
policía y me <strong>de</strong>jaron solo". Estuve mirando un rato a ver si aparecían. En eso me entró una gran<br />
<strong>de</strong>cepción y dije, qué me importa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo soy menor y sólo me llevarán al Reformatorio. Abrí la<br />
ventana y salté a la calle. Apenas había tocado el suelo, sentí pasos y oí la voz <strong>de</strong>l flaco que me <strong>de</strong>cía.:<br />
"bien, muchacho. Ahora anda a la hierbita y no te muevas". Eché a correr, crucé la pista y me tendí. Me<br />
puse a pensar en lo que haría si <strong>de</strong> pronto llegaban <strong>los</strong> cachacos. A ratos me olvidaba que estaba allí y<br />
me parecía que todo era un sueño y que estaba en mi cama y se me aparecía la cara <strong>de</strong> Tere y me<br />
venían unas ganas <strong>de</strong> verla y <strong>de</strong> hablarle. Estaba tan distraído pensando en eso, que no sentí al flaco y a<br />
Culepe cuando regresaron. Volvimos a Bellavista por el <strong>de</strong>scampado, sin subir a la avenida Progreso. El<br />
flaco había sacado muchas cosas. En <strong>los</strong> árboles que están frente al Hospital Carrión nos <strong>de</strong>tuvimos y el<br />
flaco y Culepe hicieron varios paquetes. Se <strong>de</strong>spidieron antes <strong>de</strong> entrar a la <strong>ciudad</strong>. Culepe me dijo:<br />
"pasaste la prueba <strong>de</strong> fuego, compañero". El flaco me dio algunos paquetes, que escondí entre la ropa, y<br />
nos sacudimos <strong>los</strong> pantalones y nos limpiamos <strong>los</strong> zapatos que estaban enterrados. Después nos fuimos<br />
hasta la plaza, caminando tranquilamente. El flaco me contaba chistes y yo me reía a carcajadas. Me<br />
acompañó hasta la puerta <strong>de</strong> mi casa y ahí me dijo: "te has portado como un buen compañero. Mañana<br />
nos veremos y te daré tu parte". Yo le dije que necesitaba dinero con urgencia, aunque fuera un<br />
poquito. Me dio un billete <strong>de</strong> diez soles. “Esto es sólo una parte, me dijo. Mañana te daré más si es que<br />
esta misma noche vendo lo que sacamos." Yo nunca había tenido tanta plata. Pensaba todo lo que<br />
podría hacer con diez soles y se me ocurrían muchas cosas pero no me <strong>de</strong>cidía por ninguna; sólo estaba<br />
seguro que al día siguiente gastaría cinco reales en ir a Lima. Pensé: "le llevaré un regalo". Estuve horas<br />
tratando <strong>de</strong> encontrar lo que más convenía. Se me ocurrían las cosas más raras, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cua<strong>de</strong>rnos y tizas<br />
hasta carame<strong>los</strong> y un canario. A la mañana siguiente, cuando salí <strong>de</strong>l colegio, todavía no había elegido. Y<br />
entonces me acordé que ella se había prestado una vez <strong>de</strong>l pana<strong>de</strong>ro, un chiste para leer las historietas.<br />
Fui hasta un puesto <strong>de</strong> periódicos y compré tres chistes: dos <strong>de</strong> aventuras y el otro romántico. En el<br />
tranvía me sentía muy contento y se me venían a la cabeza muchas i<strong>de</strong>as. <strong>La</strong> esperé como siempre en la<br />
tienda <strong>de</strong> Alfonso Ugarte y cuan do salió me acerqué inmediatamente. Nos dimos la mano y empezamos<br />
a conversar <strong>de</strong> su colegio. Yo tenía las revistas bajo el brazo. Cuando cruzamos la Plaza Bolognesi, ella<br />
que las miraba <strong>de</strong> reojo hacía rato, me dijo: "¿tienes chistes? Qué bien. ¿Me <strong>los</strong> prestas cuando <strong>los</strong><br />
leas?". Yo le dije: "<strong>los</strong> he comprado para regalárte<strong>los</strong>". Y ella me dijo: "¿<strong>de</strong> veras?".”Claro, le contesté.<br />
Tóma<strong>los</strong>." Me dijo: "muchas gracias", y se puso a hojear<strong>los</strong> mientras caminábamos. Me di cuenta que el<br />
primero que vio y en el que más se <strong>de</strong>moró fue el romántico. Pensé: "<strong>de</strong>bí comprarle tres románticos, a<br />
ella -no le pue<strong>de</strong>n interesar las aventuras". Y en la avenida Arica, me dijo: "cuando <strong>los</strong> lea, te <strong>los</strong><br />
presto". Le dije que bueno. No hablamos durante un rato. De pronto ella me dijo: "eres muy bueno". Yo<br />
me reí y sólo contesté: "no creas".<br />
-Debía haberle dicho y a lo mejor me daba un consejo, ¿tú crees que lo que voy a hacer es peor y que el<br />
único fregado seré yo? ¿Estoy seguro, quién está seguro? A mí no pue<strong>de</strong>s engañarme, hijo <strong>de</strong> perra, he<br />
visto la cara que tienes, te juro que las vas a pagar caro. Pero ¿<strong>de</strong>bía?" Alberto mira y, con sorpresa,<br />
<strong>de</strong>scubre ante él la vasta explanada cubierta <strong>de</strong> hierba don<strong>de</strong> se emplazan <strong>los</strong> ca<strong>de</strong>tes <strong>de</strong>l Leoncio Prado<br />
el 28 <strong>de</strong> julio, para el <strong>de</strong>sfile. ¿Cómo ha llegado al Campo <strong>de</strong> Marte? <strong>La</strong> explanada <strong>de</strong>sierta, el frío suave,<br />
la brisa, la luz <strong>de</strong>l crepúsculo que cae sobre la <strong>ciudad</strong> como una lluvia parda, le recuerdan el colegio.<br />
Mira su reloj: camina sin rumbo hace tres horas. "Ir a mi casa, acostarme, llamar al médico, tomar una<br />
pastilla, dormir un mes, olvidarme <strong>de</strong> todo, <strong>de</strong> mi nombre, <strong>de</strong> Teresa, <strong>de</strong>l colegio, ser toda la vida un<br />
enfermo, pero con tal <strong>de</strong> no acordarme.- Da media vuelta y <strong>de</strong>sanda el camino que acaba <strong>de</strong> hacer. Se<br />
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